Premio para meses de labor

Cinco cruces de Mayo, en el concurso, en el que los colectivos dieron el máximo

19 may 2019 / 12:15 H.

Las Cruces de Mayo son más que una tradición en Espeluy. Se trata del colofón a meses de trabajo por parte de buena parte de los vecinos, distribuidos en el núcleo que da nombre al municipio y en el de Estación de Espeluy. Para incentivar esta iniciativa, el Ayuntamiento, gracias a una subvención de la Diputación, promueve un concurso. El jurado que resolvió estaba compuesto por personas de fuera del municipio para garantizar su imparcialidad. Los jueces recorrieron los cinco espacios en competición. En la Estación se encontraban las cruces de la Procofradía de la Virgen de la Cabeza —junto al templo—, la de la Hermandad de San Miguel —en el parque— y la de la carretera de la Confederación —denominada El Olivo—. Mientras, en Espeluy había un “madero” en el barrio de Buenavista y otra en las inmediaciones del Ayuntamiento y la iglesia.

En cuanto al palmarés, había un primer premio, con una dotación de quinientos ; un segundo de trescientos y un tercero, de 250. Por otro lado, se fallaron galardón de cien para el símbolo de la cruz y otro con idéntica cuantía decidido por votación popular. Por último, una persona elegida en las urnas —junto a cada estructura había una— obtuvo una caja de “Degusta Jaén”. Este año la participación aumentó en comparación con 2018.

Una de las particularidades de la celebración es la fecha, el tercer fin de semana del mes. Se trasladó, hace años, para no coincidir con las celebraciones en honor de San Gregorio. “La implicación es tal que participan prácticamente todas las familias”, manifiesta la alcaldesa espeluseña, Manuela Cobo. La responsable municipal subraya que recientemente se comenzaron gestiones para la declaración de la típica convocatoria espeluseña como de Interés Turístico.

El montaje de las cruces, rodeadas de numerosos elementos ornamentales, constituye, cada primavera, un motivo para la convivencia. Los vecinos disfrutan de una jornada juntos, pues realizan un desayuno, un almuerzo y una cena conjuntos, lo que permitió la finalidad de estrechar vínculos entre todos.

Este año, la actividad se vio dificultada por el intenso viento, que retrasó la instalación definitiva hasta última hora. “Esta tradición se disfruta haga el tiempo que haga, incluso aunque llueva”, recalca Cobo. Al menos, el descenso de temperaturas evitó el ambiente tórrido de anteriores ediciones. Vecinos y visitantes se congregaron en espacios públicos y en los establecimientos hosteleros de los dos núcleos. En algún caso, como en Buenavista, los vecinos optaron por trasladar la Cruz hasta una calle en la que el aire diera menos de lleno, lo que, en la práctica, trastocó sus planes, pues obligó a adaptar la decoración al nuevo recinto.

En cuanto a los elementos incorporados por los espeluseños, eran de los más variado, aunque sobresalían cántaros y otros recipientes y macetas, en ocasiones de papel. También se incluyeron en los montajes árboles como un olivo y se rodearon de figuras creadas sobre el pavimento, como ocurrió, por ejemplo, en la cruz de la Hermandad de San Miguel. Cada año, los residentes en el municipio se superan en cuanto a imaginación y cooperación.