Verbenea, quieren desterrarlas

No hubo verbenas en 2020, tampoco en 2021; el parón del año de la pandemia lo revertieron el verano pasado algunos iluminados e iluminadas con actuaciones fuera de lo común. Querían ser los primeros (y las primeras) en volver a la normalidad colocando en el mapa a su pueblo a base de billetes de los ciudadanos, anteponiendo lo más caro a lo más identitario, lo más vip frente a quienes tenemos cerca y, además, pagan los impuestos en Jaén. Decía el actor y director italiano Vittorio Grassman que “el único error de Dios fue no haber dotado al hombre de dos vidas: una para ensayar y otra para actuar” y dice el “señor Jota”, que visto lo visto en 2022, si quieren alcaldesas y alcaldes desterrar las verbenas de sus pueblos, que lo incluyan en su programa electoral de 2023. “La ingratitud es hija de la soberbia”, apostillaba Miguel de Cervantes y resulta que no nos queda pensar en otra cosa.

Ahora que se declara todo patrimonio material o inmaterial de la Humanidad, en este preciso instante del mundo en el que se premia cualquier cosa que venga de lejos, por esnobismo, incultura y poderío, mismamente cuando la feria de las vanidades ha colmado todo lo que nos rodea, es el momento de volver a la esencia de la que venimos y subrayar que lo bueno ya está aquí, ya habitaba con nosotros, aunque no lo viésemos. Sean declaradas las verbenas, clama con vehemencia el “señor Jota”, ADN inalienable de nuestros pueblos, lleguen al BOP, al BOJA y también al BOE; para que nadie consiga desterrarlas, por mucho que se empeñe; que sea contrario a ley; si quieren los munícipes jugarse el patrimonio municipal, que lo hagan con las orquestas y los cuartetos y los tríos y lo dúos que animan todos los días las fiestas patronales de cualquier rincón de este viejo Santo Reino que tiene en las verbenas una explosión de alegría insondable, con aplauso sonado a los emigrantes, que vuelven por un pasodoble bueno, no por AC/DC. Verbenear es sonrisa eterna, apunta el “señor Jota”: “Son necesarios cuarenta músculos para arrugar una frente y sólo quince para sonreír”, dijo Swami Sivananda.