Entre bambalinas

13 ene 2020 / 10:08 H.

No está el ambiente para ser ministro en un Gobierno que, recién nacido, promete más bajos que altos en la entonación de la canción de un mandato de vértigo. El debate de una investidura histórica, aquella que abre las puertas de la coalición cerradas desde la República, presagia una legislatura en la que, eso sí, sus protagonistas no tendrán tiempo ni espacio para el aburrimiento. El revuelto de ingredientes utilizado para cocinar el plato del Ejecutivo de Pedro Sánchez y compañía no es del gusto de todos los comensales y, como en todo, costará digerir sabores poco comunes en la cocina española. Sin embargo, habrá que dar tregua a los cocineros. Lo importante es que los fogones funcionen y que, poco a poco, el paladar se acostumbre a las novedades culinarias. Ironías aparte, España comienza una nueva etapa política en la que quienes tienen la sartén por el mango deberán aprender a dialogar y a echar un poco más de cintura, porque los corsés idearios son incompatibles entre el batiburrillo de siglas con poder de decisión. No habrá más remedio que aprovechar la amalgama de colores, en la que impera el rojo socialista, para que la provincia de Jaén pueda conseguir algo de beneficio. No mucho, simplemente, el justo, el que le pertenece, el que nunca tuvo y el que está en deuda.

No hay ministros jiennenses en el nuevo equipo de Gobierno, bendecido ya por el Rey, pero hay representantes de altura que, entre bambalinas, cuecen mucho más que las perolas de un reputado chef. Entre tanto diputado y senador, hay uno que mueve los hilos del Grupo Parlamentario Socialista con una maestría sorprendente y que, aunque poco dado a las medallas y las titulaciones, si no faltó un detalle en el interesante debate de investidura fue por su trabajo silencioso detrás del foco mediático. Su nombre es Felipe Sicilia Alférez (Lopera, 1979), portavoz adjunto del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados, una figura emergente y un jiennense de moda en el panorama político nacional. Todavía con la resaca de una semana intensa, en la que fue partícipe de un momento trascendental para la historia de España, relata que lo vivido en el plenario fue más propio de un partido de fútbol que de un debate de investidura, con insultos y gritos por doquier que recordaban a desfiles militares de otra época. “Fue bronco, desagradable, un espectáculo”, admite. Sin embargo, ahí estuvo él, expectante, atento y moviendo cielo y tierra para que no faltara un diputado y, por supuesto, para que todos estuvieran debidamente acreditados. Fue el acomodador, el que hizo las cosas más fáciles al presidente, el que garantizó que nada se saliera del guion previsto. Dicen que todo trabajo tiene su recompensa y él, que asegura que sus aspiraciones políticas están más que colmadas, era un buen candidato para dirigir una cartera en el equipo gubernamental. No pudo ser. Quedan otros escalafones por cubrir, eso sí, y él es el perfecto candidato, eso también, pero lo cierto es que todo parece indicar que le tocará consolidar su trabajo en la dirección del grupo parlamentario y, de paso, barrer para casa desde un posicionamiento estratégico. Su interlocución con los ministerios de Transportes, Interior, Industria y Agricultura es coser y cantar, cuatro departamentos que son de vital importancia para los jiennenses. El primero, por las necesarias infraestructuras de comunicación. El segundo, por la Academia de la Guardia Civil de Baeza, la Enira y la falta de agentes en una provincia rural. El tercero, por el empuje industrial que reclaman los jiennenses. Y, el cuarto, por motivos obvios en una tierra con 66 millones de olivos. Queda tela por cortar y capítulos por escribir. Felipe Sicilia jugará un papel clave en las obligatorias negociaciones del nuevo Gobierno y nadie podrá olvidar que sus raíces están en Jaén.