El traslado más esperado con el corazón en un puño

La pandemia obliga a la cofradía a llevar hasta el municipio al Cristo de Chircales de Valdepeñas de Jaén en una furgoneta de noche

01 sep 2021 / 19:32 H.
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Quienes conocen Valdepeñas de Jaén, situado en el corazón de la Sierra Sur de la provincia, saben que las temperaturas en verano constituyen un auténtico regalo de la naturaleza. Son innumerables las bondades de un municipio con una estratégica situación geográfica que invita a ese sosiego tan necesario cuando la vorágine de la cotidianidad aprieta. El silencio de una noche de media luna invita al paseo por un entorno único en el que si algo se oye es el sonido del agua. Un viaje por el camino que lleva hasta el Santuario del Cristo de Chircales es un lujo al que nadie debería renunciar. Se trata de cinco kilómetros, a pie por el camino de penitencia o en vehículo por una estrecha y recóndita carretera, que sorprenden por una belleza inusual. No es habitual recorrer lo descrito en la madrugada del último día de agosto. Sin embargo, la pandemia obligó a un puñado de valdepeñeros a hacerlo con el corazón metido en un puño.

Sepan quienes no conocen la leyenda que el Cristo de Chircales, desde que el Ayuntamiento creó la Feria y Fiestas en 1862, cada 1 de septiembre es trasladado por sus devotos desde su santuario hasta la iglesia de Santiago Apóstol. Lo hacen por un serpenteante sendero de piedras y pendientes de auténtico vértigo que el “Señor” convierte en un camino de alegría en el que todos, hombres y mujeres, quieren participar. Bien temprano empieza una auténtica fiesta de devoción y fe que, en 2020, se vio interrumpida por culpa del coronavirus. Sin fiestas desde que estalló la mayor crisis sanitaria mundial, el año pasado se vivió el primer traslado más triste de la historia del municipio. Fue el 24 de septiembre cuando el lienzo más querido llegó hasta la parroquia en una furgoneta, de noche y bajo el más absoluto de los secretos. La escena se volvió a repetir en la madrugada de ayer.

Todo comenzó a la una y media de la noche. Llegar hasta el paraje y ver la silueta del Cristo de Chircales en la inmensidad de la oscuridad fue un auténtico placer. La junta de gobierno de la cofradía del Santísimo preparó con esmero y sigilo un traslado que resulta doloroso para quienes creen en él. No hace falta ser de Valdepeñas para quererlo. Un rezo y un “Viva el Señor del Chircales” entre lágrimas de emoción antecedió a un recorrido en el que todo estuvo medido, hasta el ancho de la furgoneta en la que Carmen Parra tuvo el honor de llevarlo hasta el pueblo. Eran las tres de la madrugada cuando, a doce grados de temperatura de una noche de verano, el “Señor” entró por la puerta principal de la iglesia con los aplausos guardados en la memoria de los presentes. Resulta imposible describir lo vivido. A las ocho de la mañana, el repique de campañas anunció su llegada. Las esperanzas están puestas en un regreso de día y con gente.

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