Eugenio Ruiz Trillo: “Hay que fomentar la vocación de servicio público a los alumnos”

El coronel director de la Academia de Guardias y Suboficiales de la Guardia Civil de Baeza afronta la nueva encomienda directiva con la ilusión de quien ha visto cumplido el sueño de trabajar en un patio de armas en el que, hace tres décadas, reforzó su vocación de servicio público | Confía en modernizar la institución y permitir que quienes se acercan a esta institución docente reciban la mejor formación de presente y futuro

28 feb 2024 / 16:30 H.
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Zaragoza, Aranjuez, Alicante, Madrid... La vida de un guardia civil conlleva el entrenamiento vital de adaptarse a los destinos encomendados para responder a los deberes y obligaciones que impone una de las instituciones mejor y más valoradas por la ciudadanía. Eugenio Ruiz Trillo (Peal de Becerro, 1969) tiene la suerte de cumplir el sueño de dirigir la Academia de Guardias y Suboficiales de Baeza como recompensa al trabajo, el sacrificio y la disciplina demostrados en un día a día que no siempre fue coser y cantar. Abre las puertas del centro académico a la sociedad y promete entrega absoluta para formar a las mejores generaciones.

—¿Quién es Eugenio Ruiz Trillo?

—Es un jiennense, natural de Peal de Becerro, de profesión guardia civil, con 35 años de servicio y muy ilusionado con el nuevo cargo que ostento.

—¿Cómo afronta estar al mando de un centro de formación que representa el presente y el futuro de la Guardia Civil?

—Con mucha ilusión y, por supuesto, con la responsabilidad que supone formar a más de 2.300 agentes, futuros guardias civiles que van a asumir el mandato de la seguridad pública en la mayor parte del territorio nacional. También lo afronto con tranquilidad, porque me he encontrado un magnífico equipo de profesores, de instructores y de plantilla que tienen una larga experiencia y una gran profesionalidad en la formación.

—¿Cuáles son los principales retos que se marca en esta nueva encomienda?

—Los retos son los mismos que he tenido en toda mi trayectoria profesional, de tal forma que están alineados con los de la Guardia Civil en general. Fundamentalmente, buscar la excelencia en la enseñanza, la calidad en la docencia e ir en la línea de acción que tiene la Guardia Civil.

—¿Qué objetivos implica estar en esa misma línea?

—Creo que hay que acrecentar la vocación de servicio público que tienen los guardias alumnos, quizás poniendo mucho énfasis en el trato con las personas más vulnerables y con la violencia de género que, como todos sabemos, es una lacra que tiene España. Y, por otro lado, desde el centro de formación intentamos dar una visión global del entorno al alumno, que sea consciente de que la sociedad española está integrada y que haya una gran pluralidad de personas. Desde el ámbito docente, en todo lo concerniente al plan de estudios técnico procedimental, queremos fomentar la formación en el uso de herramientas tecnológicas y sistemas informáticos, porque la realidad de la delincuencia de España ha cambiado mucho y tenemos que hacer frente a los nuevos retos de seguridad, sobre todo en delitos informáticos y digitales. También pretendo abrir la academia a la sociedad jiennense y fomentar la colaboración mutua con instituciones. Todo ello sin menoscabo de la modernización de la Guardia Civil, sin perder los valores tradicionales de los últimos 180 años como servicio continuo a los españoles. El compromiso con la sociedad, el servicio público, la vocación de mis alumnos, el sentimiento del deber... En definitiva, el honor como principal divisa.

—¿Cómo fue el camino hasta llegar aquí?

—Muy bonito, con sus altibajos, pero sí puedo decir que he tenido la suerte de tener a mi lado a muchos profesionales, mucha gente que me ha ayudado, tanto dentro de la Guardia Civil como fuera. He pasado por diferentes destinos, he estado en unidades de seguridad ciudadana, de protección y seguridad, en información, en policía judicial, en la docencia... En Jaén he pasado dos terceras partes de mi trayectoria profesional y mi último destino ha sido la intervención central de armas y explosivos, con un trabajo apasionante. Por fin he conseguido volver a mi tierra, a mis raíces de jiennense.

—¿Era un objetivo?

—Para mí era un objetivo desde que ingresé en la Academia General Militar en Zaragoza. Se ha dado por cumplido mi gran ilusión, que era ser mando de la Academia de Cabos y Guardias de Baeza. Ya cuando hace casi 40 años pisé este patio de armas, me planteé ser director de este centro. Imagínese.

—Cumplido su sueño...

—Sí, he cumplido con todas las expectativas que podía tener. Lo digo desde el corazón. Es una ilusión que tenía y se ha cumplido.

—Dicen que un mando debe estar preparado para las críticas. ¿Cómo las lleva?

—Yo no las llevo bien, aunque tampoco me han criticado mucho hasta ahora. La verdad es que, a lo largo de mi trayectoria profesional, yo siempre he querido ser un mando participativo.

—¿Qué quiere decir?

—Participativo es contar con la gente. Creo que siempre he contado con el apoyo de mi equipo y, de esta forma, no he recibido muchas críticas, la verdad, porque creo que todos vamos remando en la misma dirección y el esfuerzo y la dedicación al final tienen recompensa. Es la única manera de que entiendan los errores. Suelo ser bastante comprensivo y también pienso que la crítica te ayuda a superarte. La considero buena cuando es constructiva, estoy plenamente convencido, de tal forma que las llevo bastante bien porque me han servido para mejorar.

—¿Cómo recuerda aquella difícil época del terrorismo de ETA, como el capítulo de Ortega Lara que vivió en primera persona?

—Entonces estaba en el Servicio de Información, una unidad dedicada a la lucha contra el terrorismo. El capítulo de Ortega Lara es uno más, que en este caso acabó con un final feliz. Tenemos que acordarnos de los 850 capítulos anteriores cometidos por la barbarie de ETA. La organización terrorista para mí siempre ha sido incomprensible, que me ha generado una rabia contenida en un Estado social, democrático y de derecho. Lo que sí me dejó mucha huella en el año 1987, cuando estaba preparando las oposiciones para ingresar a la Academia General Militar, fue el atentado de la Casa Cuartel de la Avenida Cataluña de Zaragoza, donde murieron once personas, de las cuales eran cinco niñas y un niño... Aquellos ataúdes blancos no se me olvidarán en la vida. Fuimos a donar sangre todos los que estábamos preparándonos en la oposición y le tengo que decir una cosa: me reafirmó en mi vocación. Creo que algunas veces estos zarpazos te dan más fuerza para continuar en la línea de servicio al ciudadano.

—Volvamos al presente. ¿Qué cree que necesita la Academia de Baeza para consolidar su trayectoria y garantizar su futuro?

—Continuar con el camino que han seguido mis predecesores. Lo mismo. La línea no es otra que, como he comentado antes, modernizar la enseñanza, la búsqueda de la excelencia, la calidad en la docencia... Por supuesto, siempre hay cosas que mejorar, modernizar las instalaciones, hacerlas multimodales para que se puedan emplear herramientas formativas actuales y avanzar en la calidad de vida de mis alumnos y de mi gente, de mi plantilla. Sin embargo, considero que está consolidada la trayectoria de este centro, una Academia moderna, con una gran capacidad de adaptación, flexible, igualitaria, integradora y que goza de muy buena salud. Sinceramente. ¿Habrá que hacer cosas? Sí. Yo llevo un mes aquí y entiendo que con el tiempo, conforme vaya conociendo profundamente su funcionamiento, haremos cambios.

—¿Será usted reivindicativo con la clase política?

—Yo soy guardia civil, un servidor público, de tal forma que tengo vocación de servicio a la sociedad. Sinceramente, yo creo que los representantes políticos tienen semejanza conmigo, porque somos servidores públicos. Por lo tanto, reivindicativo como tal, no. Seré muy trabajador, dedicaré mucho esfuerzo y dedicación y, sobre todo, seré leal con mi cadena de mando, porque tengo la íntima convicción de que todos remamos para el mismo sitio, todos tenemos los mismos fines: prestar el mejor servicio a la sociedad. Pediré para mejorar, eso sí.

—¿Qué le transmiten los representantes institucionales en las reuniones protocolarias?

—Colaboración mutua, su apoyo y cooperación. Yo creo que Jaén no se puede entender sin la Academia y la Academia no se puede entender sin Jaén, es una sinergia muy positiva para ambos. Jaén es, como aparece en el escudo, la “Benemerita Cunae”, es la cuna de la Guardia Civil. Y entonces los representantes políticos son muy conscientes de ello.

—¿Cómo ve las nuevas generaciones de la Guardia Civil?

—Han cambiado mucho. Como sabemos todos, las generaciones de Guardia Civil son las generaciones de la sociedad, aunque tengan un nexo común con las antiguas. Cuando los alumnos que ahora tengo en la 129 de promoción deciden ingresar es porque son copartícipes de los valores que tiene esta institución y se sienten atraídos por las funciones que tiene la Guardia Civil. Tanto es así que cada vez hay más personas que quieren acceder a este Cuerpo. El principal elemento diferenciador es su alta cualificación académica. Estamos hablando de que de los 2.300 guardias alumnos que tiene ahora mismo la Academia, más del 43% son personas tituladas universitarias. Tienen grados, posgrados, incluso doctorados. Por lo tanto, tienen una capacidad de aprendizaje tremenda que, a la postre, irá en beneficio del servicio que prestarán a los ciudadanos. No lo dudo.

—¿Está integrada la mujer?

—Por supuesto, ahora y siempre. Hemos avanzado mucho. La mujer es una más y ella quiere sentirse así. Yo considero, íntimamente, que la mujer siempre es más constante que el hombre y que tiene unas cualidades que son muy necesarias en todas las unidades de la Guardia Civil. Los compañeros que tienen mando siempre piden más mujeres.

—¿Cómo está el porcentaje?

—En un 30% de ingreso. Es correlativo al número de opositores.

—Hablando de números, son 2.317 los alumnos de la 129 promoción. ¿Es una buena cifra?

—Lo que le puedo decir es que no es un mal número. Evidentemente la Guardia Civil en general quiere más agentes, pero la capacidad es limitada y ese número se acerca a la máxima. También le digo que nos estamos esforzando mucho en aumentarla.

—¿De qué depende?

—Depende de las instalaciones. Tenemos el alojamiento, comedores, espacios deportivos... En fin, no se trata de que puedan ingresar 5.000 alumnos a la vez, no es posible. Estamos avanzando y me consta que la Dirección General está en la misma línea de incrementar la capacidad de esta Academia de Baeza.

—¿Ha detectado alguna carencia en la infraestructura?

—Carencias siempre hay, como es lógico, en el equipamiento, en vehículos, en alojamiento... Pero también le digo que en los últimos años hemos avanzado muchísimo en modernización y rehabilitación de espacios. Estamos haciendo galerías de tiro, hemos hecho un nuevo patio de armas, una nueva pista de atletismo... Y todo con apoyo de la Administración central, como no puede ser de otra manera, y de la Diputación Provincial de Jaén, que también ha colaborado con nosotros.

—¿Qué visión tiene de su provincia natal?

—Siempre la he considerado una provincia moderna. Cuando uno sale, comprueba que la gente de otras provincias no conoce Jaén y piensa que sólo es olivos. Es muy importante nuestro olivar, pero es una provincia moderna. Tiene un gran tejido industrial, muchas posibilidades turísticas, una gran Universidad que da una buena formación académica y, sinceramente, considero que es un paraíso interior, como dice nuestro logo de la provincia. Pero los jiennenses siempre somos muy ambiciosos. Por suerte, somos muy inconformistas y queremos mejorar.

—En términos de delincuencia, ¿es una provincia segura?

—Sí, es una de las provincias más seguras de España. No me compete a mí, porque los temas de seguridad ciudadana en la provincia son responsabilidad del jefe de la Comandancia de Jaén, Francisco Lozano, pero me consta que es una provincia muy segura. Quizás está habiendo un incremento a nivel nacional en delincuencia, pero Jaén, precisamente, no es de las que más delincuencia registra. Tiene una capacidad de esclarecimiento de delitos tremenda y posee un gran equipo de profesionales.

—¿Están preparados los agentes para responder a los delitos emergentes?

—Sí, sí. Nosotros estamos incidiendo mucho en nuestro plan de estudio en dar formación a nuestros alumnos en competencias digitales. La delincuencia digital se ha puesto en primera línea y estamos dotando de herramientas a nuestros alumnos para que salgan lo mejor preparados posible. Es una nueva amenaza, un riesgo emergente.

—¿Por qué decidió usted ser guardia civil?

—Hace treinta años pisé este patio de armas de la Academia de Baeza y a mí me imbuyó los valores que se respiraban en él. Yo siempre he tenido una vocación de servicio público y esta carrera daba salida a mis sentimientos por los valores que son seña identitaria de la Guardia Civil: ayudar, socorrer a una víctima de un accidente de tráfico, detener a un delincuente y dar seguridad a esa mujer que está violentada. Todo eso te da una íntima satisfacción del deber cumplido.

—¿Ni un atisbo de arrepentimiento en su carrera?

—Nunca. He coincidido con muchos generales ya retirados, coroneles, guardias que han estado 45 años de servicio, con personas que ahora ya se acercan más a mi edad, y sorprende ver cómo cada vez somos más vocacionales. Es curioso. Cuanto más conoces a la Guardia Civil, más la quieres.

—¿El peor momento?

—La pérdida de un ser querido, la de un compañero, especialmente si ha sido en acto de servicio, porque suele ser en edades más tempranas. No lo entiendes. Entonces es el momento más doloroso que tienes. Siempre creo que hay que tenerlos vivos en la memoria.

—¿Y el mejor?

—Muchos momentos. Mi juramento de bandera, mis compañeros, el día a día, el acostarte y sentirte que has hecho lo que tenías que hacer. Eso es lo más bonito. Esa satisfacción del deber cumplido. Una simple sonrisa de una persona que has ayudado, la de un alumno que lo has escuchado. Eso es lo que te ayuda a levantarte y seguir trabajando.

—¿Siguen fuertes sus raíces en Peal de Becerro?

—Mi familia está en Peal de Becerro y mi mujer es de Baeza, por lo que mis raíces están compartidas. Tengo el corazón “partío”, como dice la canción.

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