La vida scout es la vida mejor, desde el Camping de La Bolera

Un grupo de jóvenes y sus monitores pasan parte del verano en Pozo Alcón, en el Camping de La Bolera

23 ago 2024 / 07:00 H.
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Ser scout es mucho más que vestirse con una camisa de color caqui y anudarse un pañuelo rayado al cuello. Ser scout es un modo de vida. Un grupo de treinta jóvenes —dieciséis niños, nueve de los más pequeños y dos de los más grandes, y cinco mayores— pasaron una semana en el Camping de La Bolera. Pertenecen a los scouts El Buen Pastor de Linares, donde son una treintena, que a su vez se integran en la asociación provincial, conformada por ocho grupos: San Juan de la Cruz y San Bartolomé, de Jaén; Xavier, de Úbeda; Qal’At, de Alcalá la Real; Campo de la Torre, de Torredelcampo; Al-Yabala, de Los Villares; e Itangi, de Santisteban del Puerto. En total, son cerca de 800 niños y jóvenes. El más numeroso es el torrecampeño, con un centenar. Son siete días en los que, a pesar del retiro estival, tienen tiempo para poco. Las actividades van enfocadas a la educación en valores y se dividen en tres ámbitos: con respecto a sí mismos, con respecto a los demás y con respecto a Dios. “Nos movemos en los tres terrenos para abarcarlo todo y que los niños se lleven la mejor educación posible”. Así lo expresa Gregorio Palomares, scout desde los seis años y ahora monitor, jefe de grupo y director del campamento.

Yincanas, jornadas de reflexión y rutas, como la que hicieron hasta una cascada que está a siete kilómetros del Camping de La Bolera. Cargaron sus mochilas con lo imprescindible: toallas, agua y un bocadillo. Una vez allí, se bañaron y jugaron en el río. A pesar de las quejas por la caminata, cuando llegan se olvidan de lo cansados que están. Ahora están en Pozo Alcón, pero a lo largo de los últimos veranos, se han recorrido prácticamente todos los campings de la Sierra de Cazorla. Llanos de Arance fue uno de los últimos y también han estado en el entorno del Puente de las Herrerías. “Un año experimentamos y nos fuimos a una zona de acampada libre que se llama Huerta Vieja, pero no teníamos la comodidad del camping”, reconoce Palomares. En La Bolera, al menos, tienen un módulo de baño. Se conocen todas las zonas y cambian en función del año. A Pozo Alcón vuelven después de quince o dieciséis años y eligen el destino en función de lo que más les llame la atención y también por criterios económicos para que todas las familias puedan permitírselo.

Alistar a un niño en el Grupo Scout El Buen Pastor de Linares tiene un coste de ocho euros al mes. Ese dinero se acumula y, cuando llega el verano, se resta del coste total del campamento. “Pasa de costar 200 o 300 euros por niño a 80. Hay familias que sí, pero otras que, por sus circunstancias, no pueden pagarlo. Sin embargo, aportar poco a poco no les supone tanto esfuerzo y así conseguimos que acudan tantos como sea posible”, aclara el jefe de grupo. En los campamentos de los scouts están prohibidos los teléfonos móviles. Desconexión total. Los monitores sí los llevan, pero no los usan demasiado, solo para informar a los padres de que todo está en orden y que estos tengan la posibilidad de llamar a sus hijos para interesarse por ellos. Los pequeños lo llevan bien, los mayores sí los echan un poco más de menos, pero no hay problema tecnológico que no solucione la conexión plena con la naturaleza y con Dios.

Que sea un movimiento católico, no significa que las misas y los rezos centren cada día. “No tenemos todo el día a Dios en la boca”, dice la monitora Nerea López, que arroja luz sobre los oscuros prejuicios: “El método de enseñanza son los valores: amor, empatía, amistad y, sobre todo, respeto hacia todo el mundo, brindar una mano a cualquiera que lo necesite”. No es una escuela de actividades, de verano o una actividad extraescolar más, sino una forma de vida. “El sentimiento es muy fuerte. Tenemos claro lo que somos y lo que queremos conseguir. Aportamos nuestro granito de arena a todo aquel que lo necesite porque uno de los valores fundamentales que profesamos es el de prestar ayuda a los demás”, concluye la joven.

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“Llevo vinculado a los scouts desde que tenía seis años, que es la edad a la que empiezan los más pequeños. Cuando cumples 21, acaba la etapa de niño, por lo que opté por entrar como monitor”. Gregorio Palomares es de Linares y lleva toda su vida vinculado al movimiento scout en la provincia jiennense. En La Bolera ejerce como director de campamento, es el “jefe”, responsable de que los niños vuelvan sanos y salvos a brazos de sus padres, ya puede decirse que lo ha conseguido. Su trabajo es voluntario. De hecho, la broma acerca del salario que cobra un monitor de los scout es bastante recurrente. “Nos gusta, nos llena y por eso lo hacemos. A veces es mucho trabajo, pero cuando ves la cara de satisfacción de los niños...”. Eso es lo realmente importante para un joven implicado con la sociedad en la que le ha tocado vivir. Destaca como una de las actividades más representativas de los scouts la de la Luz de la Paz de Belén. “En diciembre, un scout, normalmente austriaco, va a la gruta donde nació Jesús y enciende una vela que pasa por los grupos de cada país de Europa. El año pasado, por la guerra, lo hizo una niña de Palestina”.

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Su madre era scout en Cartagena. El destino la llevó a Linares y tuvo que dejar su grupo con la espinita clavada de que su hija sería scout, como lo es ella. Y así fue. “Estoy encantada. Fue un impacto muy grande en mi vida porque siempre he sido una chica insegura y tímida, pero con mi grupo scout me soltaba, me sentía en casa, en lugar seguro. Sabía que no iba a ser juzgada por nadie”. Es el espíritu de los scout. “Nadie juzga a otro no por lo que dice ni por lo que hace. Al contrario, si te reclaman algo es de forma constructiva y para que te des cuenta de que quizás no estás en el camino correcto y que debes recular por tu bien”. Es por esa razón por la que recomienda a todos la experiencia, pero fundamentalmente a aquellos niños que se sienten diferentes, los que no encuentran su sitio, los que son rechazados... Cree que la religión está en crisis, tanto por los prejuicios de la gente como por los que “se encargan” de las creencias. En un mundo con una mentalidad más abierta, considera que quienes un día se sintieron rechazados por la Iglesia, ahora se alejan de la religión. “Es algo muy personal. Cada uno interpreta la palabra de Dios como sabe”.



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