Reencuentro de lo más familiar

Almuerzo y traslado de la imagen con las máximas garantías de seguridad

14 jun 2020 / 12:25 H.
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La fiesta del 13 de junio supone el comienzo de la temporada veraniega en la ribera del río San Juan, unos meses en los que las viviendas diseminadas por la zona se llenan de gente para disfrutar del frescor de un rincón especial, entre huertas y la sombra de numerosos árboles. Este año la pandemia trastocó los planes, aunque no por ello las personas vinculadas con la Venta de San Antonio, en Alcaudete, dejaron de disfrutar de la presencia del religioso franciscano nacido en Lisboa y muerto en Padua.

Aunque los actos se vieron muy mermados y se modificaron sustancialmente las actividades habituales, los asiduos no quisieron perderse la celebración. A través de la N-432 llegaron fieles y amantes de este encuentro a caballo entre dos estaciones del año. Para evitar cualquier riesgo de contagio de la covid-19 se extremaron las medidas de seguridad.

Las citas comenzaron en torno a las tres de la tarde, con una comida, a base de arroz, ofrecida por Francisco García, el actual responsable del restaurante. El dueño del establecimiento brindó la invitación a quienes tuvieron a bien asistir. Fue un almuerzo de convivencia y de reencuentro. Sin embargo, la generosidad de García fue más allá, pues obsequió a los presentes con los elegantes sombreros de Diario JAÉN, en una iniciativa puesta en marcha en colaboración con este periódico. Como no resultaba posible la música en directo, se escucharon, durante la jornada, canciones grabadas.

Por la tarde, aunque, por motivos de índole higienosanitaria, no pudo celebrarse la procesión —que llegaba hasta el entorno del río—, la familia trasladó a San Antonio de Padua por la explanada contigua al restaurante, un espacio de titularidad privada. Algunas personas siguieron esta manifestación de religiosidad popular con una amplia distancia de seguridad. Este año, la convocatoria tenía un plus de sentimiento, pues Cele García, una institución en la zona y durante años cabeza visible del restaurante, se ha recuperado de unos problemas de salud de envergadura. Por ello, la gran familia de personas vinculadas con la venta se congratularon por su recuperación.

San Antonio de Padua permaneció en la hornacina adosada a un lateral del edificio hostelero. Allí, como ocurre a lo largo del resto del año, los fieles tuvieron ocasión de acercarse a la imagen. En definitiva, pese a las limitaciones, fue una jornada agradable de asueto. Además, sin rastro de los bochornos típicos de junio.

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