Desconsuelo es poco, qué dolor

No hay palabras, no puede haberlas, se te hiela el corazón y ahí se queda, completamente bloqueado porque la realidad supera siempre cualquier considerando de vida. Estamos en Jaén entristecidos y mudos a la par, no tenemos compasión, no podemos tenerla, que la muerte de un niño congela el alma y el dedo acusador no se nos va de la cabeza. No hay quizá, no puede haberlo, porque arrancarle la vida a alguien tiene la condena moral máxima, ya vendrá luego la Justicia ajustando presunciones y eximentes. Y un niño, Dios, de seis años, virgen santa; se te congela el alma solo de pensarlo, cuando lo lees como noticia no das crédito de que esas cosas puedan pasar en Jaén, en La Merced, en el seno de una familia tan considerada y normal. Renglones torcidos de los seres humanos que enfangan toda la vida, hasta la eternidad.

A quienes nos dedicamos al relato de la vida diaria, acontecimientos como el de esta semana elevan hasta el infinito la vacuna que nos administramos para poder digerir la actualidad que circunda cualquier sociedad y la asalta de vez en cuando en forma de sangre y crueldad. En grado extremo, máximo, ningún crimen se justifica, ninguno tiene atenuante salvo la legítima defensa, según nuestro ordenamiento y con requisitos expresos. Pero es que hablamos de un niño, de una criatura de seis años que ya permanece en la memoria de su familia y en la incomprensión y el desconsuelo de sus compañeros de colegio. Nadie se puede poner en el lugar de esa madre y de esos hermanos de quien ahora está detenida, nadie puede meterse en los adentros de los niños de su clase para ver cómo viven el desamparo del día a día con la ausencia del pequeño, que ya nunca volverá a jugar con ellos en el recreo, ni a sonreírles ni a pelarse por el lápiz o la pelota. Solo ellos y nada más que ellos penarán con semejante ausencia, los demás, nosotros, la sociedad que ahora está compungida, volverá a lo suyo y dejará en el olvido semejante atrocidad, podrá ser recurrente cuando llegue el juicio, pero nuestro dolor será pasajero, pese al horror.