La práctica ancestral de predecir el clima con Las Cabañuelas

La observación del cielo y los campos dice que la sequía se va a prolongar con un otoño e invierno escasos de lluvia

08 sep 2022 / 17:11 H.
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Tras un verano especialmente seco, a pesar de los últimos episodios de lluvia —frugales, por ser generosos—, incendios forestales mediante y con el nivel de reservas de los embalses jiennense a menos del 20 por ciento, el mundo agrícola mira el cielo con cierto aire de desesperación, a la espera que de llegue la tan ansiada agua que riegue el campo. Sin embargo, los meteorólogos no auguran un otoño lluvioso, sino todo lo contrario, y ello preocupa: más allá de concretar la cifra concreta, en el caso del olivar está claro que la producción de la próxima campaña se verá duramente mermada por la sequía, lo cual conllevará pérdidas cuantiosas para el sector.

En tiempos de escasez, uno se aferra a toda clase de esperanza, y todavía son muchos los que esperan el pronóstico de las cabañuelas por un simple motivo: se fían más. Denostada por científicos y por escépticos, esta ancestral técnica de predicción pluviométrica, casi una religión del campo, aún no se ha perdido. Las cabañuelas, sin embargo, no traen un pronóstico halagüeño para el año hidrológico que comenzará en octubre. Es, al menos, lo que afirma el cabañuelista Ramón Raya Aguilar, exbombero forestal de Huelma, ya jubilado, que aprendió este método de su padre y un amigo. Cada año hace su predicción, que anota con mimo —y a mano— en un folio. Hace copias a todo el que se la pide, y una de ellas es para Diario JAÉN. Las noticias que refleja no son buenas: “Va a llover poco”, confiesa Ramón.

En su predicción hay que distinguir las cabañuelas y las canículas, dos técnicas distintas pero con la misma base: la observación del cielo. “Las canículas se hacen con los meses en orden inverso y son más fiables, o al menos eso me enseñaron a mí”, aclara. Escuchar eso, viendo el resultado de sus previsiones, es preocupante. Ramón distingue entre cabañuelas o canículas positivas y negativas, una terminología fácil de interpretar: en el primer caso, ya se prevea lluvia o no, la situación es ligeramente propicia a que el cielo derrame agua; en el segundo, aunque las cabañuelas y las canículas hablen de precipitaciones, si al final acaba lloviendo, será en cantidad escasa.

Según el pronóstico de cabañuelas elaborado por el huelmense, habrá precipitaciones en todos los meses del otoño y el invierno, pero a excepción de noviembre el agua será escasa. Además, en febrero no caerá ni una gota. La primavera será seca, máxime teniendo en cuenta que soplará viento de Levante, algo que, según Ramón, garantiza que no habrá lluvia, “aunque sí puede que caigan nevadas”. En el caso de las canículas, la predicción en cuanto a precipitaciones es peor: nada de agua en todo el otoño y en todo el invierno, y lo mismo ocurrirá durante la primavera. “Algo caerá, pero, desde luego, la tierra no se va a atragantar de agua. Ojalá me equivoque, eso sí”, dice un resignado Ramón, que, por otro lado, advierte: “Luego esto puede cambiar, claro, y, sobre todo, teniendo en cuenta que el cambio climático es una realidad y provoca una inestabilidad que es muy difícil de controlar”. Y, más allá de que afecte a la predicción cabañuelística, el exbombero forestal no oculta su preocupación por los desastres naturales que, con cada vez más frecuencia, sufren distintas zonas del mundo: “Cada vez hay más incendios, es una barbaridad, y también terremotos y otras catástrofes. Quien diga que el cambio climático no existe es que no quiere ver la realidad. Hay gente que es muy irresponsable”. Lo dice alguien que es serrano de cuna y que se ha pasado toda la vida trabajando en el monte. Habla la voz de la experiencia y la tradición, esa que, por mucho que pasen los años, no se calla nunca.

La práctica ancestral de predecir el clima con Las Cabañuelas

“Llevo haciendo las cabañuelas más de cuarenta años”

RAMÓN RAYA AGUILAR. Cabañuelista y bombero forestal jubilado.

—¿Cómo aprendió usted a hacer las cabañuelas?

—Cuando era chico, me pasaba las horas en el taller de sillería de mi padre. Allí él y un amigo suyo se pasaban la tarde hablando de las cabañuelas y otras cosas, sobre todo de política. Fue así como empecé a hacer anotaciones mirando al cielo mientras ellos me indicaban cómo lo tenía que hacer. Desde entonces son más de cuarenta años los que llevo con las cabañuelas.

—¿Hay muchos que todavía saben hacer esta predicción o se acabará perdiendo?

—Hay pocos. Yo creo que llegará un día en el que ya se deje de enseñar a otras generaciones y, al final, se acabará perdiendo.

—¿Existen otras técnicas de predicción típicas del campo?

—Claro. Por ejemplo, cuando se ve a las hormigas ir en fila india, están acumulando comida, y eso quiere decir que se espera mucho frío. Además, cuando se las ve cargando esas bolas amarillas, las retamas, quiere decir que se espera nieve. Pero, como le digo, cada vez hay menos gente que conoce esto y, al final, se acabará perdiendo. Además, hacer las cabañuelas y estar pendiente de este tipo de cosas es complicado. Hay que ser muy constante y, en el caso de las cabañuelas y las canículas, mirar el cielo durante 24 días.

—Usted, Ramón, es voz autorizada en lo que a campo y monte se refiere...

—Estuve trabajando en el Icona y, luego pasé a la Agencia de Medio Ambiente, con el Infoca. Como bombero forestal me preocupan mucho todos los incendios que ha habido este año. El cambio climático está haciendo estragos, y tenemos que concienciarnos todos sobre ello. También, ahora que estoy jubilado, hago mucho senderismo con un grupo de Granada. Subimos mucho al refugio de Miramundos, aquí en Sierra Mágina, que está a más de 2.000 metros de altitud, y también al Pico Mágina, el más alto de Jaén y desde el que se ven cuatro provincias de Andalucía. Nosotros lo llamamos el Cerrillo de las Pellas porque así lo llaman los pastores. En Miramundos, por otro lado, dejamos todos los años un libro para que firmen todos los que suben, que son muchos.

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