Diego, alcalde entre los alcaldes

Ha sido alcalde de su pueblo además de maestro y no se puede ser cosas mejores en la vida que darle luz a generaciones de niñas y niños que el día de mañana, lo que sepan, lo sabrán de tu mano y recordarán tus enseñanzas como algo grandioso y, además, servidor público de tus conciudadanos, que no es otra cosa que procurar con tus actos y aciertos que mejore la vida de tus vecinos. Maestro y político, alcalde y profesor, con Diego Plaza Martínez se condensa algo grande en su ser al que se le une proporcionalmente su generosidad; es un hombre bueno en el sentido machadiano de la palabra. Bueno y leal, amigo de sus amigos. Ahora complicado por su sempiterno enganche al tabaco, no tiene mayor suerte en estos momentos que disfrutar de sus nietos en su Peal del alma y estar pendiente de su madre en Siles, al igual que sus hermanos. Lector de lo bueno de la literatura además de enseñante, persona comprometida con su entorno y fiel servidor de una sociedad que creía que había que mejorar y mejoró sin duda con gentes como Diego, pero con Diego al frente en ideas y en proyectos, en ganas y en resoluciones, así cayeran chuzos de punta, se presentasen las complicaciones que se presentasen. Y crítico, que Diego es y ha sido crítico con todo lo que había que criticar, para mejorar, lo que es de sustantivar, porque no hay mejor forma de que se crezca en todos los campos y en todos los órdenes de la vida que poner los puntos sobre las “íes” para salir del remolino bucólico en que suelen meternos los expertos en el gatopardismo (“si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”). Con Diego no han podido ni las propias siglas de su partido, al tiempo que nadie puede decir que haya ido contra sus ideales y los de esas siglas sagradas para él, porque todo lo ha hecho pensando en los demás y en una máxima: Para trasformar una sociedad, la que de joven conoció y no le gustaba porque estaba falta de libertades y de igualdad, había que arremangarse y bien que se ha arremangado Diego en todo momento y ante cualquier circunstancia. Diego, fiel lector de su periódico de siempre, leerá esta crónica junto a su madre y a los dos les mando un beso de devoción y amistad.

Es una perita en dulce con la que se suele poner fin al tramo profesional de profesores señalados en algunos campos de la docencia universitaria. Les hablo de la Universidad Internacional de Andalucía, con sede en Baeza y cuyo director o directora, debería estar en el candelero ya, puesto que ha habido elecciones a rector y las ha ganado Nicolás Ruiz. El nombramiento lo hace la propia Junta de Andalucía, el consejero de Universidades para más señas, pero parece que ya ha surgido el primer roce señalada. Ni había terna, ni había declaración de paz, parece que todo lo contrario.