Pequeños olivicultores varean en la guardería local de Los Villares

Los mayores transmiten a los alumnos tradiciones de tiempos inmemoriales

20 dic 2015 / 11:27 H.

Que no se pierda una herencia y un patrimonio milenarios. Las instalaciones de la guardería local de Los Villares se transformaron, por una mañana, en un tajo aceitunero. Alrededor de cuarenta menores pertenecientes a las aulas del último curso del centro de enseñanza se “remangaron”, junto con docentes y familiares, para recoger la aceituna de un olivo situado en el recinto.

Los pequeños demostraron sus hechuras. Ataviados con la típica indumentaria, con pantalones y enaguas cómodos, gorras y pañuelos recogieron el fruto ofrecido por el árbol. No les faltaban ni siquiera varas, acordes con su tamaño, para golpear con suavidad las ramas. Unos tiraron las drupas con las piquetas, mientras que otros las recogieron en sus típicas espuertas hechas de esparto.

La actividad, simbólica y de concienciación, tiene ya una década de historia. La intención es que los niños experimentaran todo el proceso de recolección de la aceituna, actualmente en su apogeo. Ellos mismos pudieron comprobar, en meses pasados, cómo las olivas engordaban y, ya en la estación otoñal, maduraban.

La jornada no concluyó ahí, ya que, después, los menores se desplazaron hasta la almazara Jiménez, ubicada en el municipio, donde cada uno de los participantes en la iniciativa añadió el resultado de su trabajo. Al final, salieron del recinto con un albarán en el que figuraba que habían conseguido diecinueve kilogramos. Esta cantidad se une a la cosecha de los olivares del Ayuntamiento, que tiene cuenta en este y otros molinos. De hecho, cada temporada se opta por uno de los que existe en Los Villares. Los vareadores y recolectores no se fueron de vacío de las instalaciones oleícolas, ni mucho menos. La empresa los invitó a un desayuno saludable, en el que disfrutaron del típico hoyo de pan con el mejor aceite.

Estos momentos dieron pie para comentar los lances de una mañana en la que colaboraron todos los sectores de la comunidad educativa del centro. Entre las personas más implicada se encontraba la directora de la guardería del Ayuntamiento, Rosa Hidalgo.

Dentro de las ventajas de la propuesta estaba la posibilidad de trabajar, de una manera sencilla y casi imperceptible, valores como la colaboración y el esfuerzo, igual que el ejercicio de las destrezas físicas. El fruto, después de semanas sin lluvias y con temperaturas agradables —elevadas para los prolegómenos del invierno—, tenían una maduración óptima. La práctica totalidad del fruto estaba en el árbol. Pese al vareo, no se utilizaron los habituales fardos o mantos, que sí son corrientes en las explotaciones convencionales, donde también ha proliferado la maquinaria en los últimos años. Se eligió, en cambio, un sistema mucho más tradicional, que permite recordar las escenas de hace unas décadas, cuando los temporeros realizaban un trabajo duro solo auxiliados con sus propias fuerzas y, en ocasiones, con animales de carga. Al término de la iniciativa tanto los niños como sus allegados y los enseñantes salieron contentos con el resultado.