Isabel Salazar, cooperante en África: “He pensado en la miseria de tenerlo todo y no sonreír”
Esta jiennense de Cazorla trabaja como sanitaria en Cataluña y este verano ha aprovechado para ejercer de cooperante en África
Isabel Salazar Martínez ha regresado a Lérida con las pilas cargadas, después de su experiencia como cooperante en Gambia. Allí ha conocido lo mejor y lo peor de ese país.
—¿Su primera experiencia como cooperante fue este verano, ¿cómo se decidió a dar el paso?
—Desde que decidí comenzar la carrera de Enfermería siempre algo dentro de mí se ha despertado cada vez que esta idea pasaba por mi cabeza, pero hasta hace poco pensé que no tendría la valentía suficiente. Lleida es una provincia muy dedicada a la agricultura, razón por la cual posee un elevado índice de inmigración africana. Esto me dio la oportunidad de conocer de cerca su cultura. La confianza que me faltaba en el proceso del parto, lactancia y crianza, como mujer y matrona se lo debo a ellas. Fue esto lo que me dio la valentía a vivirlo de cerca y poder devolverles algo del regalo tan maravilloso que han realizado conmigo y mi enseñanza. En particular decidí viajar con una ONG por culpa del destino, que es muy caprichoso y me hizo conocer a Anna, Ure y Albert en mitad del covid. Un año y medio más tarde, un 2 de julio, viajamos para Gambia. A veces las oportunidades sí que te buscan y te encuentran si pones la energía suficiente.
—¿Cómo fue la experiencia?
—Viajamos a un poblado Kuwonku Ba. Nuestra misión fue hacer llegar medicamentos y material de curas para hacer frente a su desabastecimiento y su aislamiento. Realicé labores tanto de matrona como de enfermera en el consultorio del poblado, atendiendo también a las personas y aldeas las cuales no disponían de recursos para acudir al consultorio. La experiencia fue muy positiva, aunque hubo momentos para todo. El choque cultural es muy fuerte y tal vez los primeros días has de habituarte a su forma de trabajar, al clima, a la desigualdad y la injusticia, a la pobreza... En unos días todo se convierte en gratificación, felicidad y satisfacción. Tal vez el aceptar que no puedes cambiar la situación actual que allí se vive te hace disfrutar y entender tu labor, por pequeña que allí se vea.
—¿Qué se siente al ver la miseria y la desigualdad en Gambia?
—Es algo que o vives y sientes o no podrás explicarlo. Tus ojos en un primer momento se impregnan tal vez de miedo o incluso de shock. Te cabreas mucho con el mundo y no entiendes por qué está tan mal repartido. Quieres ayudar a todos y cambiar todo, hasta que te das cuenta que esa no es la solución. Al poco de estar allí ya no sabes diferenciar dónde está la miseria. Sabes que eso no es vida, que no puede ser que aquí tengamos todo, o al menos todo lo que necesitamos para vivir y que allí muchas veces falte lo elemental para sobrevivir. Pero también fui consciente de la miseria que es tenerlo todo y no sonreír como se sonríe allí cada día y de verdad, con los ojos, de cómo te ayudan y se ayudan, de cómo en una comunidad hay arroz para dos y si hay que comer seis pues se come. Por esta razón he venido muy impactada con la miseria y desigualdad que se vive en su sociedad, pero muy concienciada de la miseria de amor y humanidad que tenemos como sociedad y a la que debemos hacer frente.
—¿Se plantea repetir?
—Por supuesto. Es algo que ya tenía muy presente antes y ahora aún más. Me gustaría que esto formara parte de mi labor profesional y compaginarlo.

—¿Por qué se hizo sanitaria?
—Nunca lo he tenido muy claro. Siempre he pensado que fue una inercia JUAN RAFAEL HINOJOSA por mis gustos hacía la biología y las ciencias en el Bachillerato. Un día haciendo limpieza, mi prima pequeña, Helena, en su casa, me dio un poco de luz a esta inercia al encontrar un papel escrito por mí en el que daba consejos de cuidados básicos de enfermería. Ya apuntaba maneras.
—¿Qué destacaría usted de la situación de la sanidad catalana?
—En lo que a mi sector se refiere que es la salud sexual y reproductiva de la mujer en todas sus etapas vitales, así como la atención al embarazo, parto y posparto. La sanidad en Cataluña es un ejemplo en cuanto a cartera de servicios y aprovechamiento del rol de la matrona sobre todo en Atención Primaria y Comunitaria. Formo parte de un equipo especializado en atención a la lactancia materna que ofrece atención diaria vía telefónica y dos días, en semana en consulta presencial, se desarrollan estrategias para la atención a domicilio a mujeres en las 48 horas. Existen proyectos de charlas de salud sexual durante el curso académico que desarrolla la matrona en Primaria y ESO. Hay un canal de acceso directo sin cita previa para jóvenes en atención a la sexualidad un día en semana. La matrona es la referente del control del embarazo de bajo riesgo en Primaria con el desarrollo incluido de grupos tanto de preparación al parto y crianza, como de posparto y recuperación del suelo pélvico, existen consultas dirigidas por matronas de suelo pélvico e incontinencia, sexualidad y hasta de masaje perineal previo al parto, de atención a los problemas de la perimenopausia y menopausia, la atención a la contracepción.... y así podría continuar hasta detallar el sinfín de competencias aprovechadas y llevadas a cabo por este rol profesional para el cual realizamos la especialidad y nos formamos. Por todo esto la sanidad catalana ha conseguido aprovechar la formación especializada impartida a este sector de la mejor forma posible para que esta pueda adquirir la autonomía y el desarrollo profesional al que aspira y a que la atención a la salud sexual y reproductiva de la mujer esté cubierta. Sin duda un referente para tomar por la sanidad andaluza.
—¿Qué es lo más gratificante de la profesión de matrona?
—El privilegio de acompañar a las mujeres en todas sus etapas vitales. Soy y siempre seré una fanática de la fuerza que habita en una mujer y como tal me sigue fascinando cada día presenciar la magia de la vida en nosotras. Por eso me fascina desde poder ayudar en un parto complicado que requiere de mucha valentía, un posparto con amor y con tristeza, el descubrimiento de la sexualidad, un dolor menstrual, una menopausia precoz, tardía, y hasta una menopausia no querida. Un embarazo deseado que no llega, uno no tan deseado que tiene que finalizar, un pecho duro que quiere dejar de alimentar y uno blando que desearía hacerlo, el primer encuentro de un recién nacido con los ojos de su madre, el suspiro de alivio ante el cese de dolor... Me siento tan privilegiada de acompañar en todos estos procesos que no sabría decirte cuál es el más gratificante. Un día, en una charla de mi formación una matrona dijo que ser matrona no es una profesión sino una forma de estar en el mundo. Cada día la entiendo más.
—¿Qué le parece la constante caída de la natalidad en España?
—Me cuadra. Desde mi posición veo cada día consultas de madres a las que se les plantea el problema, porque sí no nos engañemos, la falsa conciliación familiar que existe en nuestro país es un problema. No recuerdo cuál fue la última mujer que tuve en mi grupo de crianza que decidió reincorporarse a su jornada laboral a tiempo completo, solo aquellas con fuertes necesidades económicas, con lo que a nivel económico significa. Vivimos en un país que promueve la lactancia materna exclusiva durante seis meses como el mejor alimento pero que no tiene campañas que faciliten la lactancia en el trabajo, así como los meses de baja correspondientes. Esto ligado a que cada vez se hace más difícil mantener una vivienda y sus facturas con un sueldo y parte del otro, me cuadra bastante que sean pocos los valientes que se atrevan a tener un bebé y mucho más a crear una familia numerosa.
—¿Qué relación mantiene actualmente con la provincia de Jaén?
—La relación es directa ya que tengo más de la mitad de mi corazón allí... en esa carretera de Jabalcuz, en esas tardes de verano en el parque del Bulevar, en los caracoles en primavera y hasta en la alergia al olivo, en mi Cazorla querida donde siempre estará la preciosa alma de mi abuela Tíscar que me ha enseñado todo lo que sé sobre querer a las mujeres. En una tarde de verano en el pantano de la Bolera en Pozo Alcón. En la UJA y todo lo que me dio. Y, por supuesto, en mi pilar, que son mis padres y mi hermano.
—¿Cómo ve su tierra desde la lejanía?
—La miro con mucho orgullo por lo que tiene y por lo que es. Llevo mi acento por bandera, aunque a veces lo mezcle hasta con palabras africanas. Me enorgullezco de su gente, su esencia y el arte que no se tiene que buscar ni forzar. Se tiene y punto. En Jaén hay buena gente, campechana y competente y aquí eso ya lo sabe media Cataluña. Cogí un billete al norte con el sur muy dentro.