Los folios bonitos de Onsares
La familia educativa del colegio El Collao enseña y aprende cómo comunicar

La mañana es soleada y fresca. El Colegio Público Rural El Collao de Onsares está en silencio, como la aldea segureña, dependiente del cercano Villarrodrigo. Sólo las bandadas de gorriones que picotean entre los árboles y pueblan los tejados lo rompen. En la segunda planta del colegio está clase. La maestra, María Francisca Peña García, está sentada en una mesa rectangular de trabajo en grupo. Está atendiendo a Iratxe y David, los más pequeños, que cursan segundo y primero de Primaria, 7 y 6 años, respectivamente. En su mesa escribe en la libreta Ana Belén, hermana de David. Tiene 11 años y estudia último año de Primaria. Al lado, de pie, Víctor repasa trabajos manuales que ha terminado. Al fondo de la clase, una pizarra digital generosa en pulgadas y de última generación espera las consultas de la jornada. La clase es un compendio, entre clásico y moderno, de todas las clases que podemos recordar cuando fuimos, como ellos, escolares. No falta ni el esqueleto para aprender anatomía.
Los onsareños, poco más de 80, están a lo suyo: el monte, los olivos y el ganado. La familia educativa de El Collao hace lo propio y se prepara para la presentación del programa Prensa-Escuela, a la sombra del patio. El director del periódico, Juan Espejo, coloca en última instancia la maleta viajera que esconde sorpresas. Deben adivinarlo los cuatro escolares, y su maestra, porque no le quitan ojo. Son desenvueltos, alegres y curiosos, pero también rigurosos. Mari Francis, como conocen en la aldea a la maestra, trabaja con sus cuatro alumnos, con riguroso primor, un tomo que atesora el conocimiento adquirido durante el curso. Esta maestra veterana les llama “Los folios bonitos”. Y lo son. Pulcra caligrafía, redacciones singulares, hermosos dibujos y precisas gráficas hechas a mano con estadísticas. La que repasamos va de población, una de curva y otra de barras coloreadas. Cuando finaliza el curso, la maestra encuaderna y archiva.
Ahí está el conocimiento y la experiencia vital de los niños que van pasando por la escuela rural. Esos folios bonitos van a aumentar con la experiencia inédita para ellos de conocer cómo es y cómo se hace un periódico, aunque Ana, por ejemplo, ya escribe crónicas sobre la aldea. Pero no habían visto una vieja máquina de escribir casi centenaria, o pequeñas cámaras de fotografía de fuelle y placa de cristal, ni sabían de la existencia de otros dos jaenes en el mundo —Perú y Filipinas— y que la arena de tinta del periódico se utiliza para hacer ladrillos.
Si tienen dudas, preguntan y repreguntan, y si no es el caso acaban respondiendo casi sin preguntarles. Queda claro que les importan las relaciones con sus vecinos, conservar la naturaleza y mejorar su aldea y el mundo.

Las crónicas de Ana Belén, entre tradición y actualidad
Entre los folios bonitos están las crónicas que Ana Belén Herreros Blázquez ha redactado sobre la aldea. Ella asume con naturalidad nuestra curiosidad por leerlas y la maestra, con legítimo orgullo. Una es de Jaky, un perro que mordió “en los bajos de los pantalones” a un vecino a la salida de misa. El estilo es irreprochable. Otra versa sobre la una nueva explanada para albergar a los ciclistas de la Vuelta a Andalucía, que estaban por llegar.

Ecologistas, carnavaleros y arqueólogos
Las actividades complementarias del colegio aúnan modernidad, tradición y sentido pedagógico
La tradición es importante, sobre todo en una aldea que las tiene muy señaladas durante el año y, aunque el carnaval no está entre ellas, sí que propicia que maestra y escolares de El Collao aprendan mientras se divierten y sorprenden a los vecinos, a sus familias. La pandemia ha restringido ciertas actividades, pero en 2019 el empeño de la clase hizo realidad la celebración del carnaval con unos estupendo disfraces de soldados identificados con el escudo del municipio matriz, Villarrodrigo. Plástico de colores para los ropajes de templarios y a pasear por el pueblo, con parada en la ermita de La Milagrosa.
Este año hubo también carnaval pero en clase, sin salir, y disfrazados de vacas. Todavía faltan meses para Navidad, pero ya están trabajando en el Belén gigante que cada año colocan a la entrada del colegio: papel, cartón, pintura e imaginación para variar. Con papel grueso de envolver paquetería han comenzado a construir una cueva, asentamiento prehistórico adosado en un lateral de la puerta de entrada a la clase, simulando las ondulaciones y aristas de la roca, entre las que ya han plasmado dibujos de traza humana y animales muy al estilo magdaleniense de los abrigos del sur de Francia y del norte de España.
Y reciclaje concienzudo y casi completo: papel, cartón, residuos domésticos, pero todavía no pueden reciclar plástico. No hay contenedor para este material en la aldea. Cosas de la ratio por habitante, descubrimos. Tampoco son ajenos a lo que ocurre en otros lugares. Cuando la joven activista Greta Thunberg vino al cumbre de jóvenes en España, en diciembre de 2019, estos niños y su maestra se manifestaron en la aldea por el planeta y su supervivencia. Cuando se normalice la situación de la pandemia volverán a viajar, aquí y allá, como solían.

María Francisca Peña: “Le vamos a sacar provecho al periódico”
“Ha sido una experiencia muy bonita. Estábamos deseando que llegara el día, porque tengo que confesar que otras compañeras ya me habían dicho que Juan Espejo siempre trae sorpresas, sobre todo en su maleta. No sabíamos qué tenía dentro hasta que Alexa le pidió que la abriera y ya has visto los ojos que han puesto todos”, relata Mari Francis, como la llaman todos a la “seño” de Onsares. “Ellos tienen inquietudes, sobre todo los más mayores. Ana, por ejemplo, tiene mucho interés en redactar y hacer crónicas y otras cosas. Le salen muy bien. Se van a animar a presentar algo al concurso, eso seguro”, añade.
Mari Francis hace más de 80 kilómetros diarios, desde Hornos, donde reside, para llegar a Onsares. Lleva cuatro años trabajando en esta escuela y están encantada. Derrocha vocación, algo que no pasa desapercibido apenas se la observa cómo atiende a sus alumnos, cómo les habla. ¿Piensa seguir aquí? “Por supuesto seguiría, pero lo que ocurre es que si no hay contratiempo me jubilaré en octubre”, responde. Ya le toca después de una intensa trayectoria y varios destinos”. Como otras compañeras y compañeros es ejemplo de esos docentes itinerantes, entregados, que sostienen el armazón educativo en estas zonas rurales, aldeas y municipios pequeños. “Estaba muy ilusionada y ha sido muy bonito, un paseo por la historia y sus medios para escribir y comunicarse. Una de las cosas que trabajamos en Lengua son las noticias. Hoy le vamos a sacar provecho al periódico que nos habéis traído”, concluye. Como su legado, que al menos tiene cuatro herederos con futuro.
Paso a paso el proceso de edición e impresión del periódico en carteles ilustrativos
Antes y ahora, la evolución tecnológica que ha experimentado la impresión y edición del periódico en sus 80 años de vida. Sendas pancartas que acompañan al Prensa-Escuela para que los escolares visualicen todo el proceso y, a la vez, en la exposición del director del periódico puedan observar y conocer algunas de las herramientas básica que se utilizaron y que se utilizan actualmente. David e Iratxe la sostienen. Ana y Víctor hacen lo mismo con el panel de la elaboración: desde que se busca la noticia, hasta que se redacta. Los móviles no les son ajenos, pero las viejas máquinas de escribir y fotografías sí. Les encanta descubrirlas y, también, conocer otras utilidades del periódico, una vez leído y reposado: por ejemplo, para hacer manualidades con el papel endurecido con engrudo Art Attack.
La aldea con miras desde el Cambrón y con su Milagrosa
A las ocho y media de la mañana un pastor con un hato de ovejas baja por la margen derecha de la carretera. Ve el coche y agrupa el ganado en un arcén que casi no existe. Ayuda el perro pastor. A su altura, ya levanta la garrota y eleva la cabeza a modo de saludo. Se le corresponde. Poco más abajo está cruce que lleva hasta la aldea de Los Maridos, apenas cuatro casas y más abajo ha quedado el de la otra aldea de Torres de Albanchez, El Moracho. Hasta Onsares queda poco más un kilómetro desde el encuentro con el pastor, la última aldea del último pueblo de la provincia, Villarrodrigo. Último en el límite con al provincia de Albacete, apenas a tres kilómetros. La carretera de acceso desmerece el paisaje. Necesita asfalto y pintura. Pero a sus márgenes está el dominio de los pinos, que en las riberas alternan con encinas y adelfas. El olivo ya no predomina, se incrusta entre los pinos como jirones de un vestido exuberante. Y entre ellos, en una garganta pequeña, Onsares, la aldea de la Milagrosa y su romería, ya cercana, que data de 1928, año en el que el cura de Villarrodrigo fue invitado por la maestra de la aldea para dar la primera comunión a laos escolares y llevó de regalo una tallad e la Virgen. Los aldeanos hicieron la ermita y este fin de semana es la fiesta. Desi, un joven vecino, sale a despedirnos e invita. “A ver si vienen, merece la pena”. Seguro que la merece. Casi adosado a su escuela, Onsares tiene un pequeño consultorio médico y una parada de autobús con una amplia marquesina. En uno de sus laterales y en el colindante del consultorio médico están los 35 buzones que atiende Correos. Más arriba, la ermita y a pocos metros se alza la instalación de la cooperativa de aceite, cerca del pilón, el abrevadero para el ganado. Hay una pista de bolos y una piscina, con bar a su vera, frente al paseo del río, porque el Onsares, que también se llama así, cruza el sur de la aldea. La leña se apila todavía en muchas de las casas. Hay un cierto trasiego en la cooperativa y cruzan frente al colegio, a pie de la carretera que conduce hasta Villarrodrigo, la gama más común de todoterrenos imprescindibles para el campo. Se puede ir en excursión hasta la piedra del Cambrón desde donde se disfrutan de algunas de las mejores vistas de la Sierra. Los niños llegan al colegio con su madres; Desi trasiega en su casa, que está enfrente, mientras suena música de flamenquito en su salón. La clase permanece en silencio, están haciendo folios bonitos.

Es el más pequeño del grupo, 6 años y cursa primero de Primaria. Hermano de la mayor, Ana Belén. Es inquieto, no para de moverse y pregunta de vez en cuando en la exposición, como corresponde. Su hermana dice que le encanta acompañar a su padre con las ovejas. Él lo corrobora con un “síiiiii...” rotundo. Apenas está empezando pero, como suele ocurrir en estas edades, lo tiene claro. ¿Que te gustaría ser? ¡Policía!, exclama. ¿Y eso por qué? Piensa un segundo: “Por que síiiii...”, responde.

Parece tímida, pero a los pocos minutos ya participa con naturalidad y, siempre, con una sonrisa tras la mascarilla. Tiene 7 años y su curso es segundo de Primaria. Jennifer y Sergio son sus padres. Tienen un centenar de ovejas y cabras. La vida de la familia es la ganadería y el campo. A Iratxe le encanta “cuidar de los animales”. ¿De las ovejas? “Sí también, porque quiero ser cuidadora...”. Se detiene y busca la palabra. Le damos una pista y la encuentra de inmediato: “Quiero ser veterinaria”. Así sea.

Es un chaval serio, amable y participativo. Tiene casi 10 años y cursa cuarto de Primaria. María Juliana es su madre y José su padre. Víctor habla con propiedad del corral con animales que tiene la familia: hay de todo, pero precisa que tienen una gallina araucana, una raza chilena. Su madre ha trabajado en el campo, y su padre en mantenimiento de la Alhambra de Granada. “Quiero ser abogado; me gusta y se gana bien”, asegura con una seguridad pasmosa. Y estudiar en Valencia, donde tiene familia.

Hermana de Víctor. Tiene 11 años y cursa sexto de Primaria. El próximo curso irá a Secundaria, al instituto de Siles. Sus padres son Ana y Blas, tienen “campo” y medio centenar de ovejas, precisa. Es resuelta y se conduce con una seguridad pasmosa para su edad en todo lo que hace. Le gusta escribir, es la cronista del grupo. “No sé con seguridad lo que voy a hacer cuanto termine el bachillerato, pero me gustaría ser actriz”, asegura. Y no se olvida de su abuela Dorotea, 72 años, que regenta el bar “Herreros”.