“Cuando no hay nada, ahí está Él”

El párroco recuerda el apoyo y aliento de Dios en la ceremonia del Corpus

14 jun 2020 / 12:25 H.
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Un jarrón blanco con un coqueto ramo de margaritas acompañaba, en el altar, al libro litúrgico y a dos cirios adornados con un rojizo crismón. La imagen de la parroquia de San José, en Las Casillas de Martos, para la celebración de la misa del Corpus era sencilla, pero fresca y acogedora. La luz de la tarde entraba por la pequeña ventana que hay sobre la puerta principal y el halo iluminaba algunos bancos del templo, donde se congregaron los fieles para escuchar las palabras del párroco, Manuel Jesús Ceacero Sierra, en este día.

Fue, ciertamente, una misa muy íntima. Al tamaño, más pequeñito que grande, de esta iglesia se sumaron la distancia de seguridad que ahora ha de tomarse en la celebración de misas, lo que hizo que pocas personas pudieran asistir al oficio. Pero este era un día especial. Ayer se dio la misa del Corpus Christi en la parroquia y este es uno de los momentos más importantes dentro del calendario litúrgico, sobre todo, en tiempos donde se hace tan necesario el apoyo de la fe.

Esta fue, de hecho, una de las cuestiones en las que más se focalizó el sacerdote durante la misa y así queda reflejado en una de sus lecturas: “Cuando nuestros pasos titubean, ahí está Él para darnos el aliento, el alimento, a cada uno de nosotros”. En su homilía, Manuel Jesús Ceacero hizo especial hincapié en la importancia que tiene el cuerpo y la sangre de Cristo en la vida cristiana. Un discurso totalmente hilado con la fiesta del Corpus, pues en este se celebra la solemnidad de la eucaristía y recalcar la importancia que tiene la figura del Hijo de Dios para la comunidad.

Asimismo, frente al atril dispuesto junto al altar, el párroco se dirigió a sus feligreses y dijo: “En el desierto de nuestra vida, queridos hermanos, cuando no tenemos nada, ahí está el Señor”. Una sentencia con la que invita a reflexionar en el apoyo incondicional de Dios ante los problemas, la soledad o tristeza. Por ello, insistió una vez más, “cuando no hay nada, ahí está Él”. Su presencia en la vida de los cristianos, tal y como definió con gran acierto, es un regalo y no hay que tomarla como un “derecho”. Y uno de esos regalos que Dios da es el alimento de la vida eterna, el cuerpo y la sangre de Cristo.

“Deberíamos reflexionar, comed y bebed el cuerpo de Cristo, porque su sangre nos dará la vida eterna. Pero también tenemos que ver en nosotros con qué disposición nos acercamos a comulgar. Con qué disposición nos acercamos a tomar el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Porque lo mismo que para nosotros esto es motivo para la vida eterna, no tomarlo bien, no hacerlo preparado o con un corazón limpio también puede ser un motivo de condenación”, manifestó el párroco de “San José”. Asimismo, también invitó a sus feligreses a pensar sobre el sacramento de la reconciliación, la penitencia y la confesión, pilares fundamentales en la vida cristiana. “Tenemos que ir con el corazón preparado y sincero para tomar el cuerpo de Cristo”, reiteró, a la vez que insistió en la idea de no recibirlo como un derecho, sino con una actitud de agradecimiento.

Al terminar la homilía, el párroco dejó atrás el atril y dispuso los elementos para comulgar sobre el altar. En este momento, realizó un pequeño gesto propio de estos tiempos. De detrás del jarrón de margaritas sacó, sutilmente, un pequeño bote con gel hidroalcohólico y se desinfectó las manos antes de bendecir la ostia sagrada. Una vez realizado esto, de nuevo, otro detalle más. Se puso la mascarilla y volvió a desinfectar sus manos para garantizar la seguridad de sus feligreses, pues procedió a acercar, a cada uno de ellos, el cuerpo de Cristo. Así, banco por banco, el párroco repartió la ostia sagrada —en mano— para que todos comulgasen.

Una vez terminó, puso la plateada custodia en el altar, flanqueda por los cirios, y concluyó esta celebración del Corpus Christi con oraciones que, al unísono, también recitaban los creyentes que en este día acompañaron al Señor.

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