Pepe Cruz, lección de buena gente

Recita de memoria las calles por las que pasa “El Abuelo”, conoce como la palma de su mano la esencia pura de una fiesta tan singular como la de San Lucas, donde no se procesiona ningún santo de Jaén y, de chico y de mozalbete, se iba a por truchas a Los Cañones. Tan jaenero como Piturda y tan identificado con la tierra que le vio nacer como José Cruz González seguramente hay muchos jiennenses, lo cual determina claramente las raíces recias y sabias del viejo Santo Reino, pero quizá pocos paisanos que lleven tantos años fuera de Jaén como él sigan tan apegados a su sangre y a su gente como la de este periodista y comercial jubilado. Ahora, mira la vida con la mesura y la paz de siempre, haciendo hincapié de forma permanente en las pequeñas grandes cosas de la vida y en los amigos, y cómo no, muy especialmente disfrutando de viajes, playas y tabernas con su compañera del alma desde que eran niños, de su Luisi, sus hijos y sus nietos, que Pepe Cruz tiene tanto de bonachón como de hogareño, de compañero infatigable en una ‘enrea’ como de serio y riguroso con lo que tiene entre manos. Hay gentes que van y vienen por la vida, igual que hay otras gentes que sin rozarlas una eternidad, la semilla queda impregnada con sabor sempiterno de amigo entrañable y compañero servicial. José Cruz, que labró su impronta profesional en la calle Hurtado, en la Radio Jaén de Lorenzo Molina, es recordado por el mundo deportivo que en los años 80 transitaba por el Real Jaén o La Manseguilla de fútbol sala o el ADA Jaén de Balonmano. Recordado y admirado, además de querido porque quien siembra arrobas de cariño siempre recoge amistad a espuertas. Hace tres décadas se marchó a Granada y allí estableció su nuevo hogar, su nueva vida, su nuevo trabajo sin despegarse un centímetro de sus ganas de Jaén y su devoción por las tapas de La Manchega. Allí se relaja con las vistas de la Alhambra, con Jaén en el horizonte permanente de un hombre al que la vida le dio mucho y él nos compensó a los amigos con esa sonrisa franca y socarrona, con ese consejo sabio y certero, con esas ganas de vivir tan de Pepe, el buen amigo Pepe.