John Gregory, el Oskar Schindler de Linares

El espía ayudó a más de 300 personas a salir de Tánger para salvar sus vidas

13 may 2025 / 07:00 H.
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Todos —quien más, quien menos— hemos sentido curiosidad en alguna ocasión por la figura del espía. Bien leyendo una novela de John Le Carré o de Joseph Conrad, bien viendo alguna película que se haya disfrutado de principio a fin, como “La vida de los otros”, del director alemán Florian Henckel von Donnersmarck. Son algunos ejemplos que, narrativa y visualmente, relatan a la perfección lo que es un espía: una persona políglota que es capaz de moverse en las sombras sin llamar la atención y que, con una personalidad críptica, trata investigaciones encubiertas de manera efectiva.

La teoría es sabida por el conjunto de la sociedad, pero pocas personas se han aproximado a la vida de un espía, compartiendo su lado más personal. Montserrat de Miguel Castaño, una mujer de 86 años que actualmente reside en Málaga, fue la esposa de John Gregory Abrines, un miembro del Servicio de Inteligencia del Reino Unido que también trabajó para el Departamento de Estado de EE UU. Montserrat de Miguel expresa a Diario JAÉN que su marido, con quien vivió durante más de 30 años en Linares —desde 1969 hasta 2000— , ayudó a más de 300 personas a que salieran de la ciudad marroquí de Tánger, entre represaliados republicanos españoles y judíos, quienes estaban condenados al paredón por los fusiles de las tropas del bando nacionalista, comandado por Francisco Franco, cuando estalló la Guerra Civil. Una especie de lista de Schindler, pero sin papeles en los que se apuntaban los nombres de gente inocente y sin el altavoz cinematográfico de Steven Spielberg. Y con acento inglés en lugar de alemán.

John Gregory Abrines nació en Tánger y algunos de sus antepasados también vinieron al mundo en esta ciudad marroquí que, por aquel entonces, era de dominio español, sirviendo a la diplomacia británica y norteamericana. Su tatarabuelo, de origen británico, fue quien inició este linaje de diplomáticos en el continente africano. Y él hizo lo mismo, según atestiguan informaciones retrospectivas publicadas a la sazón en este periódico y en “Tánger al Día”. Le fue fácil aprender cuatro lenguas: inglés, español, francés y árabe. “Eso le convirtió en un valioso elemento para el espionaje aliado en una ciudad que era un gran nido de información por su altísimo índice de población extranjera y su posición estratégica”, explica Montserrat de Miguel con una clarividencia y una lucidez fuera de lo habitual en las personas de su edad. Los gobiernos americanos y británicos encargaron a su familia, que tenía inmunidad diplomática, salvar a cuantos judíos y republicanos españoles pudiese. John Gregory Abrines consiguió esta proeza sin parangón junto con su padre y su tío.

Al poco tiempo de finalizar el conflicto bélico español, durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió a las tropas inglesas en Gibraltar, donde fue condecorado por las autoridades británicas y estadounidenses por su acciones valerosas en Tánger. “Ayudó a muchísima gente que estaba sentenciada. En la Guerra Civil y en la Segunda Guerra Mundial, primeramente. Y también, posteriormente, cuando la ciudad de Tánger fue anexionada a Marruecos, en la década de los 50. Se persiguieron a muchas personas inocentes en ese periodo y tanto mi marido como su familia contribuyeron a que salieran del país. Salvaron vidas”, remarca Montserrat de Miguel, que agrega: “En 1961, Hasán II subió al trono de Marruecos y continuó la operación de hostigamiento de su padre, Mohamed V. Fue cuando la familia de mi marido finalmente tuvo que marcharse”.

Años más tarde, John Gregory Abrines se trasladó a Madrid y allí conoció a Montserrat de Miguel. “Fue a traducir unos folletos de unos aparatos donde yo trabajaba. Me pidió salir, nos hicimos novios y al poco tiempo, en concreto a los seis meses, nos casamos. Fue muy rápido porque estábamos completamente enamorados”, relata.

John Gregory Abrines murió en Linares el 10 de septiembre de 2000. El recuerdo de su trabajo, una labor humana encomiable, es indeleble en los familiares de aquellas personas a las que ayudó a salvar sus vidas. Pero también es imborrable en la psique de esta mujer, que recuerda, como si fuera ayer, su extensa cultura y, sobre todo, sus valores humanos. “Era un hombre muy educado y se caracterizaba por su gran carisma. De servicio o fuera de él, John siempre dejaba huella con su natural afabilidad. Era un encanto de persona”, resalta Montserrat de Miguel, que añade: “Destacaba por su gran carácter y por su convincente personalidad. Él tenía mucho afán por enseñar, pero también por aprender. Era una persona muy comunicativa”.

Tras su retiro del espionaje, encontró en la música un remanso de paz. John Gregory Abrines llegó a tocar varios instrumentos, entre ellos el piano. De hecho, era habitual verle a las teclas en el Pub Chururú Jazz, un islote de culto en Linares que resiste a los insípidos bares de copas invasores y que escapa de los vulgares géneros musicales emergentes, donde cuelgan varias fotografías suyas, dedicadas de su puño y letra, que retratan algunos momentos de su apasionante historia vivida.

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