Jódar y el covid-19: entre el miedo y la normalidad

El municipio con mayor población de la comarca de Sierra Mágina vive días atípicos por una crisis sanitaria

23 mar 2020 / 13:51 H.
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Son las doce de la mañana del jueves diecinueve de marzo. Es el día que separa la apertura del mercadillo que se instala en el recinto ferial todos los miércoles y viernes y, por lo tanto, toda la actividad comercial se concentra en la calle General Fresneda, que recoge la mayoría de negocios galdurienses. Sin embargo, en hora punta de la mañana podemos contar con los dedos de las dos manos el tránsito de personas en esta calle. La Iglesia de la Asunción del siglo XVI que preside la plaza de España se pregunta atónita dónde estarán los galdurienses en un hecho en el que comerciantes, ciudadanos y autoridades coinciden en el que no existen precedentes.

Las escasas colas que se forman en las puertas de los locales comerciales y de las farmacias permiten sacar varias conclusiones ante esta situación inédita. Las dudas, las predicciones y las opiniones sobre la situación actual son de todos los colores aunque, entre tanta confusión, encontramos una coincidencia entre todos los viandantes: los rostros de los que declaran muestran una preocupación que difícilmente se puede quitar. El coronavirus no ha dejado indiferente a nadie. No entiende de fronteras, edades, tampoco de ideologías ni de patrimonios. Ha afectado a los más jóvenes con el cierre de escuelas, a los trabajadores con los ERTES y a la población mayor situándola en el grupo con mayor riesgo de muerte. Por eso, la preocupación traspasa más allá de lo que le pueda a ocurrir a uno mismo porque, en un Jódar envejecido, todos tienen familiares que se encasillan en grupos de riesgo. “Me preocupo muchísimo por mi madre. Ella tiene 75 años y ha estado en Madrid hace una semana y, por suerte, no ha presentado síntomas. Sin embargo cada día le pregunto cómo está porque soy consciente de que los mayores son los más vulnerables. Si el virus le ataca, ella va para adelante. No te niego que estoy bastante asustada”, declara Lely, propietaria de una frutería.

Entre paseo y paseo se ven puertas entreabiertas de gente mayor que comenta la situación. Las palabras vienen acompañadas de una angustia provocada por el encierro, el peligro y, en gran medida, por los datos que no dejan lugar a la esperanza. En una de estas conversaciones efímeras se producen los repartos a domicilio de los comercios locales. Diego, que maneja una tienda de alimentación, reconoce que van a tener que ampliar la plantilla para poder hacer frente a la alta demanda del servicio a domicilio. “La gente tiene bastante miedo, sobre todo los mayores. Nosotros desde aquí le transmitimos que no salgan y que hagan sus pedidos por teléfono o vía Whatsapp. Tenemos que intentar ayudarnos entre todos para ganar la batalla a este virus’’, señala el comerciante, que acaba la entrevista con un mensaje esperanzador: “En veinte días la curva empezará a disminuir si hacemos caso a las autoridades triunfaremos, estoy seguro”.

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