La unión de Castillo de Locubín

Unas 60 costureras ya han elaborado 16.000 mascarillas y su voluntariado es numeroso

10 abr 2020 / 12:21 H.
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Un grupo hace más fuerza que piezas individuales. Esta es la manera en la que los vecinos de Castillo de Locubín afrontan la crisis sanitaria del covid-19. Desde que se decretó el estado de alarma, no han parado de salir mascarillas para muchos rincones de España como un hospital en Málaga o la Comisaría de la Policía Local en Córdoba y Jaén, sin olvidar los vecinos y comercios del municipio y en los próximos días también llegará a un ambulatorio de Sevilla. También han elaborado batas de protección, como las que utilizan los voluntarios que participan en otras tareas para ayudar a los mayores.

Un grupo de 60 mujeres costureras están fabricando, a pleno rendimiento mascarillas, hasta el punto de que han confeccionado ya más de 16.000. “Estamos sin parar, yo desinfecto las mascarillas y cada día pueden llegar a mi casa, perfectamente, entre 1.000 y 2.000 mascarillas y paso muchas horas también guardándolas en su plástico para que estén listas al día siguiente”, asegura Toñi Rodríguez, una de las muchas voluntarias que se han sumado a esta iniciativa que va en aumento.

Esta actividad no solo ha reforzado la moral de los vecinos de esta localidad de aproximadamente 4.100 habitantes en la comarca de Sierra Sur, también la de sus propios voluntarios. “Hay algunas mujeres con depresión y que estaban tristes, pero con esta iniciativa se han vuelto a sentir útiles y su estado de ánimo se ha reforzado”, reconoce Rodríguez.

El Ayuntamiento del municipio también ha puesto su granito de arena. Y lo ha hecho en forma de gomas, pues adquirió más de 40.000 metros. Una factoría a gran escala. “Está siendo algo bestial, cuando termino la jornada parece que he estado cavando todo el día, pero ya habrá tiempo de descansar”, sentencia Rodríguez.

REPARTO DE MEDICINAS. La solidaridad que respira Castillo de Locubín va mucho más allá. Un grupo numeroso de jóvenes voluntarios, que han recibido monos de protección donados por el AMPA del IES Pablo Rueda, se encargan de repartir alimentos, pero sobre todo las medicinas para las personas de edad más avanzada. El mecanismo es muy simple: aquellos mayores que deseen medicamentos, dejan su tarjeta de la Seguridad Social en la ventana y el voluntario la recoge, para acudir a la farmacia y llevar de vuelta la medicina. Además, esta cadena humana ha recibido numerosas donaciones económicas de otras personas y del ampa del colegio Miguel Hernández para comprar material. Un engranaje solidario que funciona como un reloj.

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