Bello reencuentro con María

Decenas de fieles escoltan a la Virgen Blanca durante su procesión por La Imora

16 sep 2019 / 11:39 H.

Con el corazón en un puño vivieron los cristianos de la capital toda la jornada del sábado. Tuvo la culpa la lluvia caída durante el día, que ya obligaron, por la mañana, a suspender algunas de las actividades programadas en otros barrios de la capital . El temor se mantuvo, sin duda, durante la tarde, a pesar de que las nubes alejaron su amenaza. No era para menos: lo que estaba en juego era la celebración de una de las tradiciones religiosas más antiguas de la ciudad: la procesión de la Virgen Blanca.

De haber llovido de nuevo ayer y, por tanto, haberse visto obligados los miembros de la hermandad a suspender el desfile de la imagen mariana, el amor profesado hacia la misma no se hubiera debilitado, desde luego, pero sí que habría sido inevitable que la tristeza inundara los corazones sus devotos. Y es que, si esperar todo un año para volver a ver a la Virgen recorriendo La Imora sobre su trono ya es duro, hacerlo durante dos cuesta enormemente.

Por suerte, todos estos pensamientos quedaron pronto aparcados y hasta olvidados con el amanecer del tercer domingo de septiembre, que vino despejado y cuyas temperaturas, incluso, durante la mañana y hasta que llegó la una de la tarde, hora a la que se había programado el comienzo de la procesión, fueron subiendo. Así, para cuando la campana de la humilde ermita de la Virgen Blanca, ubicada en el citado paraje, comenzó a sonar, la estampa de la zona bien podía haber sido confundida con la típica de mayo, el mes mariano por antonomasia.

La Virgen, subida en su trono y a hombros de sus anderos, fue recibida a la salida de su templo con los vítores de las decenas de fieles que en el entorno de la ermita se habían congregado. La expectación era máxima, una circunstancia que se notaba en las caras emocionadas de todos ellos. Sin más dilación, dio comienzo el sencillo recorrido del desfile procesional, de tan sólo algo más de un kilómetro. A paso lento y saboreando cada momento al lado de su Virgen Blanca, el conjunto de fieles, guiados por las imágenes de la Madre y el Niño, fueron avanzando por el paraje mientras entonaban al unísono salmos e himnos en honor de María. A lo largo del camino, varios vecinos de la zona no dudaron en salir a las puertas de sus casas para recibir la bendición de la Virgen en un día tan señalado como el de ayer. Además de estos, numerosos visitantes, que decidieron acercarse hasta el lugar para participar en la antiquísima tradición, quedaron, del mismo modo, prendados de la belleza de esta venerada y dulce imagen.

El ecuador del recorrido llegó cuando se alcanzó la Casería de Las Palmeras. Allí, aprovechando la sombra, los anderos hicieron un pequeño alto en el camino para reponer fuerzas. La pausa fue muy breve. Después de emprenderse el regreso a la ermita, de nuevo y con la misma solemnidad, se cantaron alabanzas hacia la Virgen. Pronto comenzó a dibujarse la ermita en el horizonte, donde, tal y como había ocurrido en la salida, decenas de fieles esperaban reencontrarse con María. La recibieron otra vez los aplausos, y rodeada de ese júbilo volvió a su hogar en el templo hasta el año que viene.