La aventura de un huelmense con un feliz desenlace en Milán

Amador Navarro Soriano es un huelmense que lleva ya una década en la ciudad italiana

29 ago 2022 / 19:20 H.
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Confiesa que su llegada a Italia fue una aventura. Bendita aventura. Amador Navarro Soriano dice que llegó a Milán con quinientos euros en el bolsillo y que, una década después, puede disfrutar de estabilidad laboral y familiar.

¿Cómo acabó en el país transalpino este jiennense natural de Huelma que el próximo sábado cumplirá 35 años? Después de acabar en la UJA la carrera de Ingeniería Electrónica Industrial hizo realidad su deseo de trabajar en el extranjero. A eso contribuyó que había conocido en la Universidad de Jaén a un grupo de italianos, entre ellos una chica con la que empezó una relación, ya zanjada. Tuvo la suerte de que al poco tiempo fue contratado por una empresa en la que todavía sigue. “Me he hecho milanés”, subraya el huelmense.

Recuerda que los comienzos no fueron fáciles. Empezó a aprender italiano prácticamente de cero —solo conocía el idioma a través de canciones y películas—. Fue un acicate el pensar que al haber entrado un “nativo” en el mismo puesto que él su continuidad peligraba. Al final, se mantuvieron los dos. La compañía es una multinacional de telecomunicaciones cuyo negocio consiste en hacer redes para diferentes operadores. Con el tiempo ha promocionado y actualmente, Navarro es responsable global de todos los proyectos del grupo. Eso hace que viaje mucho. De hecho, estos días se encuentra en un “tour” por Chile, Argentina y Perú. Ha estado otras naciones iberoamericanas. Por ejemplo, antes de la pandemia, resultaban habituales los desplazamientos prolongado, como uno en el que llegará a permanecer, en 2019, seis meses en Perú. Su primera experiencia de ese tipo lo marcó. Fue en 2013 cuando recaló en Eritrea, un país africano paupérrimo. “Allí me di cuenta de la suerte que tenemos en esta parte del mundo”, evoca, con cariño.

En cuanto a Milán, habla de este lugar maravillas. Primero vivió en el centro y ahora lo hace en pueblo situado en las afueras. “El estilo de vida no es muy diferente del de España”, apunta. Las principales diferencias, aparte de que lo habitual después de trabajar es dirigirse en casa en vez de estar en el bar con amigos, radica en los horarios, sobre todo de las comidas. “Se cena a las siete y media o las ocho de la tarde y se almuerza a las doce”, indica. Califica a la capital de Lombardía como “ciudad fantástica”, con una oferta muy completa en todos los sentidos, y como “locomotora económica de toda Italia”. Amador Navarro manifiesta que el desarrollo se nota por todos sitios. Incluso ha habido un notable avance desde 2015, cuando Milán acogió la Expo, que facilitó múltiples inversiones. Fruto de este crecimiento, la urbe es, a su juicio, la más cosmopolita de Italia, con comunidades muy numerosas de españoles, franceses, alemanes, sudamericanos y personas de otros muchos orígenes.

El clima milanés, admite, resulta “complicado”. “Hay mucha humedad. Cuando hace frío, se te mete por los huesos y con el calor, sudas y sudas”, resalta. Este año se nota la sequía, de manera que el “paisaje típico de Heidi” —los Alpes están a unos sesenta kilómetros— se han transformado en campos áridos. De hecho, el caudal del Po bajo muchísimo y se han planteado cuestiones como no regar los jardines.

La gastronomía autóctona le encanta. Él mismo cocina en casa. Hace pasta, arroz... y, muchas veces, platos locales con elementos españoles, como la incorporación a una receta de queso manchego. Lo que no puede faltar es el aceite de oliva, virgen extra de la cooperativa San Isidro, de la marca Santuario de Mágina. Con ese zumo delicioso riega muchos de sus manjares.

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