Al maestro Sabina, con amor

Nos sobran los motivos, maestro, para rendirnos a tus pies, que tu prosa y tu verborrea poética de cantor único, más esa voz maltratada e inconfundible siempre nos elevan sublimes hacia el paraíso de la vida intensamente vivida y sazonada de bellos versos de la otra vida, la puñetera que tanto te gusta, con la que tanto disfrutamos. Somos fieles devotos de la Calle Melancolía, fuese en busca de una Princesa con la que danzar en Noches de boda bajo ese paseo inigualable Por el Bulevar de los sueños rotos, fuera con La frente marchita y despejada preguntándonos siempre entre humo y hielo, mucho humo, suficiente hielo Quién me ha robado el mes de abril... “Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres; porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren” y mucho menos bicho malo.

Ahora que otro arrechuche te lleva fantasmagórico por el mundo del cableado en pecho y pinzas en los dedos que delatan al segundo tu corazón apátrida que sirva el suero en tus venas como semilla de nuevos y bellos estribillos. Nunca habrá nada igual a la historia más bonita jamás contada en esos 19 días y 500 noches, contada para rabiar de bien, cantada simplemente como nos gusta que cantes lo que cantas. Que con ella y tan bella canción y con tantas otras Pasándolo bien, qué cosas, Y nos dieron las 10 ... y las once; las doce y la una, y las dos y las tres y desnudos al anochecer nos encontró la Luna. Contigo, sí maestro, No hay cerrado por olvido que valga ni contigo ni sin ti porque Donde habita el olvido es allá donde nunca te escucharon, que lo tuyo, Sabina, fajado cual retorcido olivos a letras de neón y desparpajo de ginebra, es cosa de dioses y hadas, madrinas y de las otras. Así estoy yo sin ti, así estamos en tu tierra, querido Joaquín, empujando y aventando coágulos a la par que tú, entre empeñados y divertidos porque si la diverticulitis quedó atrás, tan atrás, lo de ahora también, que para eso tienes una mala salud de hierro y de nuevo dirás Lo niego todo aunque ahora, sedado, admirado cantor, Que se llama soledad esa amante inoportuna.