Pinocho Sánchez se desvela y nos desvela

17 nov 2019 / 13:57 H.
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Según el Washington Post, Donald Trump ha soltado más de 10.000 mentiras o semi-falsedades en los tres años que lleva en el poder. Aunque ese periódico siente una enorme animadversión al presidente, no yerra concluyendo con que el Trump es un fabulador. En Gran Bretaña, Johnson no le va a la zaga. Ha afirmado que Londres pagaba anualmente 36.000 millones de euros a la Unión Europea (falso de toda falsedad) y que con esa cantidad se podía reparar el sistema sanitario de británico (otra patraña). También inventó, sin despeinarse, que Bruselas impondría a Londres la venta de preservativos de un diámetro que no sería el del gusto de los súbditos de la reina Isabel.

Nuestro presidente también hace sus pinitos en el embuste. Está entrando en la Champions de los que engañan. Un escritor de Estados Unidos escribió en los setenta que el presidente Nixon era un virtuoso de las mentiras, un artista. Las decía incluso cuando no hacía falta. Esta frase no se puede aplicar al doctor Sánchez, falta a la verdad constantemente, escamotea la realidad cuando le interesa, pero no lo hace a tontas y a locas. Siempre es en beneficio propio, que no de España y lo practica con rotundidad y desparpajo.

Su tesis es una radiografía del personaje. Para cuestionar la limpieza del gobierno de Rajoy manifestó con aplomo en las Cortes que Alemania era un país ejemplar: un ministro se había visto obligado a dimitir cuando se descubrió que había plagiado. Meses más tarde emerge que la tesis de Sánchez constituía una ensalada de plagios, no se sabe siquiera si la escribió él, lo examinó un tribunal de amiguetes y cuando surgió el pastel su oficina afirmó que la tesis estaba colgada en internet, lo que era mentira.

Sigamos. Montó la moción de censura a Rajoy en base a una frase equívoca redactada por un magistrado sospechoso que ha sido posteriormente descalificado por ello. Sánchez siguió insistiendo que él es regenerador y Rajoy un chapucero.

Luego nos enteramos de otro lunar ético. El presidente ha escrito un libro, o se lo han escrito, por el que ha percibido 16.000 euros, cantidad que, si lo escribió cuando no había llegado a Moncloa debería aparecer en su declaración de la renta y no constó. Si lo parió siendo ya presidente la percepción de cualquier cantidad era improcedente, la ley no lo permite. No se sonrojó tampoco. Podríamos seguir para probar que Sánchez puede impartir pocas lecciones de ética o de regeneración (dos ministros obligados a dimitir por trapacerías, el presidente del Senado en la liga de plagiadores...).

No me extiendo demasiado sobre esto porque es peccata minuta a lo que nos hemos vergonzosamente acostumbrado. Lo que sí me preocupa son los recientes pasos de Sánchez por lo que pueden significar para el futuro de España. Pactar con Podemos producirá alarma en Europa, mucha en Estados Unidos al ver un partido comunista en el gobierno. Para la gente de Trump y la oposición demócrata es un signo inquietante que no augura nada bueno. Las embajadas en España y los observadores transmitirán que nuestro nuevo equipo va a disparar el gasto público, que Podemos socava la monarquía, es anti-Otan, que se reducirá consecuentemente aún más el gasto de defensa (“los europeos son unos gorrones” en temas defensivos repiten yanquis y algunos europeos, “¿serán fiables los españoles ahora en temas de inteligencia?”, se preguntan ya) y que no se sabe como los dos partidos, una vez instalados, podrán abordar un montón de temas en los que “aparentemente” tienen posiciones diametralmente opuestas, Cataluña y su referéndum, el 155, actuación de las fuerzas de orden público, inflación, etcétera.

Uno no entiende cómo hace solo doce días Sánchez se desvelaba por las noches pensando en tener a Podemos en el gobierno, abjuraba de ello, y ahora lo encuentra “ilusionante” por progresista (?).

¿Cuándo mentía, entonces o ahora, o en las dos ocasiones? Quizás en ambas. No obstante, la coalición progresista no me desvela mayormente. El próximo paso sí. Sánchez no puede gobernar sin el apoyo de Junqueras. Lo sabe y ya lo corteja. Ver al líder del Partido Socialista Obrero Español dispuesto a meterse en la cama con políticos que se ciscan en la Constitución y en lo que dice el Constitucional, que quieren romper España no dentro de veinte años sino mañana por la mañana y, además, lo pregonan en público con luz y taquígrafos me pone los pelos de punta y me desvela más que al presi. El ansia de Sánchez por abrazarse cuanto antes Junqueras para continuar en la Moncloa es patente. Quien lo dude está ciego. El líder del partido de González y Guerra, el de la agrupación que proclamaba que ella vertebraba a España. Sánchez va, con artimañas, cosmética y patrañas, a deshilacharla más aún. ¿Qué concesiones hará ahora a los nacionalistas, catalanes y vascos, para que lo apoyen? ¿Podría ahora aplicar el 155, reducir los relatos divisorios de la educación en Cataluña (algo que nos lleva inexorablemente al precipicio), detener la proliferación de “Representaciones” catalanas en el extranjero que nos denigran y crean mala imagen, pedir a la policía que actúe resueltamente ante gente que paraliza la autopista que lleva a Francia con enormes pérdidas económicas y de prestigio? Antes era reacio, ahora mirará completamente para otra parte.

Que un dirigente español opte por estas artimañas para gobernar en lugar de buscar soluciones constitucionalistas resulta patético, dramático y nos costará caro aunque muchos votantes socialistas no lo quieran captar.

Según el Washington Post, Donald Trump ha soltado más de 10.000 mentiras o semi-falsedades en los tres años que lleva en el poder. Aunque ese periódico siente una enorme animadversión al presidente, no yerra concluyendo con que el Trump es un fabulador. En Gran Bretaña, Johnson no le va a la zaga. Ha afirmado que Londres pagaba anualmente 36.000 millones de euros a la Unión Europea (falso de toda falsedad) y que con esa cantidad se podía reparar el sistema sanitario de británico (otra patraña). También inventó, sin despeinarse, que Bruselas impondría a Londres la venta de preservativos de un diámetro que no sería el del gusto de los súbditos de la reina Isabel.

Nuestro presidente también hace sus pinitos en el embuste. Está entrando en la Champions de los que engañan. Un escritor de Estados Unidos escribió en los setenta que el presidente Nixon era un virtuoso de las mentiras, un artista. Las decía incluso cuando no hacía falta. Esta frase no se puede aplicar al doctor Sánchez, falta a la verdad constantemente, escamotea la realidad cuando le interesa, pero no lo hace a tontas y a locas. Siempre es en beneficio propio, que no de España y lo practica con rotundidad y desparpajo.

Su tesis es una radiografía del personaje. Para cuestionar la limpieza del gobierno de Rajoy manifestó con aplomo en las Cortes que Alemania era un país ejemplar: un ministro se había visto obligado a dimitir cuando se descubrió que había plagiado. Meses más tarde emerge que la tesis de Sánchez constituía una ensalada de plagios, no se sabe siquiera si la escribió él, lo examinó un tribunal de amiguetes y cuando surgió el pastel su oficina afirmó que la tesis estaba colgada en internet, lo que era mentira.

Sigamos. Montó la moción de censura a Rajoy en base a una frase equívoca redactada por un magistrado sospechoso que ha sido posteriormente descalificado por ello. Sánchez siguió insistiendo que él es regenerador y Rajoy un chapucero.

Luego nos enteramos de otro lunar ético. El presidente ha escrito un libro, o se lo han escrito, por el que ha percibido 16.000 euros, cantidad que, si lo escribió cuando no había llegado a Moncloa debería aparecer en su declaración de la renta y no constó. Si lo parió siendo ya presidente la percepción de cualquier cantidad era improcedente, la ley no lo permite. No se sonrojó tampoco. Podríamos seguir para probar que Sánchez puede impartir pocas lecciones de ética o de regeneración (dos ministros obligados a dimitir por trapacerías, el presidente del Senado en la liga de plagiadores...).

No me extiendo demasiado sobre esto porque es peccata minuta a lo que nos hemos vergonzosamente acostumbrado. Lo que sí me preocupa son los recientes pasos de Sánchez por lo que pueden significar para el futuro de España. Pactar con Podemos producirá alarma en Europa, mucha en Estados Unidos al ver un partido comunista en el gobierno. Para la gente de Trump y la oposición demócrata es un signo inquietante que no augura nada bueno. Las embajadas en España y los observadores transmitirán que nuestro nuevo equipo va a disparar el gasto público, que Podemos socava la monarquía, es anti-Otan, que se reducirá consecuentemente aún más el gasto de defensa (“los europeos son unos gorrones” en temas defensivos repiten yanquis y algunos europeos, “¿serán fiables los españoles ahora en temas de inteligencia?”, se preguntan ya) y que no se sabe como los dos partidos, una vez instalados, podrán abordar un montón de temas en los que “aparentemente” tienen posiciones diametralmente opuestas, Cataluña y su referéndum, el 155, actuación de las fuerzas de orden público, inflación, etcétera.

Uno no entiende cómo hace solo doce días Sánchez se desvelaba por las noches pensando en tener a Podemos en el gobierno, abjuraba de ello, y ahora lo encuentra “ilusionante” por progresista (?).

¿Cuándo mentía, entonces o ahora, o en las dos ocasiones? Quizás en ambas. No obstante, la coalición progresista no me desvela mayormente. El próximo paso sí. Sánchez no puede gobernar sin el apoyo de Junqueras. Lo sabe y ya lo corteja. Ver al líder del Partido Socialista Obrero Español dispuesto a meterse en la cama con políticos que se ciscan en la Constitución y en lo que dice el Constitucional, que quieren romper España no dentro de veinte años sino mañana por la mañana y, además, lo pregonan en público con luz y taquígrafos me pone los pelos de punta y me desvela más que al presi. El ansia de Sánchez por abrazarse cuanto antes Junqueras para continuar en la Moncloa es patente. Quien lo dude está ciego. El líder del partido de González y Guerra, el de la agrupación que proclamaba que ella vertebraba a España. Sánchez va, con artimañas, cosmética y patrañas, a deshilacharla más aún. ¿Qué concesiones hará ahora a los nacionalistas, catalanes y vascos, para que lo apoyen? ¿Podría ahora aplicar el 155, reducir los relatos divisorios de la educación en Cataluña (algo que nos lleva inexorablemente al precipicio), detener la proliferación de “Representaciones” catalanas en el extranjero que nos denigran y crean mala imagen, pedir a la policía que actúe resueltamente ante gente que paraliza la autopista que lleva a Francia con enormes pérdidas económicas y de prestigio? Antes era reacio, ahora mirará completamente para otra parte.

Que un dirigente español opte por estas artimañas para gobernar en lugar de buscar soluciones constitucionalistas resulta patético, dramático y nos costará caro aunque muchos votantes socialistas no lo quieran captar.

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