En el adiós de Ramón Palacios

Ha muerto Ramón Palacios Rubio y con él se va una época entera, con todos los argumentos propios de una película que traspasa cualquier imaginario popular dada la dimensión política y humana de un hombre forjado a sí mismo que no dejó a nadie indiferente. Para lo bueno y para lo distinto, porque con él no cabían medias tintas; fue único, inabarcable, hasta inconmensurable, traspasó cualquier creencia bucólica y torpe del permanente fin de su mando, ya que hizo del posibilismo un arte sin esquinas y de la sonrisa el mejor argumento para ganarse a los enemigos. Quizá esa sea la más trascendente enseñanza que le dejó a su legión de seguidores, que no encontraremos a nadie con el que haya tenido un altercado sonoro, todo lo contrario, al enemigo puente de plata y él, hechos, muchos hechos y mucha pose con mando.

Es una ironía típica de Don Ramón, como así se hacía llamar, como así le llama todo el mundo en La Carolina y en el PP, que le ganara una querella a un periódico de Madrid porque le había puesto en una crónica (en contra) más años de los que tenía. Dice adiós con 102 años y en su currículum, cuatro décadas de alcalde, dos lustros de presidente de la Diputación y una colección de amigos que cotizaban siempre en La Moncloa. En este periódico vivió en primera página casi siempre, fuese por su cercanía y amistad con Carmen Polo, la mujer de Franco, por su discurso nostálgico de los años 80, cuando España seguía abochornada con Tejero y luego por ganarse el bastón de mando en democracia pese a tener a todos los partidos en contra, ganaba siempre, siempre ganaba. Diario JAÉN publicó también la foto de un jovencísimo Aznar, que vino a La Carolina y a la casa de Doña Teo, con Ana Botella a tomar la “bendición” para su estrellato, igual que hacía Arenas, igual que hicieron siempre Puche o Fernández de Moya. Ni medias tintas en política ni Ferias con mediocridad y de eso puede ser buen botón los llenos de Norma Duval en la piscina. Desaparece Palacios por ley de vida, pero ha calado tanto su figura que Jaén está sembrado de fieles seguidores.