21 ene 2025 / 03:18 H.
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Hubo que organizar el tiempo, así de simple. Para el día y la noche, mientras declinaba el sol de este a oeste y la luna mostraba sus fases: llena, creciente o menguante, con todos sus cuartos. Los lumbreras de las antiguas civilizaciones comenzaron a desentrañar, a hacer cálculos y a dibujar su compleja arquitectura.

En ese concierto de órbitas, rotaciones y traslaciones; de estaciones y fenómenos atmosféricos domésticos del tercero de los planetas que giran alrededor del sol, el asunto se sustanció con los calendarios. Un segundo marca la insoportable levedad del ser [sic Milan Kundera]; sesenta segundos, la infantería ligera del minuto; sesenta minutos, la carga de la caballería de las horas. Ya saben, una horeja son sesenta minutejos.

Del sistema sexagesimal fueron pioneros los sumerios y lo adoptaron y mejoraron los babilónicos, la otra gran civilización mesopotámica. Los primeros vivieron entre los actuales Irak y Kuwait y los segundos, en Irak. Los egipcios patentarían después el primer calendario solar. Al otro lado del mundo, mayas y aztecas no iban a la zaga. Ni los chinos con su calendario lunisolar. Probablemente, sus sabios escudriñaban los cielos desde los zigurats de Ur y Babilonia, en las pirámides de Chichén Itzá y Menfis, o en la pagoda Songyue.

Pirámides egipcias en el valle del Nilo.

Con esta materia prima se deconstruyó el día mucho antes de que Ferrán Adriá lo hiciera con la tortilla a partir de sus tres elementos básicos: aceite, huevos y patatas. ¿A quién se le ocurrió medir un día en 24 horas? A Hiparco, astrónomo, geógrafo y matemático griego del siglo segundo antes de Cristo. Lo hizo adoptando la división de un círculo en 360 grados, herencia sumeria. Son las horas que aproximadamente tarda la Tierra, redonda, en girar sobre su eje. Absténganse de seguir leyendo, por lo tanto, los terraplanistas.

Como la ciencia siempre avanza una barbaridad, la medida hoy se referencia con el denominado tiempo atómico, por el que un segundo es la duración de 9.192.631.770 periodos de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio 133, con campo magnético cero. Una virguería complicada, pero que no nos desvía de nuestro objetivo: los días y sus horas, meses y años, ambivalentes, porque todos son años nuevos y viejos en sí mismos transcurridos 12 meses, el tiempo que tarda la Tierra en su traslación alrededor del Sol. Son 365 días, exceptuando los bisiestos. Ese calendario ya lo tenían, con más o menos matices y métodos innovadores, los mayas y su Haab de 18 meses; a 20 días los primeros 17 y un último cortito de 5 días. También los romanos, con el Juliano, cuando el gran César, un año antes de que Bruto le asestara la puñalada definitiva, encargó al astrónomo griego Sosígenes de Alejandría que se ocupara del asunto: la eminencia le añadió dos meses más, hasta 15, con 33 y 34 días, respectivamente, para acompasarlo al sol. El año se disparó hasta los 445 días. Fue en el 46 antes de Cristo: ni César imaginaba la que se iba a armar después en Belén.

El papa Gregorio XIII, mentor del calendario Gregoriano.

Como el tiempo vuela, en 1582 el papa Gregorio XIII reformó el Juliano e impuso el calendario que rige actualmente. Sí, acertó usted: es el Gregoriano, de 12 meses y 365 días. ¿Hasta cuándo? Qué sabe nadie. Lo cierto es que la base ya la pusieron sumerios y babilónicos con su docena de meses. Los primeros inspiraron también, eso dicen los que saben de esta materia, el calendario musulmán, Hijri, de doce meses lunares con un año de 354 o 355 días.

Saquen pecho ahora los patriotas y después rásguense las vestiduras. El papa Gregorio tuvo sobre su mesa un informe de los sabios de la Universidad de Salamanca para reformar el Juliano. Él sabrá por qué lo rechazó. Lo cierto es que fueron dos científicos los que pusieron las bases de nuestro almanaque. Un alemán, Cristóbal Clavio, y un italiano, Luis Lilio, que lo dejó niquelado, pero quiso su Creador llevárselo al cielo antes de que su representante en la tierra le diera carta de naturaleza. Nada nuevo bajo el sol. Moisés también se quedó a las puertas de la Tierra Prometida.

Pese al desaire, por lo de Salamanca, el hombre más poderoso del planeta, Felipe II, hizo honor a su apodo, el Prudente, impulsando el calendario de su papa. Portugal también entró al trapo, como la mayoría de los estados europeos y hasta donde llegaba la mano del imperio católico. Menos Inglaterra, que hizo un brexit y pasó del asunto. En realidad, el calendario Gregoriano acompasaba la arquitectura del tiempo a la liturgia católica, una exigencia que había derivado del Concilio de Trento.

Y en esas estamos, con un bisiesto de vez en cuando, con dos cambios horarios llamados a desaparecer, uno en cada equinoccio, primavera y verano, y con la vida marcada por el ritmo de las estaciones, cada vez más difuso y alterado. Absténganse aquí los negacionistas del cambio climático. Y al ritmo del trabajo, condición indispensable en nuestras vidas y desgracia donde las haya para quienes no lo tienen. También hubo que organizarlo. Por eso tenemos el calendario laboral. Se ha ido reformando desde que el trabajo se regló y ha costado sudor, lágrimas y sangre dejarlo como está hoy: de lunes a viernes para descansar fines de semanas y fiestas de guardar. Son tiempos de cambio, porque siempre hay cambio, pero la pelea sigue: nada más reparar en la que andan dos ministros de nuestro Gobierno de España, la de Trabajo (Yolanda Díaz) y el de Economía (Carlos Cuerpo) por las horas que hay que trabajar en la semana laboral.

Año Nuevo, ¿vida nueva?

Hasta aquí queríamos llegar. Con el cotarro organizado, el gran ciclo siempre tiene un punto de inflexión. O debería tenerlo, sobre todo donde anida alguna necesidad o un anhelo. Donde no la hay, cunde el pragmatismo: señor mío, que me quede como estoy.

Plaza de Santa María, en Jaén, abarrotada para recibir el 2025.

Suele despedirse el año en su Nochevieja con fuegos artificiales tras comer doce uvas y brindar con cava o champán. Dos mil años antes de Cristo, en Mesopotamia, celebraban el Año Nuevo con la fiesta del Akitu. Lo hacían con la primera Luna nueva tras el equinoccio de primavera. El papa Gregorio fijó la celebración en su nuevo calendario el 1 de enero. Lo de los fuegos artificiales la última noche del año pudiera tener su origen en algunos rituales paganos de purificación y renovación: los fuegos pretendían ahuyentar malos espíritus ante un nuevo comienzo. Todo es, a la postre, cíclico: principio y final son los dos momentos propicios para intentar inducir cambios cuyas palancas se mueven por motivos muy diversos, aunque podemos convenir que el objetivo más generalizado es el de mejorar o prosperar. Absténganse ahora los optimistas irredentos. Se infiere de la experiencia que Año Nuevo no implica necesariamente vida nueva.

Propósitos de enmienda: entre deseos y aspiraciones

Entre el aluvión de posteos del primer día del año, saturando redes y cabezas a ver quién es más original y gracioso, el que sigue viene al pelo: ‘Recordad que el 7 de enero a las 8 de la mañana hay que retrasar la báscula 5 kg.’ Este y otros propósitos de menor rango, pero que tienen la misma raíz, dan contenido a un vademécum variopinto: además de adelgazar, leer libros, por ejemplo; comprarse un coche nuevo; dejar de fumar; ganar de una vez por todas la champions; terminar la carrera o el curso completo; desengancharse de la adicción; no ver más la telebasura; reciclar en casa; no votar ni una vez más a quien acaba engañándonos o decepcionándonos; cuidar mejor al perro; comprar con la primera extra del año una tele fea de grande; aprobar ahora, sí o sí, las oposiciones... Hay propósitos que dependen de ti, algunos de terceros o cuartos, los más de la suerte o del azar y buena parte de ellos llegarán, o no, por causas sobrevenidas.

Jiennenses hacen ejercicio de gimnasio.

Quien no tiene dinero para pagarse un gimnasio todos los meses puede hincharse de correr o andar en la Vía Verde. Si el coche no es nuevo, puede ponerse a tiro uno de segunda mano. Si el ‘pupas’ no gana Europa, algún año sonará la flauta. Si no soy licenciado en junio, por ahí viene septiembre. He votado a fulano y ha vuelto a ganar mengano. Si pusieran el paquete de tabaco a veinte euros, otro gallo me cantaría. Y si no puedo perder los quince kilos que me sobran, para qué privarme. Al fin y al cabo, la vida es breve: quién sabe lo que te espera a la vuelta de la esquina.

Donde no podemos meter mano, al menos directamente, es en el precio del butano, la electricidad, el gas, la hipoteca; cuando sube la pensión o se congela; en tasas y tributos, suban o bajen; en el salario... Son los clásicos que saludan el año, con los presupuestos nuevos, o prorrogados, de las administraciones; los de las empresas, con sus coyunturas, estrategias y cálculos de mercado... ¡Ah! Y la denostada demoscopia política.

¿Qué dicen los poetas de siempre?

Si la incertidumbre es la que se instala en el horizonte personal, corporativo, político o colectivo, quizá haya que recurrir a la poesía. No perdamos de vista que algunos poetas, sólo algunos, son como los antiguos chamanes: tienen dones para ver y sentir hasta donde los demás no llegamos. Un hombre solo, una mujer, /así tomados de uno en uno, /son como polvo, no son nada, /no son nada...’, escribió Blas de Otero. Pensemos, por lo tanto, en aspiraciones colectivas. Las de Jaén, por ejemplo.

El tranvía de Jaén en pruebas durante 2024.

A estas alturas, poco podemos hacer para que el tranvía circule con viajeros, no en pruebas, antes o después del verano; para que la A-32 se termine no se sabe cuándo... Y la Ciudad Sanitaria, la de la Justicia, la línea con velocidad alta desde Jaén a Almuradiel para llegar a Madrid con decencia. En tren, claro. El Banco, la intermodal, en autovía hasta El Carpio y la financiación justa de nuestra Universidad. Ni una aldea, o pueblo, sin consultorio y escuela. O a ver quién le corta la cabeza a la ‘cobra’ que nos muerde. ¿Y un campo de golf para Jaén capital? Nunca antes de que el Real Jaén y el Linares Deportivo, o viceversa, estén en Primera, la de verdad: ese ecosistema futbolístico ahora patrocinado que conocemos como LaLiga EA Sports. Para entonces, todos con la calavera blanqueando sobre un bonito sembrado de malvas.

Lean esto otro de Francisco de Quevedo en su lucidez y no la confundamos con el pesimismo: Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra /que me llevare el blanco día, /y podrá desatar esta alma mía /hora a su afán ansioso lisonjera (...) Alma a quien todo un dios prisión ha sido, /venas que humor a tanto fuego han dado (...) /serán ceniza, mas tendrá sentido; /polvo serán, mas polvo enamorado.

Elevemos el listón. Salud para el enfermo; trabajo para el parado; pareja para el solitario; fortuna para el desgraciado; poder para los olvidados; libertad para el oprimido; justicia para el agraviado; paz para los acosados; honor para los vilipendiados; honra, y memoria, para los muertos...

Permitan un último acto con Pedro Calderón de la Barca: ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. De aquí debió salir eso tan mundano, y tan cierto, de soñar es gratis. Poderoso caballero es don dinero, nos advirtió Quevedo, aunque ande yo caliente, y ríase la gente, apostilló Luis de Góngora. No hacían migas, precisamente, estos gigantes. ¿Para cuándo otro Siglo de Oro? Quizá Paco Lobatón, al que presumimos cansado de tanto bregar, pudiera alumbrar alguna respuesta. ¿Quién sabe dónde? Mientras tanto, por Año Nuevo, recitemos aquello que cantaban Cristina y los Stop: Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor...

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Siete curiosidades sobre el tiempo y sus circunstancias

 

1.) ¿Dónde hay más relojes de sol en la provincia de Jaén?

En Úbeda, según los datos del sitio Reloj Andalusí. En la ciudad Patrimonio de la Humanidad hay nueve relojes de sol localizados en fachadas o interiores de edificios civiles y religiosos.

2.) ¿Dónde está el calendario más antiguo conocido?

Lo datan 8.000 años antes de Cristo y está en Aberdeenshire (Escocia). Es un conjunto de doce piedras que indican la posición de las fases lunares durante el año.

3.) ¿Cuál es el reloj más preciso del mundo?

Su nombre es NPL-CsF2. Es un reloj atómico de cesio y sólo puede perder o ganar menos de un segundo en 138 millones de años. Su sistema se utiliza para ajustar los relojes de todo el mundo.

4.) ¿Tendremos días de 25 y más horas?

Un estudio de la Universidad Técnica de Munich indica que la rotación de la tierra está desacelerando. Lo hace a 1,7 milisegundos por siglo. Atribuyen la incidencia a factores como la fricción de las mareas o la actividad sísmica. Si continúa la tendencia, llegarán días de 25 horas, pero tendrán que pasar 200 millones de años.

5.) ¿Quién conoce la Horología?

Estadísticamente, es uno de los términos más desconocidos por la población sobre el tiempo. Es la ciencia que estudia su medición y el arte de hacer relojes.

6.) ¿Quién hizo el primer reloj de pulsera?

Se atribuye al relojero Abraham-Louis Breguet, quien lo diseñó para Caroline Murat, reina de Nápoles y una de las hermanas de Napoleón Bonaparte, en 1812.

7.) ¿Qué país no celebra el Año Nuevo?

Es Corea del Norte, donde el régimen prohibió la festividad. Se celebran los hitos importantes que marca el Estado, entre ellos los vinculados a los natalicios de sus líderes. No obstante, hay fiesta por el Año Nuevo lunar desde que en 1989 lo ordenara Kim Jong-Il.

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