Luchemos por la libertad, que dure
Se preguntaba José Fernández si las generaciones de ahora eran conscientes de lo grande que es la libertad >> Creía que había que seguir luchando con conciencia y dignidad >> Descanse en paz
No me ateo, mi general, no hay forma de que me haga a la idea que ya no estás ahí al teléfono, presto y veloz cuando te necesitábamos, que no era ni poco ni mucho, lo fue todo desde que nos conocimos en 1989 en la caseta de San Lucas del periódico, con Antoñete como lazo de unión. No nos hemos visto tras volver de la playa ni hemos compartido ese vino con el que escudriñábamos la actualidad política provincial, regional y nacional, incluso también los derroteros inexplicables de la primera democracia del mundo, la americana y sus vaivenes populistas. Se te había hecho todo cuesta arriba en los últimas semanas y barruntábamos lo peor, con un consuelo supremo: Quien te haya conocido sabe del portento de sabiduría que eras capaz de irradiar, tu máxima de mano tendida era ejemplarizante, imperecedera e inquebrantable.
Para tus amigos el hueco es grande, claro está, pero quien no te haya conocido puede imaginarse que la legión de palabras y escritos y sentimientos y coronas de flores a tu muerte solo se producen cuando se trata de alguien excepcional como tú, de guardia civil raso, de capitán de compañía o de director de la Academia y, también, de licenciado en la dificilísima asignatura de la convivencia ciudadana, en esta cainita Jaén nuestra de la que tanto y tanto hablábamos y por la que tanto reflexionabas para que mejorara en todo, también en conocimiento crítico de la verdadera realidad, que no es la que nos pintan, tan mala y desesperante. Pepe, amigo Pepe, escribía de ti hace unas semanas como una de las personas más presentables de esta tierra y no me cansaré de recordarte mientras viva. No hay tanta gente de la que cuando se le espera, está y que cuando está, nunca se esconde, da la cara hasta la eternidad, por un amigo, por una causa, por un fin colectivo que siempre fue Jaén, porque cómo te dolía Jaén, mi general, mi amigo, mi consejero, mi paño de lágrimas. No queda otra que tirar adelante, no dejes de tendernos la mano, no dejes de decirnos que luchemos por el bien más preciado para ti, la libertad, con conciencia y dignidad.
Se nos fue Paco Benítez sin quererlo, se nos fue sin hacer ruido, inmerso en una lucha diaria titánica para agarrarse a la vida y los suyos tan suyos y tan pendientes, que aún le lloran. Todo ese mundo deportivo y jaenero que lo quiso y lo quiere le echa de menos desde que una de sus muchas complicaciones de salud le dejó descansando de tantos requiebros, cada vez más impensables. Apasionado del fútbol, los equipos modestos le deben un potosí por sus crónicas domingo a domingo, donde nadie iba, estaba él. Personas como Paco Benítez son irreemplazables por un don de la ubicuidad fuera de lo común en la vida.
Ahora se le llama dar visibilidad y mi amigo Paco escribió tantas veces de gente anónima apasionada y tantas cosas bonitas de los equipos de Preferente y Regional y Provincial, que su labor se merece un reconocimiento público de tronío, lo suplico a la Federación desde esta tribuna. Mientras otros estábamos relatando goles en La Victoria o en Linarejos, él hacia las crónicas del Urgavona de Arjona, del Útica de Marmolejo o del Al Andalus de Jódar. Ay Paco, con tanta vida por vivir y te nos fuiste. Sus amigos le rindieron homenaje en vida, ahora la Federación debería darle tributo público por su trabajo.
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