Paco, el hortelano cantor

30 jul 2019 / 11:36 H.

Es Paco un tipo campechano y jovial, curtido en las batallas de la azarosa vida de sol a sol doblando la cintura, que sabe exprimir cada momento de los que vive feliz junto a los suyos. Nunca, pese a las fatigas, ha dejado de cantarle a la vida. Ha sido de todo para sacar adelante a sus tres hijos (Sara, Eduardo y Macarena), desde bracero en la vendimia manchega (a 250 pesetas el jornal) a albañil en Barcelona (tres años enteros con sus días y sus noches), también camarero de un pub propio en su pueblo, Los Noguerones, anejo de Alcaudete y siempre, en todo momento, agricultor, hortelano, un oficio a extinguir porque los olivos ya copan hasta las riberas de los ríos, antaño siempre cobijo de las mejores hortalizas de media España y casi España entera.

El director de Diario JAÉN, Juan Espejo, retoma su nueva sección web y viaja hasta la Sierra Sur para pasar una tarde entera con Paco Álvarez, el hortelano cantor, que cría melocotones y ciruelas que son premiadas cada año en ferias hortofrutícolas. En plena recolección de lo que da una huerta sembrada en primavera con mimo y mucho esfuerzo, desde pepinos a berenjenas, pasando por pepinos, patatas o sandías, sin olvidar los tomates, este hombre sabio de los de toda la vida resulta que lo cría todo bueno porque además de que sabe lo que se hace, le canta por fandangos a los melocotones y a las sandías... A su único nieto, Miguel Ángel Torres Álvarez, de 5 años, intenta meterle el gusanillo de la huerta y desde muy crío distingue lo que su abuelo cultiva en la huerta y le ayuda con verdadera pasión. De igual forma que su mujer, María Vicenta Escucha Serrano, compañera inseparable de fatigas, convierte en tarros de conservas todo lo que no se disfruta ahora, recién cogido, en gazpachos y ajoblancos, tortillas de patatas ecológicas o ricos ponches de melocotón. No se pierdan esta nueva entrega en formato vídeo donde el único protagonista es Francisco Álvarez y sus cantes, con imágenes fuera de lo común de una huerta, con el río Víboras en horas bajas por la calor y la Sierra Llorosa ahí siempre presente. Más el verde perenne de una huerta criada con mucho amor y buena agua.