De lo virtual a lo terrenal

18 may 2020 / 16:44 H.

Los actores principales de una pandemia capaz de cambiar la normalidad son, sin duda alguna, los profesionales sanitarios que velan por el cuidado de quienes cayeron en las garras del coronavirus. Son médicos, enfermeros, auxiliares y, en general, quienes componen el puzle que mantiene los hospitales como verdaderos ejemplos de la importancia que tiene el sistema sanitario en el día a día de los jiennenses. Sin embargo, hay otros protagonistas que, desde casa o desde la oficina, velaron por la coordinación institucional para cumplir con las órdenes de un cuestionado mando único que perdura mientras esté en vigor el prorrogado estado de alarma. La “voz” de la Junta de Andalucía en Jaén, Maribel Lozano, se apagó de forma mediática por orden y gracia de quienes están más arriba en el escalafón de la política autonómica, pero su trabajo fue crucial para que la maquinaria de la Administración no dejara de funcionar en mitad de una batalla campal en la que, eso sí, no faltaron las tensiones.

La delegada del Gobierno andaluz en la provincia compaginó trabajo presencial y virtual desde aquel fin de semana no tan lejano en el tiempo en el que Pedro Sánchez anunció a los españoles el decreto de estado de alarma. Su teléfono arde, literalmente, desde entonces. Cambió la forma de hacer política y, en cierto modo, el fondo. Imperan, desde aquel momento, las reuniones telemáticas y el virus mortal centra la acción de quienes representan a los andaluces, no solo desde el punto de vista sanitario, sino también económico y social. Apartadas quedan discrepancias de diversa índole que solo sirven para ganar votantes. El caso es que Maribel Lozano, desaparecida del espectro público en honor de la disciplina de sus mandamases, centraliza una labor callada que permite ser el hilo conductor para la correcta aplicación de las normativas que obligaron a más horas de estudio que el día tiene. Cierto es que en su mano estuvo, desde el primer día, el manejo de una inquietante estadística cuya ausencia fue duramente criticada por alcaldes necesitados de información. Fue cuando el pico de la pandemia empezó a decaer el momento en el que quienes tienen la sartén por el mango permitieron ofrecer públicamente unas cifras que, bien utilizadas, ayudaron a dirigir el rumbo de municipios especialmente afectados por covid-19. Hasta entonces, fueron muchas las llamadas telefónicas que Maribel Lozano mantuvo con dirigentes municipales, independientemente de los signos y los colores, para responder a dudas sobre el devenir de una crisis sanitaria sin precedentes. Que no estuvieran solos en esto fue su máxima pretensión, aunque ni que decir tiene que hay críticas al respecto, porque no todos opinan igual de una gestión que, cuando pase lo que tenga que pasar, aflorará para hacer honor a la cuestión política. No todo el monte es orégano.

Perfectamente coordinada con el resto de representantes de administraciones públicas en Jaén, la delegada del Gobierno andaluz marcó y marca las pautas procedentes de Sevilla en las reuniones de los martes y los viernes con la Subdelegación, la Diputación, los ayuntamientos y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. La gestión pública se unió a la gestión del miedo en un tiempo, sobre todo al principio, en el que los esfuerzos se centraron en conocer al “paciente cero” para abordar los contagios en pueblos especialmente damnificados. También en adelantarse al problema con la preparación de instalaciones por si sonaba la alarma del colapso. Hacer frente a la crisis sanitaria es crucial, pero tampoco se queda atrás la económica, un reto que el resto de delegados territoriales afronta cada uno desde la responsabilidad del área que representa.

Sin prisa y sin pausa, el regreso a la nueva normalidad empieza su particular desescalada con la presencia de los representantes autonómicos en sus “puestos”. La primera visita que Maribel Lozano realizó con mascarilla y guantes como armas de protección fue al Banco de Alimentos de Jaén. La segunda, al vial del Conservatorio de Música, una puesta en escena que pretende reflejar que la vida sigue.