La Virgen de Fátima siembra de alegría un paisaje único
Devotos de Castillo de Locubín y municipios cercanos veneran a una imagen querida

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La primavera y, concretamente, el mes de mayo, trae consigo en la provincia de Jaén un nutrido abanico de advocaciones marianas en la que los pueblos de toda la provincia jiennense salen a celebrar a la madre de Dios.
También tienen lugar las cruces de mayo, celebración arraigada en el cristianismo que se celebra dentro de los tiempos de Glorias de calendario católico.
En Castillo de Locubín celebran con una pasión inherente a sus raíces los festejos de la Cruz de Fuente Rueda y la venerada imagen de la Virgen de Fátima, que se procesionan en el ambiente romero tan característico de estas fechas.
El motivo de aclamación de estas fiestas viene de tiempos de la Guerra Civil, ya que por la zona hubo varios destrozos, incluso impactos de proyectiles. Cuando acabó el conflicto fratricida, un vecino encontró una cruz de madera que se encontraba intacta bajo los escombros y un cortijo sin ningún tipo de daño tras el desastre, por lo que los castilleros comenzaron a venerar a la cruz y su milagrosa conservación.
En esta jornada de sol radiante y tiempo estable, los vecinos de Castillo de Locubín y algunos allegados de Martos y de Fuensanta, salieron al cruce de Puente Camas, en la carretera que conecta el municipio con Valdepeñas de Jaén, para dar salida al cortejo que acompañó a los dos pequeños tronos en su procesión hasta el “Cerro de la Cruz”, donde se ofició una misa en su honor y una verbena para volver a celebrar la idiosincrasia del pueblo de la Sierra Sur.
Una gran multitud, devota de la cruz y de la Virgen de Fátima, se encontró acompañada por otras hermandades como la Cofradía de la Virgen de la Cabeza de Castillo de Locubín, patrona del municipio.
Asimismo, el séquito fue escoltado por la Agrupación Musical Castillo de las Águilas, del propio municipio, que entonó un ambiente romero por los cuatro costados.
A medida que el desfile encaraba la subida del cerro, varias tonadillas se cantaron en honor a la Virgen de Fátima por varias devotas, que a su vez cargaban con la imagen, mientras los hombres se encargaron de portar la cruz.
En el momento que la procesión abandonó la carretera para meterse por las veredas que les acercaban a la cima del cerro, el ambiente campero creció notablemente, en una comitiva en la que la alegría por un día soleado —después de la preocupación por la inestabilidad climática del pasado año— rezumaba.
Finalmente quedaba el arreón final donde tras unas empinadas escaleras, los tronos se alzaron en un espacio dedicado a ellos donde se ofició una misa muy emotiva que llamaba a la comunión vecinal en estos días tan señalados. Este mensaje caló en los presentes que se dedicaron a disfrutar de la jornada con alborozo.