“En Barcelona trabajaba por las mañanas y estudiaba por las tardes y noches porque me encantaba el universo artístico”

PREMIO CABRA DEL SANTO CRISTO

20 ago 2019 / 11:17 H.

Su ingenio y su talento artísticos, su muñecas, su ojo analítico y imaginación, en efervescencia constante, son los de un referente en el mundo de la escultura. Su verbo, por el contrario, es el de un humilde fajador del arte que, a base de esfuerzo, consiguió ir dando la forma adecuada, a lo largo de los años, a todas aquellas ideas que bullían sin cesar en su cabeza.

A Rafael Rubio Santoyo le vio nacer la tierra de Cabra del Santo Cristo el 15 de enero de 1946. Allí comenzó a dedicarse a la albañilería, y pronto, a los 24 años, hubo de emigrar a Barcelona en busca de mejores oportunidades laborales. El trabajo no le impedía completar sus primeros trabajos escultóricos, en un principio, de estilo figurativo, pero su sed de aprendizaje le llevó a exprimir las horas del día y a empezar a formarse en interiorismo y procedimientos escultóricos en la escuela Llotja: “Trabajaba por la mañana y estudiaba tardes y noches porque siempre me ha encantado el universo artístico”. Hay quien ha dicho sobre el deseo por romper las reglas de la poesía para hacer que esta evolucione que, primero, es necesario conocer el pasado del arte de componer versos para saber qué es lo que hay o se puede romper, y de seguro que Rubio tomó esa reflexión como faro en su camino de evolución como escultor, que explotó por completo cuando regresó a su municipio natal, ya jubilado, después de haber trabajado en la restauración del barcelonés Parque Laberinto y como profesor en la escuela de arte y diseño Josep Serra i Abella, en el instituto de Llinars del Vallés y en la propia escuela Llotja. “Empecé con lo figurativo y con el estudio de la anatomía y la composición, pero en el pueblo creé mi espacio, mi taller en el que puedo desarrollar un nuevo estilo de composición abstracto y minimalista”, cuenta. Para dar forma al mismo se vale de cualquier objeto, “sobre todo hierro industrial y cualquier apero”, explica. Sobre el resultado, asegura que, dado que se aleja de cualquier forma humana o animal, lo importante es “que cada uno lo interprete como quiera, pero que les haga sentir algo dentro de sí”.

Sus composiciones se expondrán próximamente en el espacio de arte granadino “Santiago Collado”, y explica que, en el futuro, su obra podría llegar al Palacio de Villardompardo, en la capital; sin embargo, para él, todo ello, al igual que ser galardonado con este Premio Reino de Jaén, cuya concesión agradece y reconoce que no esperaba, es algo secundario: “Yo, sinceramente, siempre he hecho las cosas porque he sentido la necesidad de hacerlas, no por afán de reconocimiento, ni para exponerlas en ningún sitio. La verdad es que mi pretensión nunca ha sido la de ser protagonista”.