“Mi idea cuando me metí a cura era ser fiel a Dios, a Jesús y a los pobres desde la iglesia. Siempre ha sido mi vocación y objetivo”

PREMIO VILLATORRES

08 feb 2019 / 16:51 H.

Con la humildad por bandera. Así ha conseguido el cura Tomás Rivas recorrer la provincia y dedicar su vida a al prójimo desde la iglesia. “Cuando me metí a cura, mi idea era ser fiel a Dios, a Jesús y a los pobres”, afirma Rivas, que, entre otros lugares, recorrió parroquias de Linares, Villargordo y Santiago de Calatrava. Nacido en la capital del Santo Reino, a la Ciudad de las Minas llegó por primera vez en los años 70 y desarrolló su labor en la iglesia de Santa Bárbara, situada cerca de Arrayanes y Camino Madroñal, dos de las zonas más deprimidas económicamente del municipio linarense. “Yo vivía también allí. No teníamos aceras y apenas había luz en esas calles”, recuerda Rivas, que cambió Linares por Villargordo, donde también cosechó el afecto de todos los feligreses.

“Siempre he estado en las parroquias pobres, excepto cuando fui a Villargordo o a pueblos más pequeños en los que solo había una para todo el mundo”, indica un cura comprometido con la sociedad que le rodea, ya que, además, intentó que su vida se asemejara a la de las personas más humildes. “En Villargordo estuve doce años, que se dice pronto, y allí, por ejemplo, cogía aceituna para repartirla entre los más necesitados”, subraya.

Volvió a Linares a principios de 1991 y en aquella ocasión promulgó el evangelio desde la parroquia de San Juan de Ávila, situada en El Cerro, uno de los barrios linarenses con más pobreza. Desde entonces, desempeñó su trabajo en la capital de la Comarca Noroeste hasta hace unos meses. “Me retiré de la parroquia de San Juan de Ávila en septiembre u octubre del año pasado”, indica Rivas, un hombre humilde hasta para recibir un premio.

“No me merezco este tipo de reconocimientos”, asegura, al mismo tiempo que dice sentirse agradecido porque Diario JAÉN y el Ayuntamiento de Villatorres decidan otorgárselo.

“Estoy muy halagado, demasiado. Yo no merezco nada de esto”, destaca un cura muy querido en la provincia. “Cuando me retiré de la última parroquia, en Linares, una familia me invitó a cenar y me dijo que íbamos a celebrar una fiesta en honor de uno de sus miembros. Me fui con ellos y resulta que me habían preparado un homenaje con la gente del barrio. También vinieron algunos de Villargordo, e incluso de Santiago de Calatrava, donde también estuve un año”, rememora Rivas con bastante emoción.

“Me siento muy agradecido, pero no es lo mío”, afirma un párroco que, durante su trayectoria dentro de la iglesia, siempre tuvo preferencia por la gente sencilla y los barrios humildes. En definitiva, por solventar desde la fe unas necesidades que acuciaban a la sociedad jiennense y que, a día de hoy, aún son más que reales.