“Álvaro solo se expresa con golpes, vivimos un infierno”
Una madre de Bailén pide a la Junta el ingreso de su hijo con autismo
Hace un llamamiento de auxilio, ahora, cuando “todavía no hay que lamentar una desgracia”. No es un paso fácil para una madre, pero la situación es ya insostenible. Se llama Loly Navarro Pardo, es de Bailén y pide que su hijo Álvaro, con un autismo severo, sea ingresado en un centro especializado por parte de la Junta de Andalucía. Lo hace empujada por sus palizas. “Él no habla, cuando quiere algo se expresa con golpes, con violencia si no aciertas en lo que quiere”, dice un portavoz de la familia. Vive con miedo por ella y por su otra hija, de 9 años, que presencia estas escenas. Su casa la define como “un infierno”.
“Tiene 16 años, mide 1,80 y pesa 90 kilos. Es imposible controlarlo”, explica este portavoz. En una de las últimas crisis, la dejó con la espalda molida y la vista nublada. “Llama a los servicios de emergencias o a su hermano, y con su ayuda lo intentan reducir”, añade. Loly vive sola con sus hijos, ya que su exmarido trabaja como camionero, fuera siempre de Bailén.
Así, cuando tiene una crisis, lo ingresan en el hospital. Allí, lo estabilizan y cuando se recupera, se tiene que volver a su casa. “No es sitio para que se quede permanentemente, donde debería hacerlo es en un centro para el trastorno del espectro autista”, apunta. “El informe de su psiquiatra es claro, el niño no puede volver a su domicilio”, defiende. “Cuando salimos el día 29 de julio del hospital, la última vez que estuvo ingresado, y le dijimos que nos lo llevábamos a casa, se echaba las manos a la cabeza”, recuerda. “No deja de repetirnos que tenemos que llevarlo a un centro”, asegura. “Pero es que no hay dinero”, reconoce.
Pero la situación es ya tan complicada que ha empujado más que la falta de medios. Así, será el próximo martes cuando Álvaro ingrese en un centro privado de la provincia. Ahora mismo, dicen, no tienen otra opción. Les costará unos 2.000 euros al mes, cantidad que la familia no puede asumir. “Se va a pagar con ayuda de otros parientes, vecinos... será un mes o dos, para esperar si la situación se arregla, porque el niño no puede estar aquí”, aseguran. Y es que el único trabajo que tiene la madre es eventual, como limpiadora de un comedor escolar. A través de la Ley de Dependencia, como explica el portavoz, solo ingresa 300 euros al mes, cantidad insuficiente para afrontar el pago de una plaza no concertada.
Y ahí está la cuestión, el llamamiento que hace esta familia. “Nos fastidia que hayan plazas disponibles privadas, pero no concertadas. Si no hubiera centros, no habría cómo evitarlo, pero sí los hay, y con plazas libres”, lamenta. Y se pregunta: “¿Por qué no se conciertan más?”.
A lo largo del curso, Álvaro está en un colegio especial en Linares, de lunes a viernes, pero los fines de semana vuelve a casa. Y esta es una opción, como apunta, que también desaconseja la psiquiatra: “Debe vivir en un ambiente sin cambios, estable, para que no se desestabilice”. “Hace unos dos meses, agredió a una monitora y tuvo que ir la Policía para reducirlo y lo ingresaron en el hospital”, recuerda.
“En los dos últimos meses, hemos acudido hasta seis veces a la Delegación de Bienestar Social de Jaén. Allí siempre nos atienden perfectamente y sabemos que hacen todo lo posible, pero que no está en su mano la solución, que es que se amplíen las plazas concertadas. Eso va más arriba, es la Consejería”, explica. “Hay otros dos niños en Jaén esperando también plaza”, apunta. La última vez que acudieron a la administración fue este mismo jueves, para comunicarles que habían decidido ingresarlo en un centro privado, aunque no tienen dinero para mantenerlo allí.
“La última paliza de mi hijo me dejó con numerosas contusiones en la espalda, la vista nublada y mi hija de 9 años huyendo de casa para evitar que también a ella le pegara. Álvaro tiene solo 16 años y trastorno del espectro autista de grado 3, necesitando ayuda muy notable según el informe de su psiquiatra”, así se inicia la petición que lanzó Loly Navarro en change.org hace ahora dos semanas, un llamamiento de atención sobre su caso que sumaba ayer más de 13.500 apoyos.
“Álvaro toma 17 pastillas diarias de cinco medicaciones diferentes y su conducta en casa es un infierno: vivimos con miedo, teniendo que llamar al 061 cada dos por tres porque la violencia con la que se comunica es extrema. Ante eso, Álvaro ha estado ingresado en salud mental —5 meses en lo que va de año— pero al llegar el verano, y con el cierre del ala de psiquiatría infantil por ser vacaciones, ha vuelto a casa y todo ha vuelto a ser un caos”, añade. “Menores como mi hijo no deberían estar en centros de salud mental sino en centros especializados. Pero nos los están negando. La Junta a través de la Consejería de Bienestar Social no le da una plaza en un centro y una privada me costaría unos 2.000 euros mensuales, un dinero que no tengo ni por asomo”, escribe.