Un embajador

Muere, a los 84 años, Emilio de la Cruz Aguilar, profesor, investigador y poeta

09 dic 2020 / 09:44 H.
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Fue, es y será uno de los personajes más ilustres de la Sierra de Segura y, por más que ya no esté en este mundo, siempre estará considerado como un referente dentro y fuera de su tierra. Emilio de la Cruz Aguilar falleció después de una intensa vida dedicada a la enseñanza, a la investigación y a mantener vivas las tradiciones de la comarca y del pueblo en el que nació, Orcera, el 21 de abril de 1936. Doctor, cum laude en Derecho y licenciado en Periodismo, estudió Filosofía y Letras y, además de ser titular de Historia del Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, fue vicedecano de la Facultad.

Dejó un fructífero legado en la docencia y numerosas obras de investigación. Además, ejerció la profesión periodística, cultivó la música y la poesía. El activismo cultural y social estaba en su ADN. También fue tuno, una pasión al a que dedicó tiempo y hasta cuatro libros de crónica. Hijo Predilecto de Orcera, en Diario JAÉN escribió un serial imprescindible, durante años, para comprender el alma de la sierra: “Cancamusas serranas”. En julio, el periódico de su tierra le rindió un homenaje con un suplemento especial de su vida y obra.

Amedia tarde de ayer Lope Morales me avisó del fallecimiento de Emilio de la Cruz Aguilar. Es una de esas noticias que completan un año tan nefasto como está siendo 2020 y del que esperamos no recibir nuevas malas noticias en los 22 días que quedan de él. Tras leer su mensaje me han venido a la cabeza miles de fragmentos sobre su vida, sobre su obra y sobre su pensamiento. Lo último que leí de Emilio hace escasos días fue una carta dirigida al pleno del Ayuntamiento de Orcera manifestando su repulsa al tratamiento que RTVE dio sobre la Sierra de Segura en un documental emitido allá por 1986 dentro de la serie “Parques Nacionales”. Él era así. De sus múltiples facetas, ha sido la reivindicativa la que más me ha marcado con sus escritos valientes en defensa de una tierra testigo de demasiadas oportunidades perdidas. Se nos ha ido uno de los mayores defensores la Sierra de Segura desde el ámbito cultural pero sobre todo desde el identitario, gracias a su defensa y puesta en valor de la Sierra de Segura, de su tierra. Gracias a él y a su trabajo hoy tenemos la posibilidad de seguir defendiendo nuestra tierra, sus costumbres, su historia frente a los desafíos de un mundo tan cambiante como fugaz y complejo, que vive más a golpe de redes sociales que de la simple realidad.

Se va alguien cuyo hueco será irremplazable para la Sierra de Segura y de todos será la responsabilidad de que su obra se mantenga viva y sirva para seguir reivindicando aquellas carencias que tiene nuestra tierra. El tío Gil y la Hermana Donatila, su artículos periodísticos, sus estudios sobre la tuna o la Historia del Derecho, su Manual para sibarita pobre, sus estudios sobre la Provincia Marítima, encabezan una larga lista de sus obras que hoy forman parte de nuestra identidad cultural, de nuestro Patrimonio.

Emilio, hace unos meses pudimos conocer muchas más cosas sobre tu figura gracias al homenaje que te rindió este diario, y a mí en lo personal me sirvió para conocer muchos aspectos sobre tu vida y tu trabajo que por mi edad eran desconocidos. Seguro que con el paso del tiempo tendrás el sitio que mereces dentro del panorama cultural de la provincia por tu valentía, tu compromiso y por hacer más conocida tu tierra.

Gracias por todo Emilio, estoy seguro que allá donde estés seguirás presumiendo de haber nacido en la Sierra de Segura, para los que nos quedamos aquí hoy las ardillas de la Sierra tendrán los ojos vidriosos, como muchos de nosotros.

Sergio Rodríguez Tauste, exalcalde de Orcera

Cuánto nos pesan ya las despedidas en estos últimos meses a tantos jiennenses que nos van dejando huérfanos de referentes, como es el caso del gran Emilio de la Cruz Aguilar, el prócer orcereño al que no hace mucho tiempo Diario JAÉN ofrecía un homenaje, afortunadamente en vida, para enfatizar todo lo que este apasionado de su tierra ha hecho por ella a lo largo de toda su vida, que han sido fundamentalmente dos cosas: por un lado, enseñar la singular Sierra de Segura, darle presencia, promocionar su explosión de belleza; y de otro lado, no menos importante, reivindicarla, exigir, demandar dignidad para la sierra y los serranos. Esto que parece tan sencillo ha formado parte del quehacer de toda la trayectoria vital de Emilio de la Cruz, por eso me he permitido variar la famosa locución latina “Sit tibi terra levis” (que la tierra te sea leve) con la que nos dice la tradición que los romanos despedían a los muertos y les deseaban una trascendencia rápida y fructífera hacia la otra vida, por esta más sencilla y autóctona: “Que la ‘Sierra’ te sea leve”, porque, al fin y al cabo, la huella del que era hijo predilecto de Orcera y en la consideración popular Hijo Predilecto de toda la Sierra de Segura, vivirá para siempre en el recuerdo de los orcereños en particular y de todos los serranos en general, porque ha sido un personaje providencial para que muchos jiennenses, entre los que me cuento, descubriéramos los secretos de una de las zonas más hermosas de las que puede presumir esta provincia.

En cada viaje a aquellos lugares que yo califico de paradisíacos, casi he sentido los latidos de su corazón y la pasión, pero también la rebeldía del profeta en su tierra, que no solo cantó la hermosura del paisaje en el que tuvo la suerte de nacer, sino que fue siempre una voz clamorosa para frenar desmanes como el tradicional de la madera, riqueza esquilmada de los parajes segureños, y tantos otros con los que el caciquismo y los abusos del poder de siempre pretendieron e incluso materializaron en esta geografía privilegiada a la que querían robarle su futuro, incluso ya en tiempos del Parque Natural, que tampoco han estado ausentes de preocupaciones, sinsabores y afrentas al territorio. La voz y la pluma de Aemilius siempre se alzaron en favor de su pueblo, contra la injusticia y la sinrazón, en la búsqueda de un futuro claro y prometedor.

Claro que merecía Emilio de la Cruz Aguilar el tributo de su gente y de su tierra, su nombre y su trayectoria en favor de los municipios y su capital humano han calado en la memoria colectiva de esta geografía única por la que sentía veneración y a la que ha estado ligado físicamente hasta que ha tenido fuerzas para viajar. En los últimos tiempos, ya impedido, se alimentaba sentimentalmente con las noticias que le trasladaban sus allegados y las llamadas telefónicas que le mantenían unido al hilo conductor de su entrañable territorio, del que únicamente le quedaban impregnados en la memoria los recuerdos de tantas aventuras y tantas batallas, muchas de ellas saldadas con victorias. Sus incondicionales, bien sabemos que en todos sus empeños se dejó muchas horas de laborioso trabajo haciendo una aportación de enorme trascendencia al mejor conocimiento de la comarca. Esta tarea, presente en tantos libros como ha dejado escritos, permite hacer justicia al enorme servicio de las personas que, como él, de manera tan desprendida, dedican su tiempo a recuperar para las actuales y futuras generaciones, referencias de hechos, pueblos y personajes que conforman la historia, las costumbres, el discurrir de la vida en este entorno que como cualquier otro tiene problemas y ha de enderezar situaciones, pero goza de un privilegio inigualable, está bendecido por la naturaleza.

Profesor, doctor, universitario en toda la extensión de la palabra por su dedicación y perseverancia, incluso tuno y muy distinguido, poeta, jurista, historiador, periodista, escritor, de finísimo y reconocido humor literario, intelectual de su tiempo, ha sido una personalidad tan poliédrica que no sabría con qué cualidad de Emilio de la Cruz quedarme. Aunque sin desmerecer a ninguna de las nombradas, y tal vez porque sea la que más conozco, al estar en mi campo de visión, me quedaría siempre con el Emilio serrano, que me parece como el resto de sus facetas, admirable, auténtica, apasionada, basta con repasar las numerosas publicaciones de las que es autor sobre su soñada Sierra de Segura, donde siempre han estado y están su corazón y sus mejores emociones, y en lo que ha dependido de él, la ha hecho brillar en el firmamento de este riquísimo crisol provincial.

En fin, me despido de Emilio con el respeto y la admiración que siempre le profesé a este hijo ilustre, agradecido como jiennense de que gracias a él y unos cuantos más serranos comprometidos, a sus muchos desvelos, la Sierra de Segura sea hoy un espejo en el que se puede mirar con orgullo toda la provincia de Jaén. Como soy de pueblo, como Emilio de la Cruz Aguilar, no he de hacer ningún esfuerzo para entender lo que eso significa. Como dice muy bien el poeta Oliver Wendell, “aquello que sale del corazón, lleva el matiz y el calor de su lugar de origen”. El filósofo griego Platón ya lo expresó en su tiempo con una precisión absoluta que comparto plenamente a día de hoy: “En todas las cosas, naturales y humanas, el origen es lo más excelso”. Honor a un grande de nuestra tierra, a un serrano de pro, Emilio de la Cruz Aguilar. Que descanse en paz y que “la ‘Sierra’ le sea leve”.

Antonio Garrido, periodista

Ha fallecido Emilio de la Cruz, serrano ilustre e inquieto que nos deja obras y querencias imborrables.

Pérdida irreparable la de nuestro querido y admirado profesor. Su legado y su ejemplo son extraordinarios. Subiendo a la montaña y en la Imprenta Vera Cruz de su Orcera natal, junto a Juan Pedro Cano y otros amigos, le recordamos. Contaba Emilio 84 años, fue catedrático de Historia del Derecho en la Complutense, tuno universitario, doctor merced a su tesis sobre “El régimen de Montes de Segura (siglos XIII-XIX)”, periodista crítico, brillante humorista y escritor (publicó también bajo su seudónimo Aemilius), impulsor de la Ardilla segureña, poeta y sagaz partidario de la mujer y sus virtudes. ¡Que en paz descanse, Emilio de la Cruz Aguilar!.

José María Vallejo García-Hevia, sobrino segundo y su heredero intelectual, también doctor en Derecho y catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha, ha glosado magistralmente la figura de Emilio: “Escolar andariego, no otro fue Emilio en su niñez, como lo sería de tuno universitario en la juventud, y aun de caminante profesor en la madurez, por los caminos de España, de Europa y del mundo. Porque no sólo en su tierra patria, con la dureza y la bondad naturales de la Sierra de Segura, ha forjado, y templado, su temperamento y personal idiosincrasia, sino también, muy especialmente, con el trato, frecuentación y conversación de sus habitantes, sus paisanos, de los que siempre se ha sentido uno más. Lo que quedó reflejado, como poeta, en su obra lírica impresa: Beca Roja y otras”.

“No era rara la semana que antiguas alumnas y alumnos, que habían alcanzado relevantes puestos profesionales o ganado oposiciones brillantemente, le visitaban, o ya estaban citados periódicamente, para tomar café o para charlar, demostrándole un cariño y una gratitud entrañables. Porque, observaba yo, amaban al profesor del que habían aprendido con empatía, y con el que se habían divertido en su juventud”.

Tus pasiones, humor, talento e ingenio nos guiarán. Nuestro agradecimiento a ti, nuestras condolencias a la familia, con el respeto y el cariño a la persona libre y maravillosa que has sido, referente para siempre jamás en nuestra bendita tierra.

Ricardo Castillo Huertas, médico y director de Radio Sierra

Esto es lo que yo quiero, una mesa de pino y una cama sencilla, muy cercana del suelo, una ventana grande de horizonte completo, una pluma que escriba con el trazo muy grueso, un perro fiel, un fuego y una casa lejana con un amor secreto” (Emilio de la Cruz).

Hace pocos meses, en una conversación con el amigo Juan Espejo, director de este Diario JAÉN, surgió la idea y el empeño periodístico de hacer, si no el homenaje que Emilio de la Cruz Aguilar merecía, al menos el reconocimiento de este medio, de su Redacción y de personas que desde todos los ámbitos en los que Emilio circuló se pudiesen sumar. Gente del mundo universitario, periodístico, musical, artístico, ecologista o medioambiental, humorístico o jurídico, gente de la villa y corte o gente de las villas alejadas de la “villa y corte” —como las trece que conforman la Sierra de Segura— participamos en el proyecto con una enorme ilusión. Gente que, de una u otra manera, conocimos, disfrutamos y aprendimos de él y con él. Y se hizo el “Especial Emilio de la Cruz Aguilar”. Por eso y ante todo hay que felicitar de nuevo a este diario por la iniciativa y por el trabajo realizado. La lectura del medio centenar de artículos de colaboradores de todo tipo y pelaje es una forma excelente de empezar a descubrir quién es, o quién era, o quién seguirá siendo, uno de los personajes más interesantes de la historia de esta provincia, además de un referente fundamental en la construcción de la idea de una Sierra de Segura unida o mancomunada en los singulares valores y tradiciones que —en tiempos y situaciones de olvidos y desamparos— la han ido acrisolando. Una triste enfermedad, la más puñetera que podría sufrir una mente tan ágil y despierta como la suya, lo mantenía no solo alejado de sus querencias preferidas sino sin la mínima posibilidad de recordar sus vivencias más queridas. Eso fue lo que motivó hacer ese homenaje. Eso y la penosa constatación de que mucha gente, especialmente los jóvenes de la sierra y de la provincia, no tuviesen ni la más remota idea de quién era Emilio de la Cruz Aguilar. Así andamos. Ahora Emilio ya no está. Pero de nosotros depende que siga estando por la cuenta que nos trae. Y eso es tan fácil como leer y estudiar la obra que nos deja, desde el ejemplo de una vida tan rica y diversa como sencilla y humana. Que lo de ser ilustre no está reñido con lo de ser discreto, aunque haya quien lo confunda. Personalmente pude aprender mucho de Emilio cuando hablaba con él —de toros también— pero es ahora cuando estoy llegando a un conocimiento más provechoso releyendo sus escritos y poesías. “Emilio de la Cruz Aguilar. Vida y oficio universitario en libertad” la obra que le dedicó José María Vallejo García-Hevia, su “sobrino” y ahijado jurídico-universitario —que ha heredado muchas de sus cualidades— creo que es la mejor forma de conocer al personaje en todas sus dimensiones. Se nos ha ido un ilustrísimo buen tipo. Un ingenioso hidalgo de la Sierra de Segura, con la misma imaginación y espontaneidad que el de la Mancha pero con los pies en el suelo como Sancho Panza. Orcera y toda la Sierra están de luto y las instituciones públicas deberán hacer los actos y reconocimientos que correspondan. Aunque si le preguntasen a él, seguro que nos recomendaría echarle las honras con un porrón de buen vino y una “gachamiga” en cualquier aldea de la Sierra. Cuanto más alta mejor. Y con música, por supuesto. Yo me apunto. Cuando se pueda, claro.

Lope Morales Arias, presidente Federación Taurina de Jaén

Adiós a un embajador que ha legado para siempre la auténtica idiosincrasia de sierra tan encantadora y peculiar. La festividad de la Inmaculada va a estar inexorablemente unida para la posteridad a uno de los días más tristes de la comarca de la Sierra de Segura, con el fallecimiento de uno de sus embajadores más preclaros y egregios como ha sido Emilio de la Cruz Aguilar, que ya en vida dejó su huella en su localidad natal, Orcera, donde es Hijo Predilecto desde el año 1990 y tiene el nombre del teatro en su honor.

La Sierra de Segura, su gran pasión, quiso despedir a Emilio de la Cruz cubierta de un manto blanco de nieve, como la pureza y la transparencia de ese amor tan profundo que le profesaba a la comarca segureña. Quiso decirle su último adiós como eran las nevadas de antaño, las que vivió en su niñez Emilio y que siempre tenía grabadas en su memoria.

Emilio de la Cruz nos ha permitido conocer la verdadera y apasionante historia e idiosincrasia de la comarca segureña, el carácter amable y abnegado de sus gentes, la ignonimia y el olvido que sufrieron sus pobladores y como la madera moldeó la forma de vivir de sus gentes. Emilio supo volcar toda su sabiduría, su formación académica e intelectual, sus conocimientos de una forma cercana, fidedigna y sencilla en el conocimiento de su tierra segureña. Aquella anécdota del metro de Madrid que le indicaba que pasada por Serrano y que le emocionaba y le hacía vibrar el sentimiento condensa todo el sentimiento serranosegureño que le fluía por todos los poros de la piel de Emilio de la Cruz, que ayer heló las almas serranas como sus fríos desangelados invernales. También tuvo reconocimientos comarcales.

Emilio de la Cruz se ha unido en la sierra celestial con Manuel Ardoy, José Bautista de la Torre y Santiago González Santoro, donde balbucearán de forma angelical su infinito amor por la Sierra de Segura.

José Carlos González Lorente

Provincia