¿Y si la Unesco nos declara algo?

El valor de nuestra carrera nocturna es tan excepcional y único que la Unesco, pacata y sin corazón con nuestra universal Catedral, podría hacernos un guiño y nombrar Patrimonio Mundial a la Carrera Urbana “Noche de San Antón”. Cotizados están todos estos títulos y a veces ni nosotros mismos nos ponemos de acuerdo si queremos algo, porque lo de los Paisajes del Olivar y las componendas del sector claman al cielo, pero con la San Antón todo es distinto, afortunadamente en algo confluimos para bien y para algo grande. No hay más que ver el ambiente ciudadano, sea el barrio que sea, la calle por la que transcurra la carrera es de un calor humano que condensa la ilusión frustrada de forma permanente en una ciudad que quiere y a veces no la dejan. Con esta carrera llegamos al culmen de autoestima, a la cima de orgullo jaenero porque viene gente allende los mares.

Todo lo que se pueda escribir de bueno de nuestra noche mágica hay que hacerlo, no tiene esta ciudad y sus convecinos muestras múltiples de jolgorio colectivo y disfrute conciudadano que extrapole, con transversalidad sociológica única, lo que es algo más que una carrera deportiva. Disfrutan quienes corren, por miles, y hacen del deporte participación colectiva antes que competición pura. Queda marcada en rojo en el calendario la San Antón para pueblos del Área Metropolitana y de otras comarcas jaeneras porque lo que se cuenta es de tal magia que una vez en la vida quieren vivirlo, desde dentro y desde fuera de los cajones de la salida... Y por si faltara algo con lo que llevar en volandas a una prueba deportiva no hay más que comprobar foto a foto la inmensidad de Jaén desparramada por sus calles. La gente de a pie, la gente que no suele salir de su barrio, esa gente que hace vida sedentaria en su bloque, señala los días que multiplica sus dominios y la San Antón es uno de ellos. Es un topicazo, pero mayores y niños, mujeres y hombres, más impedidos o súper atléticos, a la moda o bien abrigados, el ir y venir de los jiennenses, entre carrera y lumbres no tiene parangón, señores de la Unesco.