La vida se ve a través del objetivo

5

02 may 2020 / 12:25 H.
Ver comentarios

El 24 de abril miramos con María Montiel las nubes Magritte sobre los cielos limpios de la Sierra de Segura. Once y cuarto de la mañana. El Pelón, aldea de Segura de la Sierra. María es artista gráfica, fotógrafa confinada en la aldea tras el Real Decreto aprobado por el Gobierno, hace hoy cuarenta días. Guardamos la distancia física, pero mantenemos la proximidad espiritual.

“Me vine de Madrid, donde estoy estudiando, tres o cuatro días antes de la declaración de alarma. Le vi las orejas al lobo y me vine a Orcera. Subí un día al banco y noté que la gente se apartaba de mí, claro, porque sabían que yo venía de Madrid, aquí nos conocemos todos. Así fue como decidí venirme al Pelón, donde tengo una casa. Hasta que no pasaron quince días no entré en contacto con mi abuela y mis tíos, que también viven aquí. Fue difícil, pero toda precaución era poca, sobre todo pensando en mi abuela, que tiene ya 86 años pero no para, está todo el día trajinando con la casa, el huerto, los animales...”

“Yo estudié Secundaria en Orcera. El Bachillerato lo hice en Jaén. Me dio por la fotografía y empecé hacer un curso básico. Los monitores no me dieron mucho ánimo, por no decir ninguno, me dijeron que mi fotografía no tenía valor, que me faltaba esa cosa, el “chip” artístico, eso que tiene que tener la fotografía. Pero yo no me rendí. Entonces fui a la Escuela de Fotógrafos de Jaén, donde hice otro curso básico. Ellos me animaron, dijeron que en mis fotografías sí había “esa cosa”, y entonces me matriculé en un curso profesional. Pero la cuestión era que yo no tenía dinero para el curso y no podía pedírselo a mi familia, porque mi madre quería que yo estudiara ingeniería de minas. Entonces le dije a los organizadores del curso que no podía pagarles de ninguna manera hasta que no terminara la aceituna. Me contestaron que no me preocupara, que cuando yo pudiera. Hice el primer año. Nadie de mi familia se enteró. En las fotos que hacíamos en la escuela, yo siempre me tapaba o me escondía para no aparecer en las redes sociales, porque, como digo, en Orcera nos conocemos todos y cualquiera que me viera se lo iba comentar a mi madre. Nadie se enteró, terminé la campaña de aceituna, pagué y, al año siguiente, hice el segundo curso. Tampoco se enteró nadie. Pero un día que vinieron mi madre y mi tía a Jaén, las llevé a echar unas risas a un espectáculo de la escuela, que se llamaba “Improvbando”, y allí, entre copas y risas, entre copa y copa, mi profesor se lo contó y le aseguró a mi madre que de la fotografía se puede vivir. “Carmen”, le decía, “que yo llevo toda mi vida viviendo de esto, que tu niña tiene algo”, pero yo decía para mí: ¿Pero no ves que se te nota que estás borracho?” Reímos con ganas acompañando al canto del gallo, que, aunque la abuela de María dice que los gallos cantan cada hora, este lo hace cada cinco minutos. Y así fue cómo María consiguió dedicarse a la fotografía. “Luego me fui a Madrid, hice un año de montaje y producción en la Escuela Septima Ars y preparé mi primera exposición de desnudos, que oferté en varios centros culturales. Solo en Vallecas conseguí colgarla, y la verdad es que tuvo bastante éxito, porque me alargaron el tiempo de permanencia. La expuse el verano pasado en Orcera, lugar en el que yo pensaba que sería difícil, por los prejuicios que aún quedan en los pueblos, pero me apoyaron mucho y todo salió de maravilla”.

Provincia