La memoria no se puede perder

Si la memoria está preñada de cariño y cercanía, henchida de orgullo y piel, pletórica de amor y mucho corazón, a espuertas bombeando vida y recuerdos, nunca se rendirá al paso de los días y las noches, seguirá eterna como viva es la presencia de aquellos que se fueron pero seguimos teniendo presentes como si de un pósit en el alma se tratara. María José Padilla Padilla desapareció un día de septiembre de 2019 y ni una sola mañana ha dejado su familia de tenerla cerca, de sostener la llama de la vida, cuando todo indica lo contrario, debido a su enfermedad y su entorno, el alzheimer que nos castiga sin la memoria de nuestros antepasados aunque no puede con su bondad y un río junto a su vivienda, Cortijuelo, una aldea de Quesada apegada al Guadiana Menor, lindante con Collejares y con Cerrillo, que no estarán en los mapas pero conforman esa Jaén interior que atesora lo mejor de nosotros, la hospitalidad.

“Donde florecen las flores, hay esperanza” reza en una cartulina color verde que condensa algo más que un mensaje. A la “Ché” le han escrito sus amigas del Centro de Adultos ese mensaje de vida y cariño sobre el mismo color esperanza que expresan sus ojos, han hecho con sus manos primorosas y ajadas por el trabajo unas flores con papel de periódico, cuyos pétalos se mueven cada tarde al son del viento de la ribera. No hay otra, cada fiesta es recordada y mencionada, cada San Isidro se reza por ella, cada vez que los vecinos toman el sol, se pasean por el río o se encuentran en la plazoleta del pueblo, María Josefa Padilla Padilla está muy presente. Arropan con el aliento diario y permanente a su viudo, a sus dos hijos, a sus nietos; no desfallecen nunca en el intento de encontrarla, de darle paz eterna cerca de donde se crió tan bien y vivió tan feliz. No es la única desparecida en Jaén, el sentimiento de las familias de otros desaparecidos es el mismo hacia sus seres queridos, pero resaltemos de entre todas esta llama por su luminosidad y apelemos en todo momento y en cualquier circunstancia a la memoria como compañera insuperable de quienes fuimos y quienes somos, de lo que seremos siempre por herencia de esa memoria.