Pepe Sánchez del Moral, mi cantor

Es Pepe Sánchez del Moral un cantor de Jaén, un inigualable cantor de Jaén, el último cantor de Jaén, una persona entregada al paisaje y al paisanaje de su ciudad, de su tierra, del viejo Santo Reino al que tanto ha loado y versado, de quien tanto ha mamado de costumbres y sabores populares, de sus gentes y de sus calles, hasta de sus motes. La obra pergeñada por Pepe a base de tesón y constancia, rima pura y gracia innata, trasciende Jabalcuz y sillones académicos patrios, vetados a los verdaderos artífices del arte de conjugar palabras con el lenguaje del pueblo llano. Trasciende el maestro Pepe porque sin pretender nunca ser un adalid de la literatura ni un santón de las letras, su semilla reverdece cada día en estas páginas del periódico entre quienes mamamos de su oficio y aprendimos que el requiebro es para los sonetos no para el periodismo directo y claro, de sujeto, verbo y predicado; lo más, en lo menos, siempre según su acertado criterio a base de oficio y más oficio, hasta perder la vista corrigiendo pruebas. Todo, qué enseñanza, en una frase corta, incluso sustantivando adjetivos, endiosando verbos, achicando siempre el yoísmo con tal de darle al ávido lector de periódicos el quid de la cuestión en un santiamén. José Sánchez del Moral, nacido en el castizo barrio de San Ildefonso en 1937, camino de los 84 años la próxima Navidad, es un grande entre los grandes aunque no haya escrito ningún best seller, un personaje único en Jaén pese a que no tenga una calle, alguien en quien beberán los historiadores del futuro por la magna obra que ha condensado de sonetos y de himnos, de coplas y de pasodobles, de dedicatorias en verso de Nochebuena. A mi admirado Pepe Sánchez del Moral, le debemos en el periódico algo más que un reconocimiento permanente y diario que le trasladamos en persona cada vez que nos visita, cada vez que chateamos con él (sin redes sociales, en franca y sana conversación con un chato de vino) por el casco antiguo o por el ya legendario Gran Eje en el que vive. Te debemos Pepe un cargamento de besos sonados, como te gustan a ti, eres nuestro más veterano compañero, desde 1953, cuando ganabas 28 pesetas a la semana y siempre nos lo cuentas con gracia y cariño. Te quiero, Pepe y lo sabes.