De Baeza a Roma en moto y sin GPS

Luis Carlos Cabrera viaja en solitario por media Europa

02 sep 2022 / 20:52 H.
Ver comentarios

Su nombre es Luis Carlos Cabrera, un baezano de 38 años que, aficionado a las motocicletas, vive ansioso de rascar unos días de vacaciones para poder escapar de la monotonía del día a día, especialmente este año que, según el protagonista, ha sido muy duro en el terreno laboral. Este viaje, por tanto adquiere un sentido más profundo. El objetivo: realizar un viaje desde Baeza hasta Roma sin usar el GPS.

Cabrera utilizó en esta ocasión una BMW K1300S del año 2009, que, tras pasar por las manos de su mecánico de confianza, Fran de Jabalcuz Motos, sale en buenas condiciones hasta Baeza. Tras preparar el tan necesario mapa y el resto del equipaje, sale con la adrenalina de una aventura por delante. La primera parada fue Villarrobledo para, desde allí, ir a parar a Peñíscola y Tarragona. Continúa un poco más hasta llegar a ese camping llamado igual que el parque natural, camping Els Ports. Tras descansar y conocer a un anciano llamado Chimi, decidió salir de nuevo.

Durante la nueva jornada atraviesa hasta dos veces la frontera francesa, donde el calor sofocante le lleva al pueblo fronterizo Le Perthus. De allí a Agde, tras no encontrar alojamiento, para hospedarse en un nuevo camping. Esa tarde disfruta de la gastronomía y la playa francesa en un merecido descanso. Al día siguiente le esperaban Mónaco, Montecarlo pero, antes de visitarlos, se acercó a Menton, ya pegado a la frontera italiana, para hacer noche. Una vez sorprendido por las primeras luces, hace una visita a las citadas ciudades. La siguiente parada sería ya en tierras italianas, que le reciben con unas tímidas gotas de lluvia. Tras unas horas sobre la moto, comienza a ver carteles de ciudades donde lee “Firenze”, dispuesto a encontrar por allí un camping municipal, sin saber hasta más tarde que se trataba de Florencia. Tras visitar la ciudad, queda maravillado, tanto con la gastronomía —una maravillosa pizza margarita— como por unas espectaculares vistas paseando por las calles florentinas.

Al día siguiente, los nervios a flor de piel. Ese día llegaría a Roma. No tardó demasiado, y en relativamente poco tiempo ya estaba boquiabierto al ver “tanta inmensidad de edificios, tanto arte, piedra tras piedra es atronador ese espectáculo”, llega a decir. no pudo aguantar las lágrimas y tras un largo suspiro dentro de su casco, lo piensa: “estoy aquí, casi 2.500 kilómetros después me encuentro en plaza Venezia, mi moto y yo”.

Para los que se preguntan si alguna vez se perdió, Cabrera tiene una respuesta: “No, no había nada que seguir, no había horario, ni siquiera sabía que día de la semana era. Tras este viaje espero poner en práctica lo aprendido y aun teniendo que respetar horarios y compromisos, intentaré respetarme para marcar mi propio itinerario de vida”.

Provincia