Castilla la Vieja y nuestra Jaén

Hay elecciones en Castilla la Vieja, en nomenclatura geográfica de quienes estudiamos EGB y como todo lo que se cuece en medio del mapa de la piel de toro se expande al resto del mapa de España, Andalucía en general porque las próximas serán las nuestras, las andaluzas, y Jaén, en particular, porque la aventura de las tierras olvidadas tiene hoy un aldabonazo de alto octanaje político. Se produce esta cita electoral por encima del foro y el foco de Madrid, verdadero urdidor del adelanto electoral en Castilla y León, en unas connotaciones de geopolítica mundial de imprevisible resultado. La consecuencia de la debilidad del hasta ahora gendarme mundial, Estados Unidos, permite a Rusia envalentonarse con Ucrania y esa vieja máxima guerrera de armisticio mientras se celebran unas Olimpiadas parece que no será tenida en cuenta.

Americanos, rusos y chinos más Castilla y León parece, a priori, que no casa con nosotros, pero bien que nos afectará porque si la OTAN entra en guerra, las armas hay que pagarlas y los fondos de recuperación por la pandemia se tambalearán, de igual forma que si le pegan otro bocado a la PAC porque la máquina de hacer euros tiene un límite, el olivar de Jaén seguirá en su guerra particular porque el regadío le ganará la partida a los miles y miles de minifundios de montaña donde no se produce otra cosa que aceite de oliva, rico y puro, pero de escaso rendimiento la plantación. Así las cosas, la invasión de Ucrania altera todo el ser europeo y la alta política española tiene un ojo en Putin y otro en Castilla y León, donde ha gobernado el PP con Ciudadanos. Se las presumía felices con el mismo resultado que Madrid con Ayuso, pero parece que no; no tiene Mañueco, su candidato, el mismo tirón y, además, eclosiona electoralmente el fenómeno de la España Vaciada, con pronósticos especialmente llamativos como el de “Soria ¡Ya! que aspira a ser la primera fuerza política de la provincia. Como saben, en Jaén las plataformas han saltado por los aires, en una guerra con armas de ego donde afloran los viejos vicios de los partidos que dicen detestar.