!San Benito cierra Porcuna!

Los feligreses llegaban puntuales a las 10:00 horas hasta la iglesia parroquial de San Benito, donde se iniciaba la misa tradicional, oficiada por el párroco Manuel Jesús Casado Mena. Posteriormente, desde allí partió el cortejo procesional que marcaba el querido patrón del municipio junto a la talla de Nuestra Señora de la Soledad, que se disponía profusamente engalanada sobre su paso. Cientos de devotos llenaban las angostas calles aledañas a la parroquia para acompañar a las sagradas imágenes en su temprano discurrir durante el día grande de las fiestas de Porcuna. De esta manera, las incondicionales anderas más mayores portaron a San Benito, y las más jóvenes portaron a Nuestra Señora de la Soledad, en un ambiente que no se recordaba desde momentos antes de la pandemia de la covid-19, marcado por el patente alborozo en los semblantes de los devotos porcunenses. Los sones, además, corrieron a cargo de dos bandas musicales locales, la Banda Municipal y la Banda Musical de la Virgen de las Angustias, que tocaron celestialmente las tradicionales marchas procesionales.

Numerosas muestras de devoción recibieron a la Señora en su recorrido, como petaladas desde las viviendas del municipio, las sentidas “levantás” que dedicaron sus portadoras o innumerables vivas de los fieles hacia las imágenes que protagonizaron el cortejo. También los balcones lucían reposteros en sus barandas, dispuestos a acariciar los suaves nardos que perfumaban el cortejo. La procesión estuvo presidida por el alcalde del municipio porcunense, Miguel Moreno, y otros miembros de la Corporación Municipal, así como por autoridades eclesiásticas y hermanos mayores de ambas cofradías. El día del patrón no sólo causó las mejores sensaciones entre vecinos y vecinas, sino, además, en visitantes, que se desplazaron para presenciar el cortejo y que se sorprendieron e inmortalizaron el momento con sus móviles. Finalmente, tras un recorrido de aproximadamente dos horas, se reunían, nuevamente, en un sentido encuentro minutos antes de efectuar su entrada triunfal al templo, momento que brilló por su especial recogimiento.