El despertar de los años oscuros de la Guerra Civil en Jaén
Recorrido de los primeros compases del conflicto bélico en la provincia, cuando se cumplen 88 años de su estallido

En la tarde del 18 de julio de 1936, Emilio López Cruz observó que había más movimiento de lo habitual en los aledaños de su barbería, ubicada en la calle Los Caños de la capital jiennense. A pesar de las elevadas temperaturas, fue testigo de cómo simpatizantes del Frente Popular desfilaban en dirección al convento de La Merced, donde aseguraban haber visto a los frailes disparando. Sin saberlo en ese momento, el barbero jiennense acababa de presenciar el comienzo de la Guerra Civil en el Santo Reino. Ya por la tarde, cientos de vecinos de la ciudad —incluido Emilio— vieron cómo los cuerpos sin vida de los frailes recorrían, apilados en una camioneta, las calles de la capital. Esta es una de las miles de historias de aquellos que vivieron el conflicto fratricida en sus propias carnes, hoy narrada para Diario JAÉN a través de su nieto, el historiador, escritor y profesor Emilio Lara.
A pesar de que el golpe de estado militar surtió efecto inmediato en provincias andaluzas como Sevilla, Cádiz, Málaga y Córdoba, Jaén se mantuvo fiel a la Segunda República durante los primeros compases de la Guerra Civil. Aunque la mayoría de los españoles no eran conscientes de ello, esa calurosa tarde de julio acababa de comenzar un conflicto que aún arrastra sus últimos —o penúltimos— coletazos en nuestros días. La sangre llegó al río después de años de tensión entre ambos bandos, un sentimiento que se acrecentó después de las elecciones que se celebraron en marzo de 1936, en las que las izquierdas, representadas por el Frente Popular, lograron la victoria, unos resultados que puso en duda y no aceptó el sector derechista. Precisamente, y según queda reflejado en “Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular”, de Manuel Álvarez y Roberto Villa, Jaén fue una de esas tantas provincias en las que reinó la inquietud y la disconformidad, lo que dio lugar a desórdenes en distintos puntos de la provincia.
Y es que, en el territorio jiennense, los resultados entre derecha e izquierda fueron muy parejos, lo que provocó que la tensión entre ambas facciones fuera “in crescendo” con el paso de las semanas. A raíz de esto, las fuerzas republicanas llevaron a cabo diversos registros en los domicilios de todos aquellos que consideraban sospechosos de poder conspirar para un golpe de estado. En ellos se produjeron sustracciones masivas de armas, una decisión que, según los historiadores, fue clave para que con el estallido de la Guerra Civil el bando sublevado no tomara el control del Santo Reino. Además de estos factores, cuando se produce el alzamiento, hay una descoordinación en el bando rebelde, al no considerarse Jaén como una de las grandes plazas militares. La noticia de que los sublevados se había hecho con el control de ciudades importantes en la región corría como la pólvora y Jaén no era ajena a ello. Al declararse el golpe, las milicias republicanas llevan a cabo numerosas detenciones en la provincia, y se ven obligados a improvisar cárceles en lugares como la Catedral de Jaén o el convento de Santa Clara, debido al gran número de reclusos que había en ellas.
Una vez visto que la insurrección no triunfó en la provincia, los simpatizantes del golpe —militares, guardias civiles o falangistas— abandonaron la capital en dirección Córdoba, encontrando refugio finalmente en el Santuario de la Cabeza de Andújar, donde resistieron unos meses antes del asedio de las tropas republicanas. Volviendo a los primeros días del conflicto fratricida en la provincia, es imposible no hacer mención al atroz episodio de “Los trenes de la muerte”. El gobernador civil de Jaén, Rius Zuñón, consciente de la incapacidad de unas prisiones que estaban a rebosar, habló con Pedro Villar Gómez, director general de Prisiones, para trasladar en dos trenes a algunos de los detenidos hasta Madrid. El fatal viaje se produjo en los días 11 y 12 de agosto de 1936, y allí, una turba de frentepopulistas sedientos de sangre los esperó para lincharlos.
Jaén, que apenas desarrolló episodios violentos durante la mayor parte del conflicto, fue la triste protagonista de un bombardeo —con aviones alemanes y pilotos españoles del bando sublevado— que tuvo mayor envergadura que el de Guernica. La fatídica fecha fue el 1 de abril de 1937, y aquí murieron 157 personas de la sociedad civil. Inmediatamente, las fuerzas republicanas quisieron replicar el ataque con la ejecución del mismo número de víctimas, por lo que fusilaron a otros tantos presos del bando rebelde. Después de la victoria de Francisco Franco, la provincia no fue una excepción en cuánto a la represión de la dictadura, y también fue testigo de fusilamientos a aquellos que resultaron derrotados en el conflicto, especialmente durante los primeros años del término del mismo, El despertar de los años oscuros fue la consecuencia de una concatenación de acontecimientos históricos que fracturaron a una nación que, a pesar de estar cerca del centenario de la Guerra Civil, aún se lame algunas de las heridas que sufrió entonces.
Emilio Lara López, profesor y escritor: “Mi tío, que era cura, vomitaba después de ver los fusilamientos”
Emilio Lara, reconocido escritor histórico jiennense, puede hablar de la Guerra Civil en Jaén desde varias perspectivas: como estudioso del conflicto, pero también como familiar de personas que lo vivieron de cerca. Como él mismo cuenta a Diario JAÉN, es de los pocos afortunados que puede decir que en su círculo —con simpatizantes de los dos bandos— no hubo que lamentar víctimas mortales. Además de su abuelo Emilio —barbero— el hermano de este, Antonio López —sacerdote de profesión— se trasladó al comienzo de la guerra a la capital, donde se resguardó trabajando de mozo en el mercado. “Después de la guerra fue párroco de La Magdalena y capellán de la prisión provincial. Por tanto, tenía que estar presente en los fusilamientos y dar asistencia espiritual a los condenados. Volvía a casa y vomitaba, eran situaciones aterradoras”, expresa.
Lara señala que el comienzo del conflicto fratricida era algo que en la provincia se podía palpar desde los resultados de las elecciones en las que ganó el Frente Popular. “Los resultados habían estado reñidos en la provincia, que fue una de las afectadas por desórdenes inmediatos tras los comicios, con asaltos a sedes de periódicos conservadores y de locales de partidos derechistas”, rememora. En cuánto al inicio del conflicto, destaca las revueltas y ataques republicanos. “En el inicio hay varios desórdenes, y al igual que en el resto de ciudades que se mantuvieron fieles a la Segunda República, los milicianos cogían a presos derechistas y religiosos, siendo el conato de violencia más importante de estos días el del convento de la Merced, cuando varios frailes fueron asesinados”, indica. Asimismo, también considera que la decisión del capitán Cortés de refugiarse en el Cerro del Cabezo fue errónea militarmente hablando. “Fue un error estratégico, tendrían que haber marchado hasta Córdoba, donde el alzamiento sí triunfó”.
Luis Miguel Sánchez Tostado, escritor y criminólogo: “En las retaguardias se mezclan rencillas con odios personales”
Es uno de los literarios con más información sobre el conflicto bélico en la provincia, como bien demuestra su obra “La Guerra Civil en Jaén”. Luis Miguel Sánchez Tostado considera que los registros previos al comienzo de la contienda por parte de los republicanos, así como la supresión de armas, fueron factores fundamentales para que el Santo Reino no cayera pronto en manos de los sublevados. “Jaén se mantuvo fiel desde el comienzo de la guerra, salvo tres municipios que cambiaron de bando en el marco de la llamada “Campaña de la Aceituna”: Alcalá la Real, Porcuna y Lopera, donde se desarrolló una de las batallas más importantes”, remarca. Habla del territorio jiennense como una zona fronteriza de guerra. “Estábamos cerca de frentes de batalla como la de Pozoblanco, y en los primeros meses tuvimos un frente interior, el del Santuario de la Virgen de la Cabeza”, resumen.
A pesar de que no se vivieron episodios sangrientos constantes, en Jaén se escribió una de las páginas más negras del conflicto: el bombardeo del bando sublevado del 1 de abril de 1937. “Murieron 157 personas y los republicanos se vengaron ejecutando a presos derechistas. Estos dos capítulos son para mí crímenes de guerra, murieron más de 300 personas en una semana. Esto demuestra que en las guerras civiles se libra una batalla más deshumanizada en las retaguardias que en los frentes: en los frentes hay unos códigos de honor y en las retaguardias se mezcla el odio político con rencillas personales.”, señala. En este sentido, Sánchez Tostado hace una clara diferenciación entre lo que ocurrió durante la contienda y lo que pasó después. “Durante el conflicto ambos bandos cometieron salvajadas, pero la violencia republicana solo se produjo en los primeros meses de guerra, mientras que la represión franquista fue sistemática y mantenida en el tiempo durante guerra y posguerra”, apuntala el escritor.