Eh, Marcos, no dejes de abrazarnos

Hay dos personas que abrazan de campeonato en Jaén, una es Pío Aguirre y otra Marcos Gutiérrez Melgarejo, a quien dedico estas líneas por esa insignificancia en la vida, querer y querer sin esperar nada a cambio, porque el bueno de Marcos siempre tiene la sonrisa marcada en el rostro cuando otea un amigo en el horizonte, incluso a varias leguas. Lo ve y ya se hace inseparable el resto de la jornada, también hay que decirlo; no hay otra con él debido a esa grandiosa forma de enfilar los días y las noches en base a las relaciones que uno mantiene con su entorno, sea personal, sea profesional o se entremezcle con amigos de los amigos, da igual, para certeza efectiva de que la condición humana siempre gana con él a su lado. Torreño de pro, donde cría cerezas y brevas de temporada en un rincón de la Fuenmayor que ha visitado medio Jaén, ahora, con su despacho de abogado en manos de su hijo, también llamado Marcos, dedica más tiempo a dar rienda suelta a su bonhomía que a ponerse las puñetas en los juicios, sea en Galicia, a la que adora, en Cádiz, que le cambia el sino o la ya mencionada Torres, porque Marcos es muy de Torres, como lo era su inseparable Mari que allí yace eterna o lo era también su inolvidable amigo Diego “el de la Imora”. Marcos Gutiérrez, feliz entre los más felices, como hombre, como padre, como abuelo, también tuvo su incursión en la política de andar por casa, la municipal, y no se le perdona en la nomenclatura partidista que, por ejemplo, fuese íntimo de su gran opositor, Alfonso Sánchez Herrera o que hiciese de su capa un sayo a la hora de elegir aquello que le interesaba a los ciudadanos por encima de siglas o directrices. Seguro que todo esto que ahora relato a vuela pluma lo recuerda con una sonrisa porque Marcos es Marcos, pero los abrazos políticos entonces no quemaban, achicharraban. Con todo, en una persona como él, que siempre suma y no se cansa nunca de sumar, igual que de abrazar, no es que el fin justifique los medios, jamás, es que a cada situación le saca el lado positivo, la vida no tiene esquinas, salvo la de su Mari del alma, y ahora que su tiempo es finito redobla la fuerza en los abrazos que da.