La odisea diaria de Copito

Un hombre anda desde Ermita Nueva, por la N-432, para lograr diez euros

03 may 2017 / 18:04 H.

Tengo las tripas de plástico”. Esta es una de las frases del vecino de la aldea de Ermita Nueva Manuel López Bolívar cuando refiere las secuelas que le han dejado sus accidentes con su moto, sobre todo el último, cuando estuvo a punto de morir después de ser arrollado por otro vehículo. Añade que tiene una cicatriz que le atraviesa de lado a lado el cráneo, aparte de “hierros” en las dos piernas y lesiones graves en el brazo derecho, que prácticamente le han dejado paralizada esa mano.

Pese a todo, López, a quien todo el mundo conoce por “Copito”, anda, casi todos los días más de veinte kilómetros. Su figura es ya mítica en la N-432, carretera junto a la que se encuentra su casa —ubicada concretamente frente al paraje llamado Cerrico de las Mentiras—. Es habitual verlo mientras camina con dificultades sobre el asfalto. ¿Cuál es el motivo de esa verdadera odisea por uno de los tramos de carretera más peligrosos de toda España?

Según relata el mismo Copito, sus ingresos se limitan a una pequeña pensión resultante de la incapacidad provocada por los accidentes sufridos. Indica que uno de sus hermanos, “con buen criterio”, determinó que en el banco solo se le facilitara una pequeña cantidad, para que, así, no gastara de golpe todo el dinero. Él detalla que se trata de billetes parecidos “al color de las bombonas” —10 euros—. El ermiteño es una persona sencilla y se adapta a la situación.

Copito avanza con la parsimonia que le permite su estado de salud. Habitualmente lleva una gorra, un “cayado” y unas zapatillas verdes, un color más visible, aparte del preceptivo chaleco reflectante. Guarda una linterna en la chaqueta por si le hiciera falta. Aun así refiere que no han faltado sustos. Sin embargo asegura que la N-432 no le da miedo. Por lo general hace autoestop, o al menos lo intenta. Si nadie lo sube tiene que hacer por sus propios medios los casi diez kilómetros que distan hasta el banco de El Llanillo donde tiene la cuenta. Lo más normal es que cubra a pie una parte y la otra “a dedo”.

Los paseos de Copito no se quedan ahí. Con frecuencia, hace la compra para las chicas de un club de alterne cercano a su domicilio y asimismo es normal que vaya hasta el puente de la Media Luna, cercano a Mures, o que suba hasta Las Pilillas y otros núcleos de Ermita Nueva para charlar con sus amigos. Él subraya que es muy conocido tanto el municipio alcalaíno como fuera. Se siente contento con lo que logra gracias al esfuerzo. “Si no fuera por lo que ando...”, dice antes de anunciar que seguirá así mientras pueda.

A sus 54 años, se trata de una persona afable, aunque admite que sufre algunas lagunas de memoria. Preguntado sobre el origen del cariñoso apelativo que recibe contesta que se lo pusieron cuando, de niño, guardaba ganado en el entorno del cerro de la Gineta y se arrancó a mamar de una cabra blanca. En el pastoreo y en el trabajo agrícola ha empleado buena parte de su vida.

tranquilidad. Copito reside en una casa que, como curiosidad, luce sobre la puerta el número 544. Con él habita su hermano Amadeo “el de los Teclados”. El inmueble, próximo al cauce del arroyo Palancares, está rodeado de una pequeña parcela de huerta regada por un pozo y un pequeño estanque. Allí, Manuel López pasa los días en calma. Como apenas sabe leer, aparte de los paseos, su principal afición consiste en ver en la tele programas como el de Juan y Medio.