Ahora que estamos crispados

Pésima compañía para la propia vida el enfado permanente y la pelea dialéctica constante, no hay alegría, solo algún brote que otro y, será por eso, que huimos hacia adelante. Terrazas llenas en los bares pese a la inflación (hacia cuatro décadas que no subían los precios hasta el 10 por ciento), el invento reciente de la reduflación (nos suben casi nada los precios, pero quitan producto de la bolsa de la pasta, por ejemplo) y el famoso Pegasus, que no es el camión señero de la España de los seat 600 (es un programa creado por los israelíes para espiar los móviles de la gente mala). Parece que se acaba el mundo empezando por España, la guerra y el drama de la muerte en Ucrania, los asesinatos masivos en bombardeos despiadados de las tropas invasoras rusas, dejan de estar abriendo los noticiarios, todo a nuestro alrededor es política y espías y mucha guerra de declaraciones, que detrás del último no va nadie. Ahora que estamos crispados, vamos a contar mentiras, tralará, vamos a contar mentiras, que hay que ganar lo que ahora se llama “el relato”, como los independentistas lo hicieron diciendo una y mil veces el “España nos roba” y “la Policía le pega a nuestrras abuelitas”. Esa es la palabra en clave, ese el camino a desbrozar, la carrera permanente de nuestra clase política, no hay meta, todo es un ir y venir permanente por los entresijos de la comunicación de siempre y las alertas en los móviles de ahora, los titulares y las frases hechas, a ver cuál es más original, cuál es más creíble, cuál es la ‘trending topic’ del día (Puigdemont ha dicho esta semana, sin ningún tipo de rubor y muy convencido: “Iros a la mierda todos los que habéis violado nuestras vidas”, sin caer en la cuenta, al menos de refilón, en que él ‘violó’ a más de la mitad del pueblo catalán que no quería la independencia cuando la proclamó unilateralmente). Qué tiempos, de verdad, qué días más feos, qué semanas vienen... Vamos a contar mentiras, ea, nadie pena por ello, nadie se sonroja, ni es sonrojado, volvemos, a velocidad de vértigo, tristemente y sin compasión alguna, a los tiempos de las dos Españas y lo vamos a ver en las elecciones andaluzas... ¡Camarero, una caña y unos caracoles!