Mi crónica número 20 de Expoliva

Este cronista llegó a Diario JAÉN en 1984 y no vivió en primera persona la inauguración del mayor acontecimiento para nuestra autoestima, la Feria Internacional del Aceite de Oliva e Industrias Afines, pero esa ausencia la corrigió de forma entusiasta su mentor, el presidente de la Cámara de Comercio, Hermenegildo Terrados, quien le transmitió al mínimo detalle su origen y sus pormenores, todas las vicisitudes que hubo que pasar para que el ministro Carlos Romero cortara la cinta inaugural con el gobernador Rodríguez Caracuel hincando también el hombro por esta tierra. Desde entonces, cada dos años y desde 1985, también en el Felipe Arche, hasta 2023, en una esplendorosa IFEJA, he sido fiel a la cita con el aplauso a algo grande para Jaén. Sobran los adjetivos, calificar Expoliva, edición a edición, es un sano ejercicio de orgullo con el que los jiennenses nos identificamos. Es la mejor y quizá la única muestra colectiva de satisfacción, unanimidad en torno a lo que es, de dónde viene y hacia dónde ha de encaminarse; no es necesario incidir en los pequeños errores, porque se han ido subsanando y despiertan además la comprensión de una sociedad que quiere ver su tierra y sus cosas en los telenoticiarios no solo por los ajustes de cuentas con catanas o el desperdicio del sarcasmo y la incomprensión política. Expoliva navega a velocidad de crucero, tiene un Simposium que es el buque insignia aunque quede lejos para el común de los mortales y su cata de aceites y su salón de aoves es la guinda de un pastel que degustamos con la mejor de las apetencias. Tiene además Expoliva muchas madres y muchos padres, que es un esfuerzo colectivo, lo que redunda aún más en la alegría colectiva, que juntar el hombro muchas veces es acicate moral y motor de desarrollo y progreso, aunque no queramos verlo o, mejor dicho, no nos lo quieran mostrar, pero esa es otra historia que se aleja de la pretensión reiterada del cronista que les escribe de ensalzar todo lo bueno de Expoliva, que es todo, porque llegarán los buenos y acordes aparcamientos, porque Luis Rentero verá algún día cumplido su sueño de un hotel junto a la Feria. Así sea.