La insoportable levedad de Jaén

Está Jaén de dulce, no se alarmen por el título, que tanta desmesura en arte y naturaleza deberá darle réditos algún día, pero mientras llega ese señalado día de Dios que Jaén cotice en los mercados del poderío financiero y social transitamos entre una dicotomía fantasiosa que magistralmente definió el escritor Milan Kundera en su libro “La insoportable levedad del ser” arrogando a la buena vida superficialidad y a la vida sentida y disfrutada, peso y poso. Para el “señor Jota” es Jaén epítome necesario y recurrente en este péndulo de la levedad y el peso. En lo primero porque esas clases dominantes que todo lo mangonearon desde siempre inocularon en los trabajadores que sobrevivir con lo mínimo era un regalo divino y ahora los políticos, en vez de responsabilizarse del furgón de cola que habitamos por los siglos de los siglos, inoculan en su pueblo representado la memoria de pez.

Así las cosas, frente a quienes nos mandan y mangonean y triunfan con su idea de felicidad igual a no pensar, no sentir, no discurrir y mucho menos hablar con voz alta y portentosa, reverdecerán siempre a ojos del “señor Jota” aquellos que colocan una pesada carga sobre sus hombros, que es como se disfruta de la vida, con todo lo bueno y todo lo regular que conlleva la decencia, asumiendo el papel individual que como ciudadanos libres y comprometidos de nosotros esperan las generaciones que heredarán Jaén y sus neuras además de sus fantasmas. Tiene mucho de bucólico lo que esta penúltima entrega del año nos trae, pero también de miedos, porque somos temerosos por naturaleza y frente a la libertad preferimos casi siempre seguridad y por ahí nos cogen el pan debajo del brazo... Y todo porque a Jaén la parieron cruce de caminos y, en contradicción pura, alejada de todas las rutas de la modernidad, se pongan como se pongan los asesores de titulares sin fundamento, de ideas sin sustento. Decía Kundera que “la vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro” y a Jaén se le acerca la hora de la estampida o la de la inanición social, que no alimentaria con ese ejército de olivos en formación militar que le ha impedido pasar hambre y no tener que agudizar el ingenio (verbigracia, Almería). Es curioso, en trasposición de sociedades no damos con la tecla (más bien nos esconden la tecla) y podría decirse que en Jaén también hasta se da el sentido extremo del verbo y es como si estuviéramos ‘traspuestos’ y en vez de cambiar a mejor vida les place tenernos ‘dormidos’. “El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores”, escribe Kundera en el libro, lo que traducido por Mafalda y el “señor Jota” sería: “Paren el tren varado de Jaén que me quiero bajar”.