Otro pasaporte, mismo corazón

8

05 may 2020 / 16:37 H.
Ver comentarios

El recibimiento es cálido, sonrisa familiar y ojos cristalinos como la luz que hoy inunda La Puerta de Segura ‒a 1 de mayo, cinco de la tarde, calle Travesía después de tantos días de lluvia. Nos abre Rashid con Anas en brazos. Kaltoum, la esposa, nos espera al pie de la escalera, en un diminuto recibidor entre la cocina estrecha, un dormitorio, el salón de seis metros cuadrados y el cuarto de baño. Todo apretado y tan escaso como la decoración, pero una terraza radiante donde comparten la alegría de estar juntos en plena época de Ramadán, a pesar de las circunstancias de precariedad económica.

“Somos de Taurets, cerca de Nador, al norte de Marruecos. Hace cuatro años que estamos aquí en La Puerta, pero a España vine en 2003”, cuenta Rashid. “Yo vine en 2006”, interviene Kaltoum, la esposa. Rashid llegó a La Rioja para la recolección de la uva. “Allí pasé 15 años, luego nos casamos y vinimos a La Puerta”. Kaltoum estuvo viviendo un tiempo en Cortijos Nuevos, “que tengo allí a mi hermano y su familia”. Ahora, durante el Ramadán, pueden comer desde las nueve de la noche hasta las cuatro de la mañana. “Ponemos la mesa”, dice Rashid, “y se queda puesta toda la noche. Cuando nos apetece comemos algo, pero solo hasta la cuatro de la mañana”. “¿Pasáis la noche despiertos?”, preguntamos. “No”, dice Kaltoum, “yo por el niño no puedo, pero él sí se queda más rato”. “Sí”, afirma Rashid, “yo como un poco, después de un rato pico otro poco y así toda la noche, mientras veo el fútbol o algún programa que me guste. También descanso algunas horas”. “¿Y qué soléis comer?” “Hoy toca sopa. Pero también comemos pizza, de lo que haya, menos cerdo. El cerdo tiene mucha grasa. En nuestra religión, según el Corán, el cerdo no se puede comer. Así está escrito. Si lo comes, puedes coger enfermedades. La gente no sabe, tú lo explicas pero no se entiende. Es mejor callarse. Digo que es por mi religión y se acabó. Nosotros hacemos lo que está escrito. Mi familia me ha enseñado eso. Yo por respetar a mis padres y a mi marido y ya está. No lo hacemos por obligación. Mi marido, gracias a Dios, me respeta y yo lo respeto a él. No me obliga a ponerme el pañuelo ni nada, ni me dice dónde vas, por qué sales, ni por qué haces eso o lo otro, porque no vamos a hacer nada que no se pueda hacer. Cumplimos con las tradiciones y lo hacemos de buena gana. Hay respeto entre dos personas y ya”.

Rashid trabaja en la temporada de aceituna o cuando lo llaman. Ahora no tiene ni trabajo ni derecho a ningún tipo de subsidio ni perspectivas hasta que no llegue septiembre y empiece la temporada de recolección de la uva en La Mancha. Después de casi veinte años, no ha conseguido la nacionalidad. Kaltoum tampoco. “Ahora han puesto muy difícil el examen. Nosotros no estamos preparados para aprobar”. Ella cuida ancianos y gana 400 euros al mes por cuatro horas diarias. El alquiler cuesta 200, más luz, agua, gas, etcétera. “Así es muy difícil vivir. Hay días que no tenemos ni para pañales”. Y como no hay guardería para Anas, ni pueden dejarlo con nadie, ni Rashid no puede salir a trabajar a otro sitio. “No es porque seamos marroquíes”, dice Kaltoum, “hay muchos españoles como nosotros. En las ciudades están peor. En La Puerta la gente nos trata muy bien, yo, mira, tengo un trabajillo, no es suficiente, pero por lo menos algo tenemos”.

Provincia