“Lamento lo ocurrido, no soy un sádico ni un psicópata”
El acusado por fraticidio en Mancha Real asegura que iba bebido y drogado cuando ocurrieron los hechos
Según el acusado, sus hermanas le sometían a un ninguneo constante y a un calvario de denuncias falsas por amenazas, circunstancia que agravaba su consumo de alcohol y drogas, a los que estaba enganchado desde la adolescencia y cuyos efectos le hacían actuar de forma agresiva y fuera de sus cabales. Según la Fiscalía y las dos acusaciones particulares, tenía “muerta de miedo” a una de sus hermanas, Manuela, a la que intimidaba de manera reiterada a pesar de que pesaba sobre él una orden de alejamiento por una agresión previa, hasta que, finalmente, selló lo que, según una de las letradas de la acusación, era “una crónica de una muerte anunciada”, la de la propia Manuela, de 52 años, presuntamente degollada a manos de su hermano, Lucas P. R., de 53, en plena vía pública de Mancha Real el 25 de septiembre de 2020, por la tarde.

Son dos versiones completamente opuestas de una misma realidad para cuyo esclarecimiento se celebró ayer la primera sesión de un juicio con jurado popular que podría durar hasta este viernes. La Fiscalía acusa a Lucas P. R., que se sentó en el banquillo de la Audiencia Provincial, de un delito de asesinato, otro delito de quebrantamiento de la orden de alejamiento, dos delitos de amenazas, un delito de atentado contra agentes de la autoridad y dos delitos leves de lesiones, con los agravantes de reincidencia, de parentesco y alevosía. Todo ello suma una petición de 27 años de cárcel y 540 euros en multas. Además, por responsabilidad civil el Ministerio Público reclama el pago de 500.000 euros entre el marido, la madre y las tres hijas de la víctima y otros 550 euros para los dos guardias civiles a los que supuestamente agredió tras su detención. Las dos acusaciones particulares —una del viudo y las hijas y otra de la madre y las dos hermanas de Manuela— elevan la petición de prisión a 32 años y consideran que concurre el agravante de ensañamiento.
El de ayer fue un día largo en la sala de vistas de la Audiencia Provincial de Jaén que comenzó sobre las diez de la mañana, con la constitución del jurado popular, y finalizó ya pasadas las nueve de la noche. De hecho, pese a que estaba previsto que el acusado prestara declaración antes del receso para el almuerzo, no lo hizo hasta una vez reanudada la sesión, sobre las cuatro y media de la tarde. Lucas P. R., que insistió en declarar de pie y que sólo respondió preguntas de su letrado, aseguró haber sido víctima de numerosas “denuncias falsas” por parte de su hermana Manuela, de la que dijo que era “inestable psicológicamente”. “Las denuncias me generaban angustia, impotencia y problemas de ansiedad, aparte de rabia”, manifestó. De hecho, indicó que se refugiaba en el alcohol y las drogas —cocaína y cannabis—, lo cual agriaba su carácter: “Cuando tomaba una copa ya no podía parar de beber y me ponía agresivo”, indicó. Además, acusó tanto a Manuela como a sus otras dos hermanas de “lavar el cerebro” a su madre y ponerla en contra de él.
El día de marras, Lucas P. R. había declarado ante el juez después de que su hermana solicitara que se endureciera la orden de alejamiento que pesaba sobre él. El acusado explicó que, tras salir de dependencias judiciales, tomó varias copas de alcohol en diversos bares tanto en Jaén capital como en Mancha Real. También, según dijo, se fumó un porro. “Salí del Juzgado enfadadísimo”, aseveró. Fruto de todo ello, y tras acudir a casa de su madre “para que me dijera qué había hecho yo para que me negara la entrada” —agregó que no la insultó—, señaló que se montó en su coche y puso rumbo a su domicilio, pero que en el camino se encontró de forma casual con Manuela. “Sentí un estallido en la cabeza, se me aceleró el corazón”, explicó, y justificó aquello en el hecho de que su hermana era la responsable de las denuncias falsas contra él. “Di la vuelta por otra calle y paré el coche en el primer sitio que vi. Me dirigí al maletero y cogí la primera herramienta que se me vino a la mano”. Fue un serrucho. El acusado aseguró que su hermana le insultó, hubo forcejeo y ambos cayeron al suelo. “Vi que el cuchillo estaba manchado de sangre. Estaba nervioso y me fui”. Lucas P. R. apuntó que no prestó auxilio a Manuela porque “no sabía si la herida era mortal”. La defensa, de hecho, aseveró que el acusado no serró el cuello de la víctima, como sí sostienen tanto la Fiscalía como las dos acusaciones particulares, sino que la herramienta, tras la pelea, acabó de manera fortuita en el cuello de Manuela. Es más, considera que su defendido sufría un trastorno mental transitorio cuando tuvieron lugar los hechos, que califica como homicidio. “Él no quería causarle la muerte ni sabía lo que hacía”, expresó. Por último, Lucas P. R. dijo sentir el fallecimiento de su hermana: “Lo que más lamento es no haber sabido gestionar esto de otra forma porque mi hermana estaría viva. No soy un sádico ni un psicópata”.
No piensan lo mismo ni el Ministerio Público ni las acusaciones particulares. Según se detalla en el escrito de calificación de la Fiscalía, el acusado, sobre las 17:40 horas de aquel 25 de septiembre, estacionó su Land Rover a menos de 36 metros del domicilio de Manuela, pero oculto tras una esquina. Cuando vio a su hermana salir de su casa, la abordó por la espalda portando un serrucho de 44 centímetros y, “con clara intención de causarle la muerte”, la tiró al suelo, la inmovilizó, le agarró por el pelo con la mano izquierda y, con la derecha, le serró el cuello “en reiteradas ocasiones como si estuviera cortando una rama” hasta “casi decapitarla” y acabar con su vida.
TESTIGOS . La lista de testigos prevista para ayer era larga, sin embargo, las profusas intervenciones de las partes a lo largo del día fueron alterando los planes hasta que, finalmente, tan sólo pudieron declarar dos testigos, el marido de Manuela y un vecino que la asistió después de que su hermano le agrediera propinándole un cabezazo en la cara, hecho por el que Lucas P. R. fue condenado a la orden de alejamiento.
El viudo, que se vio superado por la emoción en varias ocasiones, negó todo cuanto había declarado su cuñado acerca del ninguneo al que, según él, le sometía Manuela. “Su hermana le ha defendido a capa y espada”, dijo, y añadió que incluso el matrimonio había prestado dinero al acusado en diversas ocasiones. El testigo describió un ambiente familiar “normal” que se alteró en cuanto una de las hermanas de Manuela y Lucas denunció a este último por trapichear con droga en la casa de su madre. A partir de ahí, según indicó, comenzaron las amenazas de Lucas a Manuela. “Le tenía miedo. No podía salir a la calle ni hacer su vida normal”, expresó. Hoy se reanudará el juicio con la declaraciones del resto de testigos que estaban previstas para ayer.
La tensión obligó a desalojar la sala
La sesión se embarulló en varias ocasiones y estuvo llena de largas intervenciones que dilataron la jornada. En su alegato inicial, el abogado de la defensa, que antes había intentado llegar a un acuerdo para que el acusado fuera condenado a 15 años de cárcel, lamentó que la Fiscalía hubiera incluido en su escrito de calificación “afirmaciones inventadas” e “impropias de un Ministerio Fiscal”, al que acusó de “imparcialidad”. No obstante, el mayor momento de tensión se vivió sobre las siete de la tarde, mientras el viudo de la víctima respondía a las preguntas del mismo letrado. A Lucas P. R. y el testigo los separaba un panel móvil que protegía al segundo y evitaba que pudieran cruzar sus miradas. Sin embargo, en un determinado momento, Lucas P. R. amagó con levantarse de su silla y esquivar el panel. Los policías nacionales presentes en la sala lo detuvieron rápidamente, pero la jueza ordeno que abandonara la sala. La sesión se detuvo durante unos minutos y, luego, se reanudó.