Entrega absoluta de los devotos a la Virgen de la Cabeza en Jamilena
Numerosos vecinos acompañan el desfile procesional en el último día de las fiestas

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Hay una fecha fija en el calendario local y una tradición que cada septiembre vuelve a congregar a todo un pueblo. Jamilena vivió una tarde de fervor y emoción con la procesión en honor a Nuestra Señora de la Cabeza, que recorrió las calles principales del municipio arropada por centenares de vecinos y devotos. Tras una solemne misa, y con la plaza abarrotada, se abrieron las puertas de la parroquia de Nuestra Señora de la Natividad. Fue entonces cuando la imagen, cuidadosamente engalanada, apareció en el dintel del templo. El paso se mecía suavemente sobre los hombros de sus anderas al compás del himno nacional, interpretado de manera solemne por la Banda de Música “Miguel Ángel Colmenero”. La salida estuvo marcada por un silencio cargado de expectación, roto después por un estallido de aplausos y vítores. Desde ese instante, la comitiva avanzó por las calles más céntricas y estrechas del municipio, convertidas en un gran escenario de fe y tradición.
Como es costumbre, muchas vecinas se acercaron vestidas con sus trajes de flamenca, aportando un ambiente festivo y colorido que recordó a las grandes romerías. A lo largo del itinerario, las calles se llenaron de plegarias, promesas y gestos de devoción. El cortejo procesional, que contó con una duración de poco menos de dos horas, estuvo presidido por autoridades locales, así como eclesiásticas y los hermanos mayores de la Cofradía de la Santísima Virgen de la Cabeza del municipio. Además, durante todo el recorrido no faltaron los devotos, los sones de los tambores y los cantos improvisados que acompañaron el caminar de la Virgen por las calles. La llegada de nuevo a la parroquia puso el broche de oro a la jornada. El regreso, al igual que la salida, estuvo marcado por los aplausos del pueblo, que acompañaron a la imagen hasta su entrada al templo. De nuevo sonó el himno nacional como colofón, mientras Nuestra Señora de la Cabeza desaparecía poco a poco en el interior de la iglesia entre una lluvia de vítores y vivas.