¡Qué viene el toro de fuego!

Vaya por delante que no son reses bravas. Son estructuras, figuras, que recuerdan o semejan al toro, a las que se hace correr, pero el espectáculo aumenta el ritmo cardiaco, por lo que el corazón nos sale por la boca; descompone el glucógeno, que es el combustible que tenemos de reserva y, por si no estuviese completo el tema, hiperventilamos, nos falta el aire por más que respiremos... Esa es la adrenalina y sus efectos, los que sintieron la madrugada de este domingo todos y cada uno de los varios cientos de corredores y corredoras del toro de fuego de Jimena. En menor medida, pero también con el corazón en un puño, los otros centenares de jimenatos y jimenatas que desde los balcones de los edificios de la plaza de la Constitución siguieron el espectáculo pirotécnico por los rateros que suben y bajan, vuelan por las paredes y reptan por el suelo, un peligro en mayúsculas, quizá mayor que las chispas que pasan a tu lado con el toro, pero como va y viene, todo es más llevadero. Llevadero, dentro de lo peligroso que puede ser quedarse en la plaza y un barril de hierro, cortado a la mitad, con dos cuernos delante y con pólvora a raudales arriba, deambule de un lado a otro sin ton ni son. Y fueron cinco los toros que salieron, precedidos de unos fuegos artificiales con los que se despedían las fiestas de la Virgen de los Remedios y dos toros chicos de fuegos artificiales para los más pequeños, para que siga calando la tradición ancestral de Jimena en las nuevas generaciones. Ninguna quemadura que resaltar, lo que demuestra que este especial encierro de pólvora y fuego fue limpio y los corredores supieron sortear a los toros, que portaban los mismos jimenatos en relevos. Entre toro de fuego y toro de fuego, la banda de música, interpretaba clásicos pasodobles, para poner punto y final a las fiestas con canciones de charanga que fueron bailadas con alegría por todos los presentes.