Tributo a los “últimos de Filipinas”

El marteño Enrique Castillo asiste a los actos por el 120 aniversario de la gesta

04 ago 2019 / 12:17 H.

Enrique Castillo relata las sensaciones y la experiencia que vivió en su viaje al archipiélago asiático para rememorar una hazaña de finales del siglo XIX de la que su bisabuelo, Felipe Castillo Castillo, fue protagonista, ya que formó parte de los 33 héroes llamados “los últimos de Filipinas”. El marteño guarda como recuerdo una muestra de arena de la que posiblemente pisara su ancestro. Incluso asistió al homenaje en la ciudad de Baler y a los actos conmemorativos del Día de la Amistad Hispano Filipino, que se celebra cada 30 de junio. Este año se conmemora el 120 Aniversario de un acontecimiento épico.

Acompañó a miembros de la Asociación Nacional de los Últimos de Filipinas. De la experiencia, Enrique Castillo recuerda con mucha emoción la llegada a Manila y el desplazamiento hasta el pueblo de Baler, a través de la impenetrable selva de la Sierra Madre de la isla de Luzón. El recibimiento fue excelente por parte de las autoridades civiles y militares filipinas y españolas. Destaca que fue un viaje “magnífico”, que esperaba desde hace mucho tiempo y que no descarta repetir. “Allí quedan sentimientos muy vivos, que no se pueden explicar como yo los sentí”, recalca el protagonista del viaje conmemorativo.

Castillo narra emocionado su llegada a la iglesia de Baler. Se adelantó al resto de expedicionarios españoles con los que iba. Apreció cómo su ritmo cardiaco se incrementaba y sus ansias por situarse frente a la fachada del templo habían llegado a su punto más alto. Después de recorrer unos metros se consiguió el objetivo. Una vez dentro se quedó pasmado ante aquello y evocó las historias que allí ocurrieron y vivieron los héroes. “Allí nadie aguantó las lágrimas. Los sentimientos estaban a flor de piel, era algo indescriptible, fue un choque de emociones. En esa iglesia hay algo magnífico que te transmite una emoción desbordante. Los cerramientos del templo, los protegieron de los ataques enemigos, y aún quedan incrustados en ellos sufrimientos de aquellos 33 valientes”, manifiesta.

Transcurridos 337 días de asedio, los protagonistas decidieron capitular cuando ya no tenían nada que comer. La primera intención fue salir a la selva con dirección a Manila, misión imposible por la debilidad de aquellos hombres y porque la selva era impenetrable. La capitulación se realizó el 2 de junio de 1899 y el 29 de julio embarcaron en el puerto de Manila con dirección a España. Cien años después, el senador Edgardo Angara propuso al Gobierno del país insular la aprobación de la Ley de la Amistad Hispano-Filipina, que fue aprobada en 2002. Un año después se celebró, por primera vez, en Baler. Los principales actos fueron el día 30 de junio. Muy temprano los llevaron al lugar llamado El Real. Junto al monumento se depositaron dos coronas de flores, una española y otra filipina. Una unidad del Ejército presidió el acto y disparó varias salvas militares recordando el hecho histórico. A continuación, descendientes de katipuneros y de españoles se fundieron en un abrazo, como colofón para la jornada.

evocación. “Toda la expedición española nos encerramos en el interior de la iglesia y cuando se abrió la puerta pudimos reproducir la salida de ellos en 1899. La nieta del cabo García Quijano y yo llevábamos una corona de flores en la que se apreciaban las banderas de España y Filipinas. Delante de nosotros, el tataranieto de Quijano portaba la bandera española con el escudo que representaba a España en 1898, a su izquierda el presidente de nuestra asociación. Detrás de nosotros, en fila de a tres, el resto de la expedición española. Los militares filipinos presentaban armas a nuestro paso. Al mismo tiempo, otra unidad del ejército filipino entonaba los dos himnos. Fue muy emocionante y evocador revivir el hecho histórico transcurridos 120 años”, explica el marteño.

A continuación, se pronunciaron los discursos, por parte de las distintas autoridades anfitrionas y españolas. Seguidamente, los invitaron a un almuerzo donde conocieron a distintos descendientes filipinos. Entre ellos a Bobot Tecson, nieto de Simón Tecson, quien firmó la capitulación el 2 de junio de 1899. El día 1 de julio, regresaron a Manila y fueron invitados a cenar en el Casino de España, donde degustaron el mismo menú que los héroes de Baler, el día 15 de julio de 1899. Los actos concluyeron con la visita a la ciudad de Intramuros, donde pudieron visitar la tumba de Legazpi en la iglesia de San Agustín. También el Fuerte de Santiago, donde se recuerda al héroe nacional, José Rizal, y su conocido poema, “El Último Adiós”. En la puerta del fuerte pudieron contemplar la huella hispana con el escudo español grabado en piedra y en la parte superior la figura de Santiago Apóstol. La visita al lugar en el que Rizal fue fusilado pusieron fin a la permanencia en Intramuros.

Por otro lado, el próximo 1 de septiembre, la asociación se reunirá para revivir la llegada de los héroes al puerto de Barcelona, con una reconstrucción histórica y se procederá al desembarco de los descendientes y alguna unidad militar para reproducir la llegada del navío Vapor Alicante cuando regresó desde Manila en 1899.

“En ninguna guerra ha ocurrido lo que pasó en Baler. Allí no hubo vencedores ni vencidos. Aquellos héroes resistieron 337 días de asedio en unas condiciones infrahumanas. La muerte los acechaba cada día, pero su fortaleza y las ansias de regresar a España hizo que salieran de la iglesia con vida”, puntualiza el bisnieto de Felipe Castillo, quien fue el último de los últimos de Filipinas que murió, a los 86 años. En estos últimos años, Castillo prepara su libro tiulado “33 héroes en dos extremos de un eje, los últimos de Filipinas”. Se trata de un ensayo novelado, que se publicará antes de que concluya este año, en la que se recoge la biografía de los protagonistas de la proeza antes, durante y después de su experiencia en Filipinas. Se incluirá la parte del viaje conmemorativo del 120 aniversario de la gesta de Baler.